Todo aquel que se haya acercado alguna vez a la historia de los barrios de Madrid sabrá del origen de Tetuán (entonces de las Victorias) como barriada periférica de Chamartín de la Rosa, un pueblecito de origen medieval que pronto sería superado por sus suburbios. Tras la guerra, los arquitectos afectos al Régimen comienzan a diseñar un plan de reconstrucción que concebía a Madrid como capital imperial y capital del capital. El diseño estuvo contenido en el Plan General de Ordenación del 41, conocido como Plan Bidagor, y sus posteriores desarrollos y variaciones, que acabarían con la anexión de poblaciones limítrofes en aras de alcanzar el añorado Gran Madrid.
Chamartín de la Rosa fue el primero de los municipios absorbidos entre 1947 y 1954. Tras Chamartín, cuya orden se dictó en 1947 aunque se hiciera efectiva al año siguiente, le tocó el turno a Carabanchel Alto (1948) Carabanchel Bajo (1948), Canillas (1950), Canillejas (1950), Hortaleza (1950), Barajas (1950), Vallecas (1950), El Pardo (1951), Vicálvaro (1951), Fuencarral (1951), Aravaca (1951) y Villaverde (1954). Estas anexiones supusieron que Madrid multiplicara por ocho su territorio.
Para comenzar el recorrido por los restos materiales de Chamartín de la Rosa en Tetuán hablamos con Antonio Ortiz, historiador y miembro de la Casa Vecinal de Tetuán. Nos da algunas pistas a vuelapluma:
“Hay una alcantarilla en Araucaria con Algodonales. Creo que todavía hay algunos locales con el nombre de Chamartín, por ejemplo hay una ferretería en Bravo Murillo que se llama así. Algunos los han cambiado, como el mercado de Tetuán, antiguo de Chamartín. Están el club ciclista Chamartín o la Casa Consistorial de Chamartín, actual Junta Municipal de Tetuán”. Algunas de estas ubicaciones o restos son los mismos que nos han dado otros expertos en el barrio y hemos encontrado por nosotros mismos, lo que da la medida de que, aparte del propio caserío superviviente, el resto de vestigios del municipio de Chamartín en Tetuán son objeto de labor arqueológica.
El recuerdo material más evidente de Chamartín de la Rosa en el distrito de Tetuán es la Junta de Distrito (Bravo Murillo 357) que fue en su día ayuntamiento de Chamartín. ¿Por qué estaba este en una de sus barriadas y no en la localidad histórica? Pues porque la barriada llegó a ser más importante que el propio pueblo y muchos de los políticos que animaban su vida vivían a orillas de la calle de Bravo Murillo. Tanto es así que el Ayuntamiento de Chamarín de la Rosa llevaba estando en Tetuán desde 1880 (en una casa alquilada en la calle de Tetuán, actual Roble), a pesar de que por aquel entonces este era un suburbio inicipiente.
El actual edificio data del año 1934, tal y como se puede leer sobre el pequeño frontón que adorna su torre central. Debajo, se lee aún “casa consistorial”. Las obras, que habían comenzado en 1930, estuvieron dirigidas por el arquitecto José María Plaja –quien proyectara la cúpula del edificio La Unión y el Fénix en Gran Vía– y en el edificio se estableció la casa de socorro y una biblioteca, además de las distintas dependencias municipales.
En la calle de los Algodonales encontramos un par de restos ocultos con el recuerdo de chamartín, literalmente, impreso. Se trata de una perpendicular a Bravo Murillo que es muy Tetuán, donde aún conviven edificios obreros de arquitectura neomudejar popular con casa bajas, solares y, sobre todo al fondo de la calle, nuevas promociones en marcha.
Para ver el primero de ellos debemos ir mirando hacia abajo. Está en el cruce con la calle de Araucaria y se trata de una tapa de alcantarilla de 1936 en la que se puede leer “Alcantarillado de Chamartín de la Rosa”.
Para reparar en el segundo, en cambio, debemos ir mirando hacia arriba, pues hablamos de una placa de piedra que seguramente ha sobrevivido por estar en una fachada en alto (en el número 3 de la calle). En ella se lee “El pueblo de Chamartín de la Rosa a los mártires de Annual”. Nos pusieron sobre la pista de la existencia de esta placa desde el Grupo de Protección del Patrimonio de Tetuán y el Centro de Estudios sobre el Madrid Islámico.
Desde las bocacalles de Algodonales, por cierto, se vislumbra el Mercado de Tetuán (Marqués de Viana 4), antiguo de Chamartín de la Rosa, que se proyectó en 1946 con este nombre, poco antes de la anexión a Madrid.
Tal y como apuntaba Antonio Ortiz, la toponimia comercial nos indica el camino de la historia reciente de los barrios. En la orilla oeste de Bravo Murillo, cerca ya de lo que fue la prolongación de la Castellana, existen aún distintos comercios que se llaman Gran Madrid, recogiendo la idea bajo la que se produjeron las anexiones de los pueblos periféricos.
El gran ejemplo de nomenclatura superviviente en nuestro caso es la Ferretería Chamartín, que luce en su toldo un “desde 1934”. Aunque el local actual está en un edificio de reciente construcción, la Chamartín lleva vigilando el tramo norte de Bravo Murillo desde tiempos de la Segunda República, con la continuidad de varias generaciones desde entonces tras su mostrador.
Cruzando al otro lado de Bravo Murillo de nuevo, y rodeando la cercana plaza de la Remonta, encontramos la placa conmemorativa del Club Ciclista Chamartín, junto a su actual sede social y a un cartel que anuncia la última carrera ciclista celebrada en Bravo Murillo, el pasado 24 de octubre.
Aunque la actual encarnación del Club data de 1951 por la cesura provocada por la guerra y la posguerra, fue fundado en 1925, siendo el primer club ciclista de Castilla y uno de los primeros de España. Entre sus afiliados históricos figura Julián Berrendero, ciclista dominador de los años treinta y cuarenta. Actualmente continúan con la tradición ciclista desde su club de cicloturismo.
En realidad, la propia nomenclatura de la Remonta podría considerarse en cierto modo recuerdo de los tiempos dependientes de Chamartín de la Rosa, pues la actual plaza conserva el nombre del Cuartel de la Remonta, situado en aquel Tetuán de las Victorias, que estaba enclavado sobre los terrenos que habían sido, tiempo atrás, la Quinta de los Castillejos. Lo mismo sucede con muchas calles del distrito y hasta con los títulos de propiedad de las casas más antiguas de cuantas quedan en pie, que guardan aun el camino discontinuo de la historia de Madrid hoy hemos tratado de recorrer.