Capítulo nº 1. En noviembre empezaron las obras de la plaza de Antonio Gala, sita en uno de los centros de Tres Cantos e histórico lugar de reunión vecinal. Allí se gestó el 15M local, se reunieron los expulsados de las mil viviendas cuando un fondo buitre les subió el alquiler y se organizó una recogida de firmas pidiendo al alcalde que permitiera usar un palacete para acoger refugiados. La plaza tenía diseño asambleario, con gradas y un quiosco pérgola. Pero las obras acabaron con todo: se cargaron las gradas, cubrieron el suelo de hormigón y plantaron en medio una enorme fuente de esas que salen del suelo. ¿Remodelación necesaria o mala leche?
“Podemos especular con algo político”, considera Federico Mas, portavoz adjunto del grupo municipal Ganemos. “Siempre ha habido historias ahí. Parece que el Partido Popular dijo: 'aquí se reúnen mucho estos cabrones. Voy a tirar las gradas'. Y la dejó para niños”.
Capítulo nº2.
Jesús Moreno es alcalde de Tres Cantos desde 2012, cuando sustituyó a José Folgado (antiguo diputado del PP de José María Aznar) al ser este nombrado presidente de Red Eléctrica Española. En las municipales del 26M, el PP ha recuperado la mayoría absoluta que ya alcanzó en 2007 y 2011 y ha sacado 11 concejales, el 46% de los votos. Tres Cantos es uno de esos municipios azules del área metropolitana madrileña que este año, en pleno descalabre nacional del partido, lo han aupado aún más. Como Torrejón, Las Rozas, Boadilla y Villanueva de la Cañada. Solo en Pozuelo, donde llevaba once legislaturas gobernando en solitario, el PP perdió la mayoría absoluta.
Casi todos estos sitios tienen algo en común: están entre los diez más ricos de España. Tres Cantos es el noveno. Durante su investidura este sábado, Moreno recordó que quiere seguir haciendo de Tres Cantos una ciudad de “vanguardia tecnológica”, poniendo como ejemplo a Netflix, instalada allí.
Capítulo nº3.
En la lujosa urbanización de Santo Domingo (Algete) nació en 2002 un partido local con el fin de segregarse. No funcionó. La formación sacó este año dos concejales y hay quien cree que toca recuperar la idea de secesión. Lo mismo pasó en La Moraleja (una de las 'urbas' más exclusivas de España, perteneciente a Alcobendas) a finales de los 80. Los vecinos pidieron firmas pero la independencia no prosperó.
“Sus casos son por superioridad, igual que los catalanes, y no lo van a conseguir. En Tres Cantos no había supremacismo, sino sentido común. Si el partido local cogía fuerza, se estarían enfrentando una sociedad urbana y otra tradicional. En las primeras fiestas había corridas de toros y con la independencia eso desapareció, porque aquí somos urbanitas, no ganaderos. Se solucionó correctamente: hoy nadie se acuerda ni hay conflictos entre ciudades”. Al habla Mónica Egea y Donato Fernández, vecinos pioneros y autores del libro más completo sobre la historia de la ciudad: Tres Cantos, 20 años de historia.
En 1991, veinte años después de nacer, Tres Cantos se independizó de Colmenar Viejo y se convirtió en el último municipio, el 179, de la Comunidad de Madrid. La segregación la consiguió el partido 'indepe' junto al PSOE, mientras que el PP siempre se mostró en contra.
¿Qué diferenció al exitoso proceso independentista tricantino del de otras 'urbas'? Bienvenidos a la historia más reciente de creación del extrarradio madrileño y su conversión en un bastión de la derecha...
Una 'new town' desarrollista
Tres Cantos es una ciudad a 20 kilómetros al norte de Madrid. Nació bajo decreto en el franquismo: en 1970 se aprobaron las Actuaciones Urbanísticas Urgentes (ACTUR) que pretendían “hacer frente a la demanda de viviendas en grandes concentraciones urbanas, de manera especial en Madrid y Barcelona”.
