El polémico pasado de Almeida como gestor de Patrimonio aflora en el Teatro Albéniz: “Que nos explique por qué no lo quiso proteger”
“En un edificio hay dos cosas. Su uso y su belleza. La belleza es de todos, por eso hay que preservarla”. Con estas palabras, prestadas de Víctor Hugo, celebraba el Catedrático de Derecho Administrativo Jesús Prieto de Pedro el regreso a la vida del Teatro Albéniz, emblema de las tablas madrileñas a escasos metros de la Puerta del Sol. Amenazado en numerosos ocasiones y salvado gracias a la movilización de importantes sectores de la sociedad y la cultura en Madrid (materializada en una resolución judicial favorable), volvía por todo lo alto el pasado 17 de noviembre, precisamente 17 años después de su clausura. Lo hacía con el musical Company, producido y protagonizado por Antonio Banderas. Pero este miércoles 3 de enero, la representación dio paso a algo muy real: un homenaje a los miembros de la Plataforma de Ayuda al Teatro Albéniz.
Si esto fuese una obra o una película, como las que se proyectaban en la época de esplendor del teatro, cuando servía también como cine, habría muchos héroes y heroínas. La primera sería Teresa Vico, directora y programadora del espacio durante años y hasta su muerte en 2003. La segunda su hija, Eva Aladro, que emprendió una incansable lucha por salvaguardarlo desde que se anuncia su demolición en 2005. Y otros muchos personajes de reparto (actores, técnicos, juristas, arquitectas...) que se sumaron a esta defensa. Claro que, como toda gran historia, no faltarían los villanos. Uno de ellos, al menos según los protagonistas de este drama con aparente final feliz, no es otro que el hoy alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida.
Lo exponía durante el acto Beltrán Gambier, abogado de la Plataforma que se sumó a ella primero como mero usuario del teatro y más tarde como defensor Pro Bono (sin retribución económica). Gambier no guarda buen recuerdo de la época de Almeida como director general de Patrimonio de la Comunidad de Madrid. Resume su malestar con una petición sobre la postura del actual edil al respecto del Albéniz: “Que alguien me explique por qué no lo quiso proteger”.
Movilización contra un repentino abandono
Para poner en contexto este reproche hay que trasladarse a 2003, año en que la muerte de Teresa Vico coincide con la amenaza que comienza a cernirse sobre el lugar al que tantos esfuerzos dedicó. El dueño del inmueble solicita a los tribunales que el teatro deje de poseer la protección urbanística de la que gozaba, con el objetivo final de venderlo. El Ejecutivo autonómico que entonces lideraba Alberto Ruiz-Gallardón (sobrino-biznieto del compositor Isaac Albéniz, que da nombre al teatro) se persona en un primer momento en el litigio para defender el espacio, pero no pasa mucho tiempo hasta que se retira del procedimiento. Poco después, la Comunidad de Madrid pone fin a su alquiler del espacio ya que se construyen los Teatros del Canal.
Pese a que Esperanza Aguirre incluía la protección del Albéniz en su programa electoral para las autonómicas de 2003, esta no se produce. En 2005 se anuncia su cierre y demolición, ya que la Inmobiliaria Monteverde tiene intención de construir pisos de lujo y comercios. Es la gota que colma el vaso: Eva Aladro inicia un movimiento ciudadano para evitarlo, que encabeza junto a Gambier o la periodista y artista Berta Delgado (responsable del apartado visual y comunicativo de la Plataforma), unas reivindicaciones que pronto se encauzan por la vía legal: solicitar la declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) y, de acuerdo a la Ley de Patrimonio, bloquear el derribo.
El silencio administrativo de Almeida
Reúnen casi 7.000 firmas entre las que aparecen las de personalidades como Pedro Almodóvar, Chavela Vargas o Mario Vargas Llosa. Convocan, además, una gran manifestación en Sol donde están presentes muchas de esas mismas figuras, así como numerosas compañías de teatro, música y danza. Pero la declaración como BIC está en manos de una sola persona, y no es otra que José Luis Martínez-Almeida. El entonces director de Patrimonio en la Comunidad (desde 2007 y hasta 2011) no rechazó la petición, sino que “ni siquiera abrió el expediente”, recuerda Gambier.
