Las terrazas de Madrid empezaron en verano a extenderse desde las aceras a las plazas de aparcamiento de la calzada con rotundo éxito de público y alborozo de los hosteleros. Se trata, sobre el papel, de una medida provisional del Ayuntamiento para paliar las pérdidas causadas por la cuarentena y las restricciones impuestas contra la COVID-19, pero se está convirtiendo en un dolor de cabeza para algunos vecinos, especialmente en Chamberí, donde más autorizaciones se han dado.
Los residentes se quejan de la reducción de plazas de aparcamiento y el aumento del ruido, y ahora temen que con el frío empiecen a aflorar estufas de gas, algo que el ayuntamiento no descarta. El permiso, que originalmente caducaba el 22 de noviembre, se amplió este mes hasta final de año, de momento.
El Gobierno local quiso espolear el consumo en los bares con un acto simbólico a finales de mayo en el que la vicealcaldesa, Begoña Villacís, cortó una cinta en una de esas nuevas terrazas, a modo de inauguración. También tuvo un encuentro con colectivos vecinales para hablar del asunto. “Fue una reunión de hechos consumados, estaba todo decidido”, recuerda Félix Sánchez, secretario de la asociación de vecinos Retiro Norte.
Aunque las autorizaciones se demoraron, cuando en agosto empezaron a instalarse las plataformas, comenzaron los roces. El primero, por las plazas de aparcamiento. Las terrazas ocupan la zona verde para residentes, y el Ayuntamiento se comprometió a compensarlas pintando de verde plazas de zona azul, donde cualquiera puede estacionar. “No se ha hecho”, asegura Pilar Rodríguez, presidenta de la Asociación de Vecinos El Organillo de Chamberí. Solo en la calle de Ponzano, epicentro del terraceo en el barrio, “se han quitado 70 plazas de 130 que había, y solo se han pintado unas 50 en otras calles”, critica la dirigente vecinal. Al ayuntamiento le constan en toda la ciudad “142 sugerencias y reclamaciones que de forma explícita se refieren a la reducción de plazas”, indica una portavoz de Coordinación Territorial del ayuntamiento.
En el distrito de Retiro hay división de opiniones sobre la conveniencia de instalar plataformas. “Hay a quien no le gusta para nada, y a quien le parece una manera de liberar el espacio de las aceras. Pero para que haya un debate ciudadano y que la gente pueda opinar, tenemos que tener los datos”, opina el secretario de la asociación Retiro Norte, Félix Sánchez, que echa en falta que el ayuntamiento no elabore un mapa que muestre dónde se han compensado las plazas retiradas.
Los hosteleros, por el contrario, están encantados, aun si durante el verano se quejaron de que los permisos tardaban en llegar. “Lo solicitamos a principios de junio y nos lo concedieron a mediados de agosto”, dice Carlos Ibán, gerente de la cervecería La Ola, en Gaztambide, que asegura que en su zona sí se han pintado de verde las plazas de zona azul. “Desde que tenemos la terraza, nosotros trabajamos de maravilla, hemos tenido que contratar a otra persona”, celebra. La autorización le permite poner nueve meses más, pero solo ha colocado siete. Parecido opinan en La Pulpería de Mila, un restaurante en el barrio de Recoletos, en el distrito de Salamanca. “Los clientes no se animaban mucho a ir al interior y con la terraza vamos resolviendo la papeleta”, señala el encargado, Roberto. Sobre las críticas vecinales, admite que “hay opiniones para todo el mundo”, pero asegura que “la mayoría está de acuerdo”.
El éxito económico de la medida se comprueba en el aumento sostenido de permisos. El ayuntamiento actualiza los datos en su página web con carácter mensual, y en la cuenta a fecha de 13 de septiembre figuran 146 terrazas en bandas de aparcamiento: 58 en Chamberí; 24 en Salamanca y otras tantas en Arganzuela; 20 en Chamartín, 13 en Retiro, 3 en Villaverde y sendas en Ciudad Lineal, Moncloa, Moratalaz y Usera. El ayuntamiento no ha vuelto a desglosar los datos, pero afirma que, en total, en la semana del 14 al 20 las autorizaciones llegaron a 197 y, en la siguiente, a 233. Las solicitudes pasaron en esos 14 días de 599 a 632.
Los vecinos se quejan también del ruido, un problema que ya viene de antiguo en barrios con vida nocturna, pero que la cuarentena había minimizado. “Como venga buen tiempo esto va a ser la guerra, no se va a poder vivir”, avisa Rodríguez, de la asociación de Chamberí. “Se debería, a medio plazo, hacer un estudio del ruido. Muchas de las calles en las que han puesto terrazas tienen aceras estrechas y nos han llegado quejas de que en cuanto se mete una terraza retumba más”, apunta Félix Sánchez, de Retiro.
Otro conflicto en ciernes vendrá con el rebrote de los calefactores de pie, esas estufas de gas con aspecto de farola que se usan en los meses de frío para climatizar las veladas al relente. Los vecinos se temen que, con el espacio extra obtenido, se multiplique su uso. “Me consta que en otras provincias ya los están pidiendo; ya solo nos falta eso”, ironiza Rodríguez, que razona: “No puede ser que estemos con el cambio climático y metamos más guarrerías para contaminar”. “Esperemos que la calle no se vuelva un almacén de estufas”, coincide Sánchez. Desde el ayuntamiento no descartan que se vayan a autorizar. “A día de hoy, la terraza que lo desee, solicita al Distrito una modificación de la autorización y éste, siempre y cuando esté homologada la estufa, es quien autoriza / valora su colocación”, responden desde Coordinación Territorial.