“Es un proceso de los 60, cuando Madrid crecía mucho. Se sospecha que no podrá acoger todo lo que viene y hay precedentes históricos de otras ciudades, como París y Londres, que activaron pueblos de su entorno tras la Segunda Guerra Mundial. Eran proyectos de 'nuevas ciudades', que no eran nuevas por ser nuevas, sino porque cumplían unos requisitos”, explica Egea, doctora en sociología por la Autónoma de Madrid. Esos requisitos los marcaba la Sociedad Internacional de las 'New Towns' y consistían en 'zonificar' la ciudad. Dos ejemplos son Milton Keynes en Reino Unido o Columbia en Estados Unidos.
“España llega con veinte años de retraso. Se encuentra con el mismo problema y busca sitios para desarrollar. Delimita varias: La Cartuja en Sevilla, Puente de Santiago en Zaragoza, Martorell, Sabadell-Tarrasa en Barcelona y Tres Cantos, donde no había absolutamente nada. El resto no funcionaron: La Cartuja quedó como parque temático, los de Barcelona como polígonos...”, continúa la profesora. Para ubicar Tres Cantos se escogieron terrenos que pertenecían a Colmenar Viejo, un pueblo ganadero. Lo único que había en la zona era un bar, en un apeadero donde paraban las reses.
“Se expropiaron tierras, pastos agrícolas y viñedos. En general, pertenecían a grandes ricachones de Colmenar, aunque había parcelas pequeñas”, añade Fernández, catedrático en Economía. “Aún hay heridas abiertas: algunas entidades financieras metieron miedo a los colmenareños y les convencieron para vendérselas a bajo precio. Otros no pudieron demostrar que eran suyas porque el registro civil se había quemado en la guerra”.
Hecha la expropiación, el estado se hizo cargo. “Una característica de las 'new towns' es que una empresa pública gestiona: tenía que expropiar, vender el suelo y designar las cooperativas”, continúan los profesores. Así, en 1976 se constituyó Tres Cantos S.A.
La 'urba' de las clases medias
Con el suelo planificado, se formaron cooperativas -en su mayoría, de funcionarios madrileños- para acceder a él y se empezó a construir la urbanización. Pero la crisis de los setenta paralizó Madrid como polo de atracción. En esas, muchas cooperativas fracasaron y para principios de los 80 Tres Cantos era un proyecto fantasma, en el que apenas se habían construido 4.000 viviendas. Cuando terminó el franquismo y se formó la Comunidad de Madrid, el PSOE estuvo a punto de hacer borrón y cuenta nueva y devolver a Colmenar sus tierras ganaderas.
“Un consejero pasó en tren, vio los edificios y le pareció que esto era una ciudad sin futuro”, recuerda Egea. “Dijo que había que dinamitarlo. Se dieron cuenta de que era una barbaridad. Era una ciudad concebida para un Madrid en crecimiento continuo y vieron que ya no sería así. Pero aquí había mucha ilusión, así que se cambian los planes y se hace una remodelación”.
El PSOE de Leguina, con Eduardo Mangada como concejal de urbanismo, se hizo cargo del proyecto. Puso al empresario Ramón Romo al frente de Tres Cantos S.A y junto a los vecinos 'pioneros' relanzó la ciudad, que rediseñó en forma de sectores: enormes manzanas cerradas al tráfico con varios edificios, amplias zonas verdes, comercio y equipamientos públicos. “La primera ordenanza marcaba hasta la vegetación de cada zona. Leguina, Mangada y Romo son personajes clave. Hicieron un gran trabajo”, continúa. “Les dolía la ciudad, no dormían para que saliera adelante”.
Como los cooperativistas eran funcionarios, “se formó un lugar de clase media”, indica Egea. “No necesariamente con buen sueldo, sino con sueldo seguro. Eso tiene un tinte conservador. La planificación no está exenta de ideología: si tú quieres llenar una zona de cierta gente, planificas para esa gente”. Los pisos no eran más baratos que en Madrid y que la ciudad estuviera al norte, cerca de la sierra, ya implicaba que sería para una clase más alta que un desarrollo del sur.
Los indepes
Con la urbanización rehecha, sus nuevos habitantes empezaron a reclamar servicios a Colmenar. Tres Cantos era como un nuevo PAU: había muchas nuevas familias pero faltaba de todo. “No había farmacias, ni recogida de basura, ni oficina de Correos. Cuando empezaron las obras un señor montó un quiosquillo para vender bocadillos a los obreros y luego un bar donde todo el mundo se reunía”, recuerdan los profesores. “Las cartas se repartían ahí”.
