BELLAS VISTAS

Cómo se organiza un barrio para luchar contra el cambio climático a través de la Termometrada

Luis de la Cruz

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El pasado sábado, decenas de vecinos de quince zonas de Madrid salieron a la calle termómetro en mano para medir las temperaturas de distintos espacios públicos. La Termometrada, que así se llamó el evento, no fue una competición sino una experiencia colaborativa de ciencia ciudadana con raíces en la plataforma Salvemos Nuestros Parques y en la universidad.

Bajo la batuta técnica de los investigadores Andrés Cardil Tornos (CSIC) y Máximo Florín Beltrán (Universidad de Castilla-La Mancha), los vecinos pusieron sus madrugones, el conocimiento del territorio y las ganas de poner números a lo que todos dan por hecho: el impacto de los espacios verdes urbanos en la sensación térmica. El caldo de cultivo, motor de las redes ciudadanas participantes, viene cocinándose desde hace meses en las movilizaciones contra los arboricidios, las reformas duras y otras luchas contra la desaparición de zonas naturalizadas a lo largo y ancho de la ciudad.

Los mejores parques de cada barriada, las zonas infernales (carentes de sombra y con suelo artificial) y los espacios mixtos, con sombra tupida dispersa y suelo artificial, fueron puestos a prueba en distintos momentos del día. Concretamente, a las 7:30 de la mañana, el momento más fresco; a las 5 de la tarde, dos horas después del cenit solar, y dos horas después de la bajada del sol, a las 00 horas.

Una semana antes, representantes de todos los grupos habían tenido una reunión general en el Centro Social Okupado y Autogestionado La Ferroviaria (Arganzuela) en la que se repartieron los termómetros y se explicó pormenorizadamente la metodología del experimento.

Los datos procesados y empaquetados científicamente para sacar conclusiones globales aún tendrán que esperar al mes de septiembre, pero ya han trascendido algunas conclusiones provisionales que sitúan el punto más fresco en Montegancedo (Pozuelo), una zona actualmente arbolada donde está previsto construir, y los más calientes en la Plaza de la Cebada o el recién remodelado parque El Calero.

Bajando al barro, viviendo el barrio

Ciencia ciudadana es uno de los conceptos en boga en el mundo científico, pero, como sucede con todos los sintagmas de moda, en algunas ocasiones los eventos bajo este frontispicio se convierten en contenedores sin verdadero fondo participativo para justificar la propia pertinencia del proyecto. No es el caso de la Termometrada, que no se agota en la ayuda ciudadana en la recogida de datos, sino que encuentra el impulso en una movilización ciudadana previa, vive del conocimiento sobre el terreno de cada vecindario y servirá en un futuro para potenciar los litigios locales entorno al arbolado y el espacio público.

En el caso del parque El Calero (Barrio de la Concepción), la movilización vecinal que se organizó en la plataforma Salvemos El Calero para protestar por la reforma dura de su parque, bañado en zahorra, se ha involucrado en las mediciones y ha encontrado en ellas argumentos que refuerzan sus posiciones.

Rubén explica su experiencia como voluntario de la Termometrada en El Calero. “Los datos son bastante concluyentes, entre la zona frondosa y el infierno donde he medido yo, a la hora de más incidencia del sol la diferencia es de 31 grados a 37,5, la más alta de las medidas en Madrid (en el otro infierno, con el nuevo suelo de zahorra, ha habido 35,5)”, explica, dejando constancia de que una de las pocas zonas que se ha salvado de la reforma del parque es el punto más fresco del mismo de largo.

Para entender la implicación y el trabajo en equipo dentro de uno de los quince barrios participantes nos hemos acercado a la experiencia de Bellas Vistas, al sur del distrito de Tetuán. Al contrario que en otros barrios, el impulso no procede de ningún grupo nacido al calor de la lucha contra un arboricidio. Sería complicado, ya que en Bellas Vistas apenas hay árboles (en un 62% de las calles del barrio no hay ni uno solo y los vecinos sufren una evidente escasez de zonas verdes) pero sí cuenta con un tejido vecinal muy implicado en la lucha por el territorio desde hace años.

