Javier Sádaba: “La mayor parte de las acciones que tendríamos que hacer en este momento son desobediencias”

Luis de la Cruz

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Javier Sádaba es una de las caras de la filosofía de nuestro país desde hace décadas. Doctor en Filosofía y Letras, licenciado en Teología, catedrático de Ética en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Observatorio de Bioética y Derecho de la Universidad de Barcelona. Currículum aparte, Sádaba siempre se ha mojado y se ha comprometido, poniendo su voz profunda y su palabra precisa al servicio de causas poco cómodas como la eutanasia, la insumisión o el derecho de autodeterminación de los pueblos, entre muchas otras.

Recientemente, ha publicado Aforismos del desencanto (Almuzara), un libro primorosamente ilustrado por Ana María Vacas en el que las páginas tienen más espacio en blanco que en el resto de su obra, pero no menor profundidad. Un concentrado de rebeldía en el que se leen, cargados de humor, posos de los posicionamientos de su anterior título, el todavía reciente Porque soy libertario (Catarata, 2019). Usando la novedad editorial como excusa, nos acercamos a charlar con él a su casa del barrio de Bellas Vistas, en Tetuán.

SOMOS TETUÁN: Vamos a empezar con la geografía madrileña de Javier Sádaba, que este es un medio en el que nos interesan mucho los lugares

JAVIER SÁDABA: Hago memoria para recordar los sitios donde he vivido madrileñamente. Por una parte, soy rudamente vasco y, al mismo tiempo, he vivido siempre en Madrid, con mi querida y difunta mujer. Ella tampoco era de Madrid, pero vinimos y tuvimos aquí a nuestro hijo. Primero en la calle Villaamil, luego en la de Pamplona y ahora aquí, en la calle de Leñeros. Siempre en Tetuán. Si tuviera que decir la huella mía en Madrid –más bien la de Madrid en mí– sería Tetuán.

Después, por oficio, la Universidad Autónoma, que me daba el respiro de dejar el cemento de Madrid. Y tenía un estudio al que saqué mucho jugo que estaba en Malasaña, entonces, durante mucho tiempo me sentía muy de Malasaña, en el sentido de que me parecía un Madrid que todavía mantenía el barrio, hombre, con mucho guiri y mucho pijo también, pero resistía (no sé si sigue resistiendo tanto). Estudiaba y me tomaba los vinos allí.

Hablemos del libro de aforismos. Me preguntaba qué da el aforismo como instrumento. Por otro lado, quería decirte que las ilustraciones son magníficas

Empiezo por el final: las ilustraciones son lo mejor de ese libro. Son de mi pareja, Ana Vacas. Luego, dividiría la primera pregunta en dos partes, ¿por qué me sale a mí en un momento dado escribir aforismos? y, ¿qué aporta el aforismo?

A mí me picaba la curiosidad hacía tiempo de expresarme así: no ya en metáforas, en símiles ni, por supuesto, a través de ensayos, sino de una manera que fuera una especie de cosquilleo, en que puedo decir de una manera más rápida y concentrada. Hay una expansión de mí ahí. Más que informar, expresar.

Me pareció bueno el vehículo del aforismo, donde con muy pocas letras puedes decir mucho. Después, ese tipo de concentración me parece muy útil porque el cerebro tiende a dispersarse y que uno diga algo de una manera muy concreta te obliga a llegar a la gente a través de la depuración del lenguaje. Finalmente, diría que los aforismos están trenzados, o a travesados, por lo que para mí son principios básicos: la valentía y la desobediencia, es decir, obedecer solo normas justas y, por lo tanto, ser crítico con el poder, la política o la religión; y que, al mismo tiempo, se viva la vida cotidiana, que muchas veces está encerrada en los refranes. El aforismo no hace otra cosa sino darles un grado más de vida.

La filosofía de la vida cotidiana ha sido uno de tus campos de interés

Escribí un libro hace mucho (yo creo que es malo, pero de mucho éxito), Saber vivir. Si tuvo un mérito, que creo que enlazó con cierta sensibilidad del momento, es lo que decía y sigo pensando sobre que el filósofo tiene un primer paso: apartarse de las cosas para aclararlas, que es una de sus misiones. Una vez dado ese paso, hay que volver al mundo y comprometerse. La filosofía es compromiso, aplicar lo que uno cree que ha visto a la vida de todos los días, empeñarse en estar con los demás, con los problemas de todo el mundo. Y especialmente a la vida política, que está muy corroída. La democracia es ultra débil y por lo tanto lo que hay que hacer es comprometerse con aquello que pensamos, que son los ideales de igualdad y todo aquello que colabore a que vivamos mejor.

Hay uno de los aforismos que apunté que comienza “la verborrea es enemiga de la filosofía, abunda entre los mediocres…”, me parece que la verborrea, trasladada también al bombardeo continuo de imágenes e información, es muy significativa de esta época. Sin embargo, parece que no hay hoy una presencia pública de filósofos como la que hubo en tu generación

Son muchas cosas. No voy a decir que la verborrea sea una cosa muy española, que puede ser, pero creo que a veces se da en exceso. Aquí hay, a veces, un odio a la excelencia y una oposición al pensamiento abstracto letales.