El señor, que era ganadero, terminó volviendo con las vacas porque decía que aquello había cambiado mucho. Pero su bar, el Velázquez, fue el germen del movimiento independentista. “Tenías que participar porque no había nada”, continúa Fernández. “Y así surge: se hace una plataforma, pero no a lo loco, que pide la independencia quedando bien con los colmenareños”. Se bautizó como Tres Cantos Unido, lo dirigió Antonio Osuna y en las elecciones del 87 entró en el Ayuntamiento de Colmenar.
Entre los motivos para la secesión no solo estaba la falta de servicios. También el crecimiento de la zona, las diferencias económicas y hasta el lenguaje. El periódico local publicó la columna “Razones objetivas de la segregación”, que argumentaba que el uso del gentilicio 'tricantino' era un motivo obvio para separarse.
“Los ciudadanos de Tres Cantos no se denominan colmenareños, sino tricantinos; porque así lo han querido en sus gestos y lenguaje. Y eso es una segregación de hecho (...) Y el colmenareño, al otro lado del espejo - que por otra parte no quiere la segregación - curiosamente a los residentes de Tres Cantos no les denomina con el peculiar apodo de 'forastero', sino muy al contrario los llama tricantinos. Y eso es un hecho radical”.
“Era razonable. El pueblo crecía todos los años mil habitantes. A esa velocidad, en 1990 iba a alcanzar en población a Colmenar”, señala Fernández, que formó parte de Tres Cantos Unido. “En el momento que un partido con interés en Tres Cantos ganara las elecciones, Colmenar no iba a admitir que gobernara”. Los tricantinos, que movían más dinero que los colmenareños porque tenían industria, se quejaban de pagar más impuestos por tener menos servicios.
“No teníamos nada. Pero el alcalde de Colmenar decía: voy a asfaltar de oro las calles de Colmenar. Era un decir de político, pero...”, ríe Egea.
Egea hizo, con su empresa Oikon, la primera encuesta para analizar la viabilidad sociológica del asunto. La mayoría se decantaba por constituirse como municipio independiente. Entre sus conclusiones, destacaba:
“Frente a un pueblo ganadero, se oponía una ciudad moderna; frente al paro y baja cualificación de la mano de obra de Colmenar, se oponía la elevada cualificación de los tricantinos que ganaban dos sueldos; frente a un Ayuntamiento que intentaba gestionar un Parque Industrial con mentalidad de ganadero, se oponía la creación de otro con mayor capacidad técnica. En fin: Tres Cantos es una 'new town' (...) que debe autogestionarse con un ayuntamiento de técnicos de vanguardia”.
Para los colmenareños, Tres Cantos había sido una imposición. El libro recuerda que “ni las autoridades locales ni los vecinos llegaron a entender el fenómeno Tres Cantos ni a asumirlo como propio”. Además, les habían expropiado sus mejores tierras. Por contra, la nueva urbanización proporcionaba puestos de trabajo y generosos ingresos para las arcas municipales, lo que hacía del ayuntamiento de Colmenar uno de los más ricos de España.
Con todo esto sobre la mesa, y tras varios años de negociaciones y acuerdos políticos, con Tres Cantos Unido tirando del carro de la independencia como propuesta principal, el 1 de marzo de 1990 se celebró el pleno de la segregación en el Ayuntamiento de Colmenar. La independencia salió con los votos a favor de Tres Cantos Unido y el PSOE de Colmenar Viejo y la abstención del PP, que siempre trató de impedirla.
Una ciudad normal
“Todo lo que vino después fue postizo”, sentencia Fernández. “Una ciudad normal, hecha por políticos normales”. En las primeras elecciones tricantinas, el PP ya fue la fuerza más votada, pero la alcaldía fue para Tres Cantos Unido, que sumó con el PSOE y la Agrupación Independiente de Tres Cantos. La tendencia se mantuvo en los 90 - ganaba el PP, pero los 'indepes' sumaban con otros partidos - y cambió en el 2000, cuando el propio TCU le hizo junto al PP una moción de censura al PSOE, que en ese momento tenía la alcaldía.
