De un pinar a un parque duro: vecinos de La Elipa denuncian las obras que quieren transformar su principal zona verde

Luis de la Cruz

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La mayoría de los madrileños desconocen el parque-pinar de La Elipa, una superficie arbolada de catorce hectáreas y media con vistas al Pirulí. Sin embargo, se trata de un espacio muy apreciado por los vecinos de esta parte de Ciudad Lineal, a los que sirve de zona de esparcimiento y pulmón para mitigar los efectos de los humos de las autovías M-30 y M-23.

El pasado 28 de mayo, el Ayuntamiento de Madrid adjudicó el contrato de obra Proyecto de recuperación del parque pinar de La Elipa, cuyos trabajos comenzarán el próximo mes de octubre. El cuidado y mejora del parque siempre ha sido una reclamación vecinal, pero, en opinión de la Asociación Vecinal La Nueva Elipa, el proyecto del Ayuntamiento no es la mejor solución posible porque socava su carácter natural en detrimento de una mayor urbanización al priorizar la proliferación de nuevo mobiliario urbano, caminos de pavimento,  zahorra y una iluminación excesiva.

La lucha contra los caminos duros y la zahorra (un relleno compactado que se está utilizando con profusión en caminos y zonas estanciales) ya ha puesto en contra al vecindario de otros parques reformados, como el de Aluche o el Calero, en el barrio de la Concepción.

La asociación vecinal presentó una propuesta en la Mesa de Urbanismo y Medioambiente de Ciudad Lineal el pasado 30 de abril para pedir la participación vecinal en el proyecto. Poco después, reclamó una reunión con la concejala presidenta del distrito, Nadia Álvarez. Hasta el momento sus peticiones no han sido atendidas.

Lo que los amantes del parque llevan pidiendo hace años es que se entienda que el pinar de la Elipa debe ser esencialmente una zona boscosa, dándosele oficialmente la calificación de parque forestal que ya ostentan otros como la Dehesa de la Villa, el de Valdevebas, la Casa de Campo o el parque forestal de Vicálvaro.

Desde la asociación y la FRAVM (Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid) denuncian que solo un 5% de los dos millones de euros previstos irán destinados a labores de jardinería y que “los árboles de nueva plantación que servirán para reforestar tendrán una altura mínima de 1,5m, por lo que pasarán años antes de que se cumpla el objetivo de ”aumentar la cobertura y densidad arbórea, el valor ecológico y la biodiversidad“. A esto se une el miedo a que la obra convierta el parque en una zona contaminada lumínicamente por gracia de los  48 nuevos puntos de luz previstos.

No es la primera vez que los vecinos de La Elipa tienen que levantarse para proteger su pinar. Durante 2005, con motivo de las obras de mejora de la M-30, el vecindario puso pie en pared contra una tala de árboles que ya había comenzado. Se consiguió que se llevaran a cabo plantaciones y algunas mejoras en el parque. La silueta de la motosierra se ha acercado en otras ocasiones desde entonces y, con motivo de los estragos de Filomena, la Plataforma Salvemos el Pinar de la Elipa tuvo que llamar la atención sobre el abandono del parque. A través del pinar transcurre, de hecho, el Cross Salvemos el Pinar, que este año celebrará su 22ª edición.

En el parque pinar de La Elipa ya hay mobiliario, una red de senderos creada a finales de los setenta y carril bici, pero el espacio es, sobre todo, un pinar y los vecinos, que acaso quieren avanzar hacia su naturalización, temen que la propuesta actual lo convierta en un parque duro más de los que jalonan Madrid.