El grupo funcionó con un espacio vecinal como centro neurálgico –el Espacio Bellas Vistas– donde se congregaron el martes anterior al evento una docena de vecinos y vecinas. Con la habitual dinámica asamblearia que caracteriza a los colectivos del lugar, eligieron los cinco puntos de medición adecuados dentro del barrio y se repartieron el trabajo.

María, participante de Espacio Bellas Vistas y del grupo de la Termometrada residente nos explica cómo casaron la reflexión espacial que vienen desarrollando desde hace años con el experimento. El infierno elegido fue la plaza de las antiguas cocheras de Cuatro Caminos, una gran explanada dura muy cerca de Bravo Murillo donde la vida vecinal –se hacen las fiestas de Bellas Vistas– subsiste milagrosamente a los rigores más lacerantes del sol. “En realidad, había muchas candidatas”, explica. Como calle pavimentada con árboles eligieron la de Pamplona, junto a la plaza del Poeta Leopoldo de Luis, pero, en el momento de elegir el mejor parque de Bellas Vistas surgió el debate más interesante.

“Sin salir de Bellas Vistas el mejor parque podría ser quizá el de los pequeños jardines de Carlos París, que marcamos como uno de los puntos de medición, pero al aterrizar el proyecto vimos que, en realidad, nuestros refugios climáticos más cercanos están extramuros al barrio. Por un lado, el recién remodelado parque de General Perón, cruzando la frontera de Bravo Murillo; por otro, la Dehesa de la Villa (distrito Moncloa-Aravaca). Nos parecía un planteamiento interesante para el después de”.

Uno de los ingredientes fundamentales para llevar a cabo proyectos de ciencia ciudadana es la existencia de comunidades ciudadanas curiosas y activas, deseosas de relacionarse con la academia; otro, que funciona como una pastilla de Avecrem propia de nuestras sociedades avanzadas, es la aportación extra de capital científico proveniente del vector ciudadano del proyecto.

Beatriz y Gloria son vecinas, arquitectas y expertas en clima urbano (participan en el proyecto MATEMAD -Materiales urbanos optimizados para ciudades más habitables y sostenibles). “Gloria y yo tenemos, por nuestro trabajo en la universidad, experiencia en mediciones y en islas de calor. Hacemos medidas con sensores fijos pero nunca podemos medir a nivel de ciudadano-peatón porque los roban. Aunque hemos hecho mediciones con patinetes o coches, el hecho de que intervengan muchos ciudadanos a la vez, en el mismo momento y en todo Madrid, no se ha hecho nunca y tiene un valor muy grande, aunque pueda haber cierta heterogeneidad en los datos”, explica Beatriz, que se muestra muy optimista con la repercusión que puede tener el proyecto de cara a futuras reclamaciones. “Ya no hablamos un científico diciendo que hay cambio climático, lo está diciendo la gente, y esto puede hacer moverse más a los políticos”, explica.

 Las conclusiones provisionales del grupo, según nos cuentan los participantes en la Termometrada, confirman el análisis previo del grupo: los mejores parques de Bellas Vistas no están en allí y sus vecinos han de trasladarse para disfrutar del frescor propio de lo que todos entendemos como un parque en condiciones.

Uno de los paradigmas de la ciencia moderna es que los datos sean reutilizables y al grupo de Bellas Vistas se le hacen los dedos huéspedes con los datos recabados, que además de sumar en las conclusiones globales pueden ayudar a apuntalar peticiones históricas del barrio. “Tenemos muchas ganas y una energía muy chula para darle continuidad y hacer nuestra propia reflexión como grupo”, cuenta María. ¿Se convertirán los termómetros en un nuevo símbolo de la lucha por el derecho a la ciudad?