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“Si me pides que resuma los 80 en una palabra diré 'heroína' y no 'Movida'”

De la Movida se ha dicho y escrito tanto que puede parecer que ya no haya nada que añadir, como sucede con la Guerra Civil. Sin embargo, ambos son temas sobre los que perdura el interés del público y que se adivinan inagotables, algo que viene a demostrar La Movida vista por los jinchos, novela que supone el debut literario de Nacho Herranz Farelo y que se aproxima a aquel boom cultural de los años 80 de manera desmitificadora y tangencial, pero a la vez tan significativa que incluso se aventura a poner luz sobre uno de los misterios sin resolver que dejó aquella época: qué pasó con el querido Dodge que Joe Strummer, líder de los Clash, dejó una noche de 1986 aparcado en un garaje madrileño -de cuyo nombre no pudo acordarse- y que jamás recuperó.

SOMOS MALASAÑA - En el Madrid de los 80 convivían, cultural y musicalmente hablando, al menos dos universos: el 'quinqui-jincho' que se puede ver reflejado en las películas de Eloy de la Iglesia y el de los modernos de La Movida. Tú los unes en tu primera novela y te quedas tan pancho. ¿Cuestión biográfica, ajuste de cuentas con una época mitificada en exceso?

NACHO HERRANZ FARELO - Un poco de todo. Yo tenía 14 años en el 86, fecha en la que transcurre la novela, y aunque era más joven y mucho menos quinqui que mis personajes, la verdad es que el recuerdo que guardo de aquella época no se corresponde con la visión mitificada que hoy se tiene de los 80 en general y de la Movida en particular. La mayoría de nosotros la vimos por la tele. Yo al menos he visto más yonquis que modernos, aunque es innegable que aquella explosión cultural nos alcanzó a todos con mayor o menor intensidad.

-La novela tiene muchísimo más de 'jincho' que de Movida, pese al título equitativo. Que nadie se espere una historia protagonizada por unos inconformistas hijos de familias bien que capitanearon la revolución cultural de aquellos años…

En absoluto. Sobre eso ya se ha escrito lo indecible y no tengo mucho que aportar. No soy un experto en el tema y eso es lo preocupante: ¿Cómo una persona que estuvo en Madrid en los 80 sabe tan poco sobre la Movida? La respuesta es porque vivía en Villaverde Alto, a media hora de autobús y a mil años luz de aquel mundo de modernidad e inspiración. En muchos aspectos, los de mi barrio seguíamos en los 70.

-Es más, la novela podría funcionar perfectamente como una historia que capta el día a día de cualquier grupo de adolescentes de cualquier barrio periférico de la España de los 80 sin hacer referencia alguna a la Movida, una historia con la que muchos de los que fueron jóvenes por aquel entonces se sentirán identificados…

Y espero con todas mis fuerzas que así sea, porque su punto de vista no ha sido tratado con justicia ni en la literatura ni el cine. Por un lado abundan las epopeyas quinquis, por otro las glorificaciones de la Movida y, en realidad, fuimos muchos los que pudimos formar parte de ambas realidades. No pretendo hacer un retrato hiperrealista de la época con mi novela, pero sí reflejar el estado de ánimo de unas personas que vivían rodeadas de un contexto que muchas veces resultaba contradictorio.

-Entre los viejos vecinos de Malasaña siempre se ha hablado de los años 80 de la Movida, y de los inmediatamente posteriores, como años en los que la droga golpeaba con fuerza. ¿Fue quizá el mayor nexo en común entre los distintos mundos que muestras en tu libro?

Si me pides que resuma los 80 en una sola palabra, te diré “heroína” y no “Movida”. Aquella sustancia machacó a toda la sociedad y convirtió a España en un país peligroso y sin futuro. Un desempleo atroz y una proliferación salvaje del consumo de caballo hicieron que muchos jóvenes se quedaran sin contribuir al progreso del país. Quizá este fenómeno tenga mucho que ver con los problemas económicos que llevamos arrastrando durante décadas. Y ojo, que no hablo solo de Madrid, sino de todo el territorio. Pregunta si quieres en Vilagarcía de Arosa, donde desapareció literalmente toda una generación de chavales. Trágico.

-Porque los protagonistas de tu novela son heavies rumberos y escuchan principalmente a los Chichos. La Movida madrileña parece que en el resto de aspectos que no tuvieran que ver con la heroína estuvo más alejada de Villaverde..., barrio de los protagonistas de La Movida según los jinchos, que de Barcelona o Valencia… ¿Fue esto así?La Movida según los jinchos

No del todo. O mejor dicho, no para todo el mundo. Claro que en Villaverde había personas inquietas y dispuestas a contagiarse por el espíritu creativo e innovador de la Movida, de hecho también están retratadas en la novela. Pero había una mayoría de jóvenes que vivían en un entorno duro y había que ser duro. Por eso era mucho más fácil identificarse con los Chichos o con los Iron Maiden que con las blanduras intelectuales del pop. Se trataba de encontrar una identidad propia. De existir, en definitiva.

- Y, sin embargo, existe en tus personajes cierta fascinación hacia lo que sucede en La Movida y Malasaña aparece retratada como inevitable lugar al que había que ir...

