Un despistado se mete sin permiso en el recinto del Templo de Debod y es reprendido a silbatazos por los dos guardias de seguridad que cuidan de que no se vandalice esta joya egipcia. El santuario, del siglo II antes de Cristo, sobrevive desde 1972 al aire libre en un promontorio del centro de Madrid. En lo alto del antiguo Cuartel de la Montaña, el monumento lleva cincuenta años expuesto al impacto del sol, del viento, de la lluvia, de la contaminación y de las pintadas, esperando una cubierta que lo proteja de las inclemencias de un clima que en nada se parece al egipcio. Es Bien de Interés Cultural y tiene la máxima protección patrimonial desde 2008.
Los sucesivos gobiernos de Madrid han impulsado varias intervenciones, “parches” en palabras de restauradores y conservadores, para evitar daños mayores en una carrera contra el paso del tiempo. El proyecto de cubrirlo emerge y desaparece en titulares de prensa sin que las palabras se traduzcan en hechos. El Gobierno de Manuela Carmena prometió estudiar una cubierta transparente pero el mandato terminó sin un plan concreto para ejecutar la obra. No fue el primero que lo planteó, antes también lo había prometido el PP.
La UNESCO instó en 2007 a salvaguardarlo físicamente. La piedra arenisca es muy sensible a la huella humana y climatológica. Su situación en España es anómala: el templo fue donado a Franco en 1968 en compensación por la ayuda española tras el llamamiento realizado por la UNESCO para salvar los templos de Nubia (Egipto), en riesgo de desaparición por la construcción de la presa de Asuán. Junto a este santuario se regalaron otros tres, que han sido conservados en el interior de museos a cubierto: Densur en Estados Unidos, Ellesiya en Italia y Taffa en Holanda.
Ahora, el Gobierno de José Luis Martínez-Almeida se compromete a asumir las riendas para que al final de la legislatura esté licitada la obra que “cubra” el templo con la “medida arquitectónica más apropiada”, según se aprobó el martes en el Pleno de Cibeles por iniciativa del PSOE. El empuje definitivo para pasar a la acción no lo han dado las voces de alarma de los expertos, que llevan años advirtiendo de los daños, sino un tirón de orejas de un egiptólogo, Zahn Hawass, que se echó las manos a la cabeza con la dejadez de las administraciones y el estado del monumento. “Es el único regalo que hemos hecho al pueblo español y no lo está cuidando. Todos los regalos que se han hecho a otros países sí están cubiertos; así que si no puede protegerlo, entonces tiene que devolverlo porque no lo está valorando”, dijo Zahi Hawass en una visita a España para impartir una conferencia.
“El templo ha perdido parte de su superficie, unas micras, y aporta información arqueológica imprescindible para la documentación. Creo que los diferentes gobiernos no se han querido mojar. No era una cuestión prioritaria. Es mucho dinero y a lo mejor puede ser controvertido. A la gente le gusta verlo descubierto, pasear por allí”, resume Cristina Cabello, que trabaja en el Servicio de Conservación, Restauración y Estudios Científicos del Patrimonio Arqueológico de la Universidad Autónoma de Madrid.
Los arquitectos vs. los restauradores
Esta restauradora participó en el año 2018 en unas jornadas organizadas por el Ayuntamiento de Madrid para debatir sobre las posibles soluciones para la conservación del templo, donde se escenificó la confrontación entre los expertos de diferentes disciplinas. Mientras los conservadores y arqueólogos urgieron a avanzar en el cubrimiento del santuario; algunos arquitectos eran favorables a continuar interviniendo puntualmente en el monumento para consolidar la piedra con productos químicos.
Fuentes del área de Cultura, dirigida por Andrea Levy, precisan que se contratará a un grupo de expertos (para lo cual de momento no hay presupuesto) que hagan un “diagnóstico” de la situación. Después, la fórmula elegida por el equipo de Martínez-Almeida es el concurso de ideas, que está previsto que se convoque en 2021. Mientras tanto, el Consistorio invertirá este año 50.000 euros en cubiertas y en estudios de drenaje, según fuentes del área. Las actuaciones no se pueden abandonar en el proceso. Desde 2015 se han invertido 350.000 euros en las intervenciones sobre el santuario, según los datos aportados por Alfredo Martín Flores, jefe de la división de la investigación arqueológica del Ayuntamiento de Madrid.
Martín Flores es el responsable de la conservación del Templo de Debod desde hace 30 años. “No diría que las administraciones no han hecho nada. Como museo ha sido objeto de atención continuada, pero la posición no solo requiere eso sino soluciones más definitivas”, expresa en conversación con eldiario.es. El conservador admite que “es verdad que el hecho de que alguien de fuera nos venga a hacer una reclamación -en referencia a las quejas del egiptólogo- puede ser motivo de mayor atención” y enumera de memoria una retahíla de intervenciones sobre el santuario.
La más importante fue la instalación de una cubierta metálica en el tejado del templo en 2006 que ya ha tenido que ser sustituida en dos ocasiones. El monumento, además, tuvo que cerrarse durante el mandato de Carmena porque se estropeó el sistema de climatización. Ahora, las visitas están controladas. Alcanzan las 250.000 al año pero solo se permite que los grupos entren de 30 en 30. Las colas en el exterior son frecuentes casi a cualquier hora del día.
Entre algunos conservadores hay temor sobre el resultado del concurso de ideas que ha propuesto el Ayuntamiento. “En Notre Dame había ideas que a nivel de restauración eran estrambóticas. Me asusta que eso mismo pueda pasar aquí”, confiesa Cabello. Martín Flores asegura que en el proceso se priorizará el criterio de conservación sobre otras “consideraciones estéticas”.
Dos años para reconstruirlo en Madrid
La ubicación del monumento ha podido también acelerar su deterioro. El alcalde de Madrid de la época, el franquista Carlos Arias Navarro, escogió la Montaña de Príncipe Pío como el mejor espacio para albergar el templo, pese a sus altos niveles de humedad y exposición al viento por la altura. La otra opción que se barajaba era la Casa de Campo. “Entonces el antiguo Cuartel de la Montaña era un enorme solar y se ajardinó con la llegada del templo”, explica Martín Flores.
El santuario se trasladó a España por bloques, como acreditan las fotografías de la época publicadas por ABC. La reconstrucción en Madrid llevó dos años y requirió de añadidos no originales traídos de Vilamayor (Salamanca). Una piedra más resistente que se combinó con la arenisca mediante una técnica llamada anastilosis. El templo se colocó sobre una base de piedra, a modo de podio, para aislar los bloques originales del suelo y alrededor se construyó una suerte de foso, sin agua. Durante los trabajos de reconstrucción la gente que pasaba por allí, curiosa, se llevaba fragmentos a su casa. La inauguración se produjo el 18 de julio de 1972 y el Gobierno de Franco justificó que no tenía recursos para cubrirlo en ese momento por la complejidad técnica y la alta factura económica.
Cuarenta y ocho años después, el Templo de Debod espera por fin superar las soluciones paliativas y vislumbra una permanente. El siguiente debate sobre la mesa, una vez acordada la necesidad de protegerlo, es cómo hacerlo. Hay dos ideas: dotarlo simplemente de una cubierta o generar toda una estructura museística a su alrededor, ya sea por arriba o por debajo del monumento. Aunque para eso habría que testar el subsuelo del parque, donde hay también restos arqueológicos. Moverlo de ubicación, de momento, se ha descartado por el riesgo de fractura de los sillares. “El valor es incalculable. Con las tecnologías actuales no nos podemos agarrar a la complejidad técnica ni al tamaño”, concluye Cabello. “Ya no hay excusas”.