Movilizaciones para impedir la construcción de una cripta con 230 nichos en una zona verde. Una victoria vecinal sobre una parroquia controlada por el movimiento católico Camino Neocatecumenal, más conocido como los Kikos, por el nombre de su fundador, Kiko Argüello. El renacimiento de un movimiento vecinal en un barrio que hacía tiempo lo había perdido y la recuperación de una zona verde y abandonada para una futura biblioteca. Son los capítulos de un conflicto que durante cuatro años ha enfrentado a los habitantes del barrio madrileño de Opañel, en el distrito de Carabanchel, con la parroquia de Santa Catalina Labouré. Parecían los últimos pero el retraso en el cambio de la valla que debe delimitar la nueva parcelación de los terrenos ha vuelto a movilizar a unos vecinos que acusan al Arzobispado de bloquear unas obras que deben llevar a cabo.
“El Ayuntamiento nos dijo que los trabajados podrían comenzar en octubre [de 2017] pero estamos en abril y aún no ha se ha movido nada”, explica Pepa Miñaro, portavoz de la Asociación Cultural de la Plataforma de Opañel La Higuera y el Almendro, entidad que nació de las movilizaciones, y que reclama al Arzobispado que cumpla lo aprobado en el Plan Especial aprobado el año pasado por el Pleno del Ayuntamiento. Este acuerdo estableció un cambio de parcelación que implica el movimiento de la valla que ahora delimita el espacio del interior de la parroquia puesto que parte de los terrenos son ahora municipales. “Es algo que tiene que hacer la parroquia”, afirma la portavoz. Hace dos semanas los vecinos comenzaron la primera de varias movilización para reclamar el inicio de las obras con una protesta frente a la valla que debe ser modificada. El 8 de abril llevaron su reclamación hasta las puertas del Arzobispado de Madrid y ya avisan de que no pararán hasta ver el comienzo de las obras.
El pasado nociembre el Ayuntamiento de Madrid envió al Arzobispado la notificación sobre la reparcelación de los terrenos y desde el Consistorio confiaban que las obras comenzarían en un tiempo breve. Preguntado ahora a las razones del retraso, fuentes de la Área de Desarrollo Urbano Sostenible explican que “el Arzobispado está siendo lento porque no quiere pagar el cambio de la valla”. Por ello se han iniciado negociaciones para llegar a un acuerdo y ver quién costea las obras.
“Aclarar cómo se hacen las cosas”
Un portavoz del Arzobispado de Madrid afirma que “no hay intención de retraso sino de aclarar cómo se hacen las cosas”. Subraya que el pasado noviembre se recibió la primera notificación del Ayuntamiento del cambio de parcela. “Por parte del Arzobispado no se presentaron alegaciones”, continúa, y el 12 de enero de este año se recibió la notificación firme. “Ahora se está pendiente de ver cómo se hacen las obras y quién asume su coste”, afirma. En dos semanas el Arzobispado y el Ayuntamiento se reunirán y desde el área que dirige José Manuel Calvo confían en resolver “pronto” la reparcelación de la valla y que los vecinos puedan finalmente hacer un uso público de los terrenos.
Las nuevas movilizaciones de los vecinos no solo llegan para exigir el cumplimiento de un acuerdo de Pleno sino también por la necesidad de poner en marcha un proyecto que hasta que no se realicen las obras está paralizado. Una idea de la Asociación y el estudio de arquitectura Kune Office fue seleccionado el pasado enero por el programa Imagina del área de Cultura del Ayuntamiento para precisamente revitalizar el descampado que hay junto a la parroquia. “Nuestra idea es que el solar se convierta en un espacio adecuado para fomentar la lectura, la cultura y la ecología mientras llega la biblioteca”, explica Miñarro.
Bajo el nombre El jardín de los libros ómadas, el proyecto prevé poner un marcha una “bibliobicicleta” que conecte el solar -que tendrá varios puntos de lectura y un huerto urbano- con las bibliotecas de la zona y un calendario de eventos culturales. La idea tiene presupuestada una partida de 60.000 euros que tienen que justificar -y por tanto ejecutar- antes de diciembre. “Pero hasta que no se cambie la valla no podemos hacer nada”, afirma la portavoz.
De los 6.300 m² que ocupa el descampado anexo a Santa Catalina Labouré, lugar en el que la parroquia proyectó una cripta con 230 nichos, más de la mitad son espacio municipal. La otra parte tien un uso religioso tras una permuta realizada con el Ayuntamiento en 1995. La parroquia mantuvo vallados todos los terrenos durante más de 15 años y, tras las movilizaciones vecinales, abrió el descampado que no le correspondía y desde entonces el espacio está abandonado y cada día acumula más basura. “Si el Arzobispado no mueve la valla el espacio se seguirá deteriorando”, sostiene Miñarro.