Para este abogado, el hoy líder del Gobierno de Cibeles es, junto a Esperanza Aguirre y al por entonces Consejero de Cultura, Santiago Fisas, el principal responsable de poner en jaque el futuro del teatro. Según Gambier, ejercieron un bloqueo tan sistemático a la solicitud de BIC que la Plataforma se vio obligada a presentar un recurso contencioso administrativo al Tribunal Superior de Justicia de Madrid. La sentencia de 2011 les es favorable: obliga a la Comunidad de Madrid no a garantizar la protección, pero sí a incoar el expediente para decidir al respecto.
El Ejecutivo regional lo hace por fin en 2013, ya con Almeida en otro puesto dentro de la administración autonómica. Su labor como director de Patrimonio también se ha visto recientemente señalada ante la inversión en 2010 de tres millones de euros para remodelar el Instituto Homeopático de Chamberí. El Ayuntamiento que actualmente dirige ha declinado ejercer su derecho preferente de tanteo sobre este inmueble, declarado BIC, pese a dicha inyección de dinero público. Si nada lo remedia, en él se instalará una escuela privada estadounidense con matrículas que alcanzan los 66.000€.
Final feliz del que el alcalde presume
Pero el final del papel de Almeida no es el de esta historia. La Comunidad de Madrid, con Ignacio González al frente, deniega la petición para que el Albéniz pase a ser un BIC. “Lo rechaza pese al apoyo de las academias, de todo tipo de instituciones culturales, con un dictamen de un folio elaborado por un técnico que ni siquiera era externo”, lamenta Gambier.
La Plataforma presenta entonces un recurso de reposición, pero ni siquiera es necesario esperar a una sentencia. Cristina Cifuentes firma la declaración de Bien de Interés Patrimonial en 2017. Es una protección algo inferior al BIC, pero preserva la sala, el escenario, el vestíbulo, las tres plantas, la escalera y el propio nombre del Albéniz. Se protege el inmueble y, además, el propio “hecho cultural” que en él se desarrolla, como destaca Jesús Prieto de Pedro.
El nuevo Albéniz no es el de siempre, es cierto. Está integrado en un complejo hotelero de la cadena UMusic Hotels, aunque sus responsables prefieren hablar de “un complejo cultural con habitaciones”. Pero la restauración que ha precedido a su apertura, encargada al arquitecto Antonio Ruiz Barbarín, complace a quienes tanto lucharon para que se produjera. Los autómatas de Ángel Ferrant han vuelto a la fachada y el impresionante interior atesora algo de esa alma que hacía de este un escenario tan especial. El propio Almeida se ha mostrado, esta vez sí, muy interesado en la nueva vida del Albéniz. Aquí cantará David Bisbal en una actuación de la que presumía en redes sociales.
Más allá de este relato de controversia con la administración madrileña, el acto ha dejado momentos muy emotivos. Por ejemplo su cierre, con una hermosa intervención de Angelo Pantaleoni, exdirector del Instituto Italiano de Cultura en Madrid y antiguo colaborador en la programación de algunos espectáculos del espacio: “Al volver a ver esta estructura, me he acordado de una actividad que desarrollé en Roma como Agregado Cultural en la UNESCO en la que catalogábamos las ciudades griegas al sur de Italia, la Magna Grecia. Descubrimos que los colonos que iban a crear una nueva urbe se guiaban por una primera necesidad antes de mirar si el terreno era provechoso: que tuviese una ladera de la colina que permitiese construir el teatro”.
Gratuito y obligatorio, Pantaleoni ha explicado que el teatro era donde los colonos revivían su historia y sus mitos lejos de la Madre Patria. Una reflexión que ha enlazado con el presente: “Vivimos de nuestras emociones pegadas en las paredes. Hemos experimentado momentos de una intensísima emotividad que me hacen sentir mejor persona gracias a la época de Teresa Vico en el Albéniz. El teatro es la actividad de nuestra forma de sentir y de ser. Hoy con el Albéniz tenemos esa ladera aquí con nosotros”. Y pese a ello, algunos dirigentes siguen viendo solo un posible rédito económico cuando miran hacia una colina.
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