Aunque el PSOE había sido el artífice del proyecto, invirtiendo dinero público a través de la Comunidad de Madrid y apoyando la independencia, los tricantinos nunca se lo reconocieron en las urnas. “Resulta una paradoja. Si la gente votara de acuerdo a la contribución a la ciudad, no votaría al PP. Pero muchos no saben que el padre de la criatura fue el PSOE”, dicen los profesores. También Mangada reconoció en este periódico que, tras rehacer la ciudad, Leguina le dijo: “Oye, no hagas más viviendas para cooperativas porque la gente en cuanto es propietaria vota al PP”.
¿Qué había pasado? “Es el resultado típico del asentamiento de las clases medias, que siempre son conservadoras. Mucha gente tampoco sabe que los populares no apoyaron la independencia”, continúan. “Y a partir de 2003, la ciudad da un vuelco a la derecha”, añaden desde Ganemos. “La desaparición de Tres Cantos Unido hace que mucha gente que apoyaba al partido local se decante por su concepto ideológico”.
Las nuevas construcciones no mantuvieron el diseño de sectores, lo más genuino del lugar. En 2003, con el PP gobernando, se aprobó un nuevo plan de expansión. Lo bautizaron como Nuevo Tres Cantos y se lo entregaron a una empresa privada (FCC), convirtiéndose en uno de los pocos municipios de España en desarrollar un plan de ordenación a través de una concesionaria.
“El modelo de ciudad cambió. Si vas por la primera fase, ves que cada sector tiene su comercio y su dotación municipal: un colegio, una cancha de fútbol... Era cooperativista y todas las plusvalías iban para construir los servicios. En el Nuevo Tres Cantos, las plusvalías van para la empresa”. Para el alcalde, el cambio de urbanismo es un simple reflejo de los tiempos: cuando se hizo el 'viejo Tres Cantos' la tendencia era que las urbanizaciones “miraran hacia fuera” y cuando se diseñó el nuevo lo normal era que fueran manzanas cerradas.
Esta parte de la ciudad, aún en construcción, es como los nuevos PAUs: urbanizaciones, avenidas anchas y poco comercio a pie de calle. Allí se construyeron las viviendas protegidas que iban a a ser para los jóvenes y terminaron en manos de Fidere, un fondo buitre que les subió el alquiler de 600 a 900 euros y la opción a compra de unos 72.000 euros a 180.000.
En el resto de la ciudad, reinan las plantas y los adoquines nuevos. En los últimos años, el Ayuntamiento ha remodelado todos y cada uno de los famosos sectores, cambiando el pavimento y reformando avenidas y plazas. La desaparición de las gradas de la plaza Antonio Gala -que abría este reportaje- es fruto de uno de esos cambios.
“Siempre que hacemos una remodelación hay gente que muestra sus inquietudes”, se defiende el alcalde. “Pero cuando se ve que funciona bien la gente queda satisfecha”.
“Creemos que el PP hace una política de envoltorio y jardinería. Enfocan todo a través del urbanismo: hacen poco mantenimiento y después lo remodelan todo, aunque no haga falta, con obras faraónicas que dan más dinero a las empresas”, critican los portavoces de Ganemos. “Siempre hemos pedido más servicios sociales, pero ellos tienen muy claro que eso vende. Y se ha demostrado. También es cierto que miles de personas se van todos los lunes a trabajar, vienen a dormir y luego el viernes salen por la calle y dicen: esta ciudad está bien. Es bonita. Han sacado 12.500 votos, es incontestable”.
Su gestión económica, de momento, también: el Ayuntamiento cerró 2018 sin deuda y con un superávit de 6,8 millones de euros. Aunque por mucha industria que tenga, que quede a 20 kilómetros de Madrid impide que sea un todo y la gente viva y trabaje allí, como sucede en todas las ciudades dormitorio de la Comunidad.
Con cerca de 50.000 habitantes, sin apenas paro y con importantes tecnológicas asentadas (además de Netflix, Siemens, Deimos - la empresa en la que trabajó Pedro Duque), los tricantinos suelen estar encantados de su ciudad.
“Nos gusta. Hemos vivido cuando no había ni accesos ni tren ni autobús y ahora hay de todo. Estamos contentos”, concluyen Egea y Fernández. “Por primera vez en mi vida he votado al PP”, añade una vecina que lleva allí toda la vida tras la investidura. “Porque Tres Cantos mola un montón y es gracias a su labor”.