En octubre de 2017, una bandera gigante de España tapaba la fachada del Teatro Barceló. Los responsables de este inmueble consiguieron colocar allí una de las enseñas nacionales retiradas de Colón, de 20 metros de largo. Lo hacían “por la unidad del país” y, aunque decían querer huir “de cualquier connotación política”, lo hacían en plena campaña de los partidos de derechas para colocar banderas en los balcones ante el desafío independentista catalán.
Días antes, la misma sala de fiestas, muy conocida en Madrid por acoger en su momento la discoteca Pachá, saltaba a los medios porque uno de sus DJs pinchó el himno nacional entre gritos de “¡arriba España!”, una práctica que se convirtió en algo habitual. Pero, a la vez, empezaron a surgir comentarios de algunos de sus clientes y reticencias en algunos grupos de música por actuar en un lugar tan significado políticamente. Incluso se produjeron altercados nacionalistas a sus puertas. La bandera fue retirada poco después, pero volvió fugazmente hasta que se rompió, el pasado mes de febrero.
La gota que colmó el vaso fue el mitin de Vox en marzo de este año. El partido de ultraderecha organizó el un encuentro llamado Cañas por España, que incluyó un mitin de Abascal y de Rocío Monasterio, además de varios DJs que también pincharon un remix electrónico del himno nacional. Una semana después se iba a celebrar en el mismo lugar una fiesta de temática gay, la Tanga! Party. Pero sus organizadores decidieron anular parte del evento y trasladar su festival -uno de los eventos más multitudinarios que acogía el Teatro Barceló- a la sala Riviera.
La decisión se tomó «ante la gravedad del acto celebrado (…) completamente incompatible con los valores y filosofía de la fiesta», explicaban sus responsables. «Tenemos una responsabilidad con el colectivo LGTBI y no podemos mirar hacia otro lado ante este tipo de actos cómplices con grupos de ultraderecha», añadieron.
Desde ese momento, la estrategia y el posicionamiento político del Teatro Barceló cambió radicalmente: su responsable último, Pablo Trapote, prometió a los organizadores de la Tanga! Party que no volvería a acoger actos homófobos. Una vez pasadas las elecciones, anunciaron la vuelta a la discoteca en redes sociales: “Después de haber consultado ampliamente a nuestro público y después de que Teatro Barceló se comprometiera públicamente con unos valores de respeto hacia el colectivo LGTBI, volvemos a la sala que nos vio nacer”.
El último episodio de este sainete se vivió durante este último fin de semana, el de las Fiestas del Orgullo en Madrid, cuando tuvo lugar en este espacio la Tanga! Party de julio, con doble ración el sábado y el domingo y estrellas internacionales como Eleni Foureira. Para hacer más explícita todavía su nueva etapa, el Teatro Barceló colocó la bandera arcoiris cubriendo su fachada, ocupando el lugar sobre el que año y medio antes se había desplegado la enseña nacional.