Ya lo he dicho. Había jóvenes locos por huir de la sordidez de un entorno demasiado orgulloso de ser macarra y una curiosidad generalizada hacia todo lo que proponía la Movida. Aquello estaba muy lejos pero muy cerca y había que asomarse a echar un vistazo.

-Esa fascinación más quinqui por Malasaña viene de lejos: tu novela, en cuanto a recuerdos del protagonista, ya hemos dicho que se sitúa en 1986, pero en 1982 los Chunguitos -de Vallecas- sacaron su álbum Callejón sin salida y para ilustrar la portada eligieron una imagen en la que el grupo se situaba en la esquina de Espíritu Santo con Juan Pujol, con la calle Marqués de Santa Ana al fondo… Luego, en 1987, como curiosidad, diremos que Eloy de la Iglesia elige la plaza de San Ildefonso para rodar La Estanquera de Vallecas...Callejón sin salidapara ilustrar la portadaLa Estanquera de Vallecas

Creo que es una fascinación estética, principalmente. Porque Malasaña tampoco era Disneylandia por entonces y además tenía el encanto visual de las calles estrechas, los edificios decimonónicos, los rincones escondidos... Era un contexto mucho más fotogénico que el paisaje de hormigón y descampado que ofrecían los barrios de la periferia y, al mismo tiempo, también mostraba una realidad underground que no contradecía la dureza que aquellas historias.

-Cambiando de tercio, el próximo 14 de diciembre se cumplirán 15 años de la muerte de Joe Strummer, líder de los míticos The Clash, quien allá por 1986 se convirtió durante unos cuantos meses en habitual de la noche malasañera, asiduo especialmente a locales como el extinto King Creole o de La Vía Láctea. Uno de los grandes hallazgos en tu libro es encontrar explicación al ya famoso ‘Qué pasó con el coche que Strummer dejó aparcado un día en un garaje de Madrid y que, tras olvidar dónde exactamente, jamás pudo recuperar’. Hay hasta un documental sobre este tema ¿De verdad sucedió con aquel ‘dodge’ lo que cuentas en la novela?

Esto es un 'spoiler' en toda regla, pero responderé sin desvelar los hechos que narro en la novela. Lo creais o no, juro que no tengo ni idea de lo que ocurrió con el Dodge de Joe Strummer, pero el hecho de que lo dudeis me hace pensar que el relato es verosímil, así que muchísimas gracias. Pero esta es una historia de ficción, aunque esté llena de referencias reales, y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Al menos en lo tocante a este asunto...

-¿Por qué deberíamos leer La Movida vista por los jinchos? (algo que nosotros ya hemos hecho con fruición)La Movida vista por los jinchos

Porque en realidad es una historia entrañable, aunque esté ambientada en un entorno difícil. Porque es divertida y se lee de un tirón. Porque une dos puntos de vista que en realidad no estaban tan separados y porque muestra la realidad de una época demasiado cargada de mitos. Quienes la vivieron podrán sentirse identificados con muchas situaciones y los más jóvenes tienen mucho que descubrir en estas páginas, empezando por el lenguaje que usaban los adolescentes de entonces. No en vano el libro incluye un glosario de palabras en vía de extinción.

-¿Si fuéramos un bibliotecario que ordenara libros por géneros dónde deberíamos colocar tu novela?

Ante todo, quiero aclarar que no se trata un ejercicio de estilo destinado a demostrar al mundo que soy un macarra que escribe bien. Esto no es la proclamación del orgullo quinqui ni el azote de la Movida. En el fondo (y en la superficie), la novela trata los dos grandes temas del universo adolescente, que son la amistad y el amor. Por eso decía que es una historia entrañable, incluso bonita.

-El Loren, el protagonista, es un nihilista, según afirma el mismo personaje que le han dicho que es. ¿Qué crees que pensaría de la Malasaña actual?

Supongo que lo mismo que pienso yo: que este barrio cada vez se merece menos a sí mismo. Nosotros lo llamamos gentrificación, pero él seguramente se limitaría a decir “¿pero de dónde coño ha salido tanto pijo, tanto turista y tanto pinfloi?”

-La novela está editada por Café Literario Editores, una pequeña editorial argentino-malasañera centrada en autores noveles y con un peculiar modo de proceder y de distribuir sus títulos. ¿Cómo das con ella y cómo ha sido la experiencia?

Llevo 14 años viviendo en Malasaña y uno de mis amigos más antiguos en este barrio es Marcelo López-Conde, el responsable de Café Literario. Siempre me ha fascinado su manera de ver la literatura, como arte y como industria. Para mí es un valiente que desafía el establishment de un sector tan anclado a las glorias del pasado que no acaba de encontrar la manera de encarar el futuro. Y mira por dónde, ahí está este sello rompiendo las reglas, con un canal de distribución único, eficaz, rebelde y sin pretensiones, pero con un cuidado exquisito en todo el proceso de publicación, desde la lectura del manuscrito hasta la venta, pasando por la cuidadísima edición. Frente a otros sellos para autores independientes, Café Literario tiene el gran acierto de no publicar cualquier cosa, por lo que es un honor estar en su catálogo. Y además, ha colocado a mis 'jinchos' en la tienda del Museo Thyssen. ¿Se puede molar más?