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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Los sin techo que pasaron lo peor de la pandemia en el pabellón 14 de Ifema

A unos veinte minutos de la parada más cercana de tren, atravesando una pasarela y cruzando un puente, casi campo a través, se vislumbran a lo lejos los barracones del centro de acogida de la Campaña de Frío de Vallecas. En estos primeros días de junio, los contenedores achicharran y las literas que dejan entrever los barrotes y las ventanas abiertas parecen demasiado juntas para permitir una distancia de seguridad. 

Manuel Teresa Cobián, de 51 años, arrastra los pies mientras cuenta que prefería mil veces el pabellón 14 de Ifema, el dispositivo habilitado para resguardar de la pandemia a 150 personas en situación de calle. Se abrió un 20 de marzo y cerró el pasado 31 de mayo, albergó a más de 200 personas. Supuso un alivio para muchos a los que la pandemia dejó en la calle y para otros que ya conocían lo que era vivir en ella, y fue la demostración de que la voluntad política puede poner en marcha iniciativas en tiempo récord para cuidar a los que no tienen un hogar en el que confinarse. 

Como aseguró el director general de Emergencias en declaraciones a este diario, el Ayuntamiento de Madrid llevaba semanas trabajando antes del cierre para evitar que nadie se volviera a quedar en la calle. Algunos salieron por su propio pie, como Miguel, que con la declaración del estado de alarma se vio de repente sin techo tras el cierre de la pensión en la que llevaba unos meses hospedado después de su divorcio. Ahora ha recuperado su trabajo y se ha ido a vivir con su nueva pareja tras atreverse a contar su situación. 

A muchos otros, sin embargo, ha habido que encontrarles alternativas dentro de los servicios sociales. En función de su perfil, algunos fueron derivados a programas de viviendas tuteladas y otros fueron trasladados a albergues como este de Villa de Vallecas, desde cuyo exterior Manuel saluda a Mohammed, de 30 años. Llevan un largo camino juntos desde Ifema y le pide que se acerque. 

Esquiva a un hombre que yace medio inconsciente en la entrada del albergue, y caminando hacia su moto cuenta cómo terminó en la calle. “Me echaron del trabajo cuando llegó el estado de alarma, y no pude permitirme seguir alquilando”, con varios idiomas y un currículum forjado en el extranjero, Mohammed nunca antes se había visto en esta situación, “siempre que he podido trabajar me he podido buscar las castañas de un mes a otro”. Ahora no puede más que esperar a que la pandemia amaine para recuperar cuanto antes su vida. 

Quien sí lleva más tiempo en la calle es Cristian, de 35 años, que tiene que irse rápido porque hay unas horas estrictas de salida del albergue y su turno aún no ha llegado. Él también estuvo en el pabellón 14. Perdió su teléfono móvil pero quiere asegurarse de que se publican unas imágenes que, denuncia, muestran que este centro de Vallecas, habilitado para la Campaña de Frío y ahora extendido por la pandemia, no reúne buenas condiciones. 

La conversación continúa en tono de crítica, y tanto Mohammed como él comentan las últimas noticias que han salido sobre los gastos del hospital de campaña de Ifema, habilitado para los casos leves de COVID-19 y que llegó a atender a 4.000 personas, porque algunos servicios duplican el precio medio de un hospital normal.

En el caso de las personas sin techo, las 300 plazas repartidas entre Ifema y el polideportivo Marqués de Samarach, por las que han pasado más de 650 personas, han supuesto un coste de 134 euros por persona al día, cuando en una instalación de la red habitual el gasto es de 52 euros. El Consistorio justifica este aumento de casi un 260% al ser un “recurso con servicios muy complejos y diversos cuando empresas cerraban”, declaraba López.

El Ayuntamiento aumenta las plazas para los sin techo

Desde la clausura de Ifema el Ayuntamiento de Madrid ha abierto 524 nuevas plazas para personas sin hogar. Esta cifra se desglosa en 384 camas en centros como el de La Latina o Puerta Abierta, para evitar la reducción drástica que supondrá el cierre de la campaña de invierno, según explica Pepe Aniorte, concejal delegado del Área de Familias, Igualdad y Bienestar Social del Ayuntamiento de Madrid. 

Se abren también 60 plazas de 'housing led', pisos compartidos en grupos reducidos, 50 en pensiones, y 30 en habitaciones en el programa 'No Second Night', que están a la espera de ponerse en marcha para mujeres sin techo, que durante la pandemia fueron albergadas en dispositivos diferentes a los hombres al tener una mayor vulnerabilidad. Por otra parte, el polideportivo Marqués de Samaranch, habilitado al mismo tiempo que Ifema y con capacidad para otras 150 personas, seguirá abierto hasta julio. 

Frente a la imagen hostil de los barracones de Vallecas, que junto al albergue para personas sin hogar tiene también 296 plazas para solicitantes de asilo, contrasta el centro de acogida Juan Luis Vives, también en los confines de un polígono industrial, en el que Ángel Alcantarilla, como en Ifema, hace las veces de anfitrión. Huele a desinfectante y la organización ha dispuesto sillas y vasos de agua para la entrevista. 

A sus 69 años y con una pensión como oficial del Ejército, Ángel dedica parte de sus ingresos a la enfermedad de su madre. Compaginaba estancias en hostales con noches en el aeropuerto, y cuando la pandemia llegó tuvo la suerte de caer en Ifema. Está más que acostumbrado a tratar con la prensa, antes de militar pasó años yendo y viniendo de la redacción de El Alcázar a la oficina de censura franquista donde revisaban los textos que después imprimían las rotativas. 

Junto a Ángel, Juan José Martín, de 56 años, sonríe amable detrás de la mascarilla. Llegó a Ifema el 20 de marzo, destaca que el buen trato que recibieron en el pabellón por parte de Grupo 5, la empresa contratada para la gestión del espacio, ha continuado en este centro de acogida. Ambos coinciden en que las instalaciones y rutinas están mejor organizadas que en el antiguo pabellón, porque se nota que este centro ya lleva tiempo funcionando.

Vallecas, el albergue de la campaña de frío al que fueron derivados Manuel, Mohammed o Cristian, entre otros, es un espacio concebido para un periodo determinado de tiempo y los residentes denunciaban falta de ordenadores, por ejemplo, para buscar trabajo, algo que en Luis Vives sí hay. Aquí tienen habitaciones dobles, pueden salir con más libertad y Juan José confía en que cuando termine el estado de alarma los trabajadores le orienten para reinsertarse en el mercado laboral y volver a ser, dice él, una persona “normal, de los que están fuera, porque los que estamos aquí… nos miran como si fuéramos de otro planeta”.