Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.
En una Europa que teme un nuevo 'crash', el optimismo de Rajoy suena ridículo
El temor a una nueva crisis financiera ha vuelto a las páginas de los diarios europeos de referencia. Porque el Gobierno griego ha entrado, de nuevo, en fase de inestabilidad, porque el italiano está a un paso de lo mismo, porque no hay indicio alguno de que la UE pueda acabar con la recesión a corto plazo, porque la austeridad impuesta por Alemania no funciona en parte alguna. Pero, sobre todo, porque muchos bancos de los países de la eurozona están al borde de la crisis. El ambiente, entre los expertos, en la prensa y en los círculos políticos, es de gran preocupación, cuando no de pesimismo. En todas partes, salvo por nuestros pagos. Aquí, como se sabe, Mariano Rajoy y los suyos aseguran que las cosas van a empezar a mejorar dentro de pocos meses.
Nadie en Europa se ha hecho el mínimo eco de los pronósticos optimistas que el Gobierno español se ha sacado de la manga, sin explicar cómo ni por qué, ni tampoco sobre el pacto alcanzado por el PP y por el PSOE para “ir juntos a Europa” (y seguramente para volver con el rabo entre las patas o, a lo sumo, con alguna migaja que no cambiará nada). En las últimas semanas, las únicas referencias que han aparecido sobre la situación económica de nuestro país han sido