No creo que haya en estos momentos una filosofía interesante, casi en ningún sitio pero, desde luego, en España no. Lo que abundan son palabras, palabras, palabras…Lugares comunes, tópicos, seguir al supuesto líder…Esto inculturiza a la gente, nos hace menos críticos y autocríticos. Y, de esto, hay exceso.

Voy a lanzarte unos conceptos sobre los que has trabajado ampliamente y que creo tienen correlatos muy claros en la actualidad

Libertad, muy manoseado en la última campaña electoral…

No podemos extendernos ahora sobre un tema relacionado con las Neurociencias: por qué podemos decir que somos libres o en qué momento somos libres, porque la mayor parte de las cosas que hacemos están condicionadas por una gran cantidad de aspectos. Pero, voy a suponerlo y pasar a la parte externa: que todos nos tomamos por libres (que es lo que importa), por responsables.

En ese terreno, sobre lo que es la libertad, estoy muy cerca del anarquismo, hacer aquello que uno cree que es lo mejor para uno y para los demás. Después de haberlo reflexionado, porque no hay libertad sin inteligencia. En el mundo de las acciones, no ya en el del pensamiento, hay que tener siempre una meta, en la cual, poniendo lo que me parece que son los puntos clave de una vida que nos interesa (la libertad, que va unida a la seguridad, la igualdad, y otros tantos, más o menos declarados por los Derechos Humanos), hay que comprometerse.

 Ser lo más libre posible muchas veces es durísimo, porque dices lo contrario de los que mandan. La mayor parte de las acciones que tendríamos que hacer en este momento son desobediencias: ser desobedientes al dinero, desobedientes a la mal-política, desobedientes a un montón de palabrería, como he dicho antes, que no hace más que entontecernos.

Esto enlaza bien con Porque soy libertario, tu anterior libro

Ese libro es una confesión con ganas de que se contagie. Lo que hago no un tratado sobre el anarquismo sino intentar que la gente vea que de lo que están hablando los liberales no es de libertad, es de la protección de la propiedad privada de unos cuantos; y que la libertad tiene que extenderse a todo el mundo, ha de ser algo espontánea (en el sentido de que sale de uno y llega a los demás) y tiene que ser pieza fundamental en una sociedad en la que se respete la libertad de los otros por que son iguales que yo.

Vuelvo a lo de enunciarte conceptos que son muy tuyos…Amor

Voy a hablar del amor-pasión, no del amor-amistad. Yo pensaba que era superior el segundo y actualmente pienso que lo es el amor-pasión. El amor fuerte, férreamente construido, cuando te entregas a otra persona, te das a ella, ella a ti, hay un proyecto y construyes algo que también se expande y, yo pienso, aparte de hacerte más feliz puede servir como modelo para que otros sean más felices también.

Nacionalismo

Me molesta que a cualquier cosa que digas se le ponga la etiqueta de nacionalismo. No hay tales naciones, es un concepto oscuro, hay grupos de gente que deciden organizarse como sea, y ojalá al final hubiera una organización universal por encima de cualquier Estado.

 En cualquier caso, como vasco yo de lo que hablo es de la autodeterminación, quiero que me pregunten con quién me quiero yo aliar o no, cómo puedo encauzar mi futuro. Ese es mi único nacionalismo, al margen de que pueda haber otros folclóricos (que me parece muy bien). Pero de lo que estoy en contra es de que pueda haber otros nacionalismos que fueran como el español que yo conozco, que pareciera que es “esto lo ha puesto Dios aquí por encima de cualquier cosa”. Los hombres podemos organizarnos como nos dé la gana.

El derecho a la muerte digna

Eutanasia, que es como hay que llamarla. Que haya leyes me parece bien, aun así, la que se ha aprobado ahora se queda corta, habría que dar más libertad a la gente para irse de este mundo cuando le dé la gana. Con ciertas restricciones. Como decía Chomsky, no hay libertad sin reglas, pero deberían ser las mínimas y siempre teniendo en cuenta que yo soy el titular de mi cuerpo. A mí nadie me ha pedido permiso para venir a este mundo y no tengo que pedírselo a nadie para marcharme.

Inteligencia Artificial

Durante bastante tiempo lo he estudiado –ahora lo he dejado un poco–, me parece enormemente interesante. Es el trashumanismo, el poshumanismo…Podríamos crear tecnológicamente, con los medios de que disponemos (genética, epigenética, neurología, física…), un tipo de individuo radicalmente distinto a este. Pero eso plantea grandes problemas. Primero, me llama la atención que no se hayan dado cuenta que, si allí podría haber injusticia, todavía la hay en este mundo actual. Primero arreglemos esto, ¿no? Imaginemos que hubiera un mundo muy distinto en el que podría haber individuos de primera y de segunda –ya los hay ahora, pero de una manera más técnica y organizada– o, dicho de otra manera, personas y esclavos. Hay que oponerse a eso desde ahora. ¿Cómo?, diciendo que es radicalmente injusto y que ese sería un tipo de persona que no tiene que ver nada con lo que algunos entendemos por una universalidad humana. Habría que estar mucho más atentos, explicar lo que se está haciendo, que no haya secretismo, y una dosis tremenda de moral para que, negando que eso pueda ocurrir, al mismo tiempo tenga el reflejo de que ocurra en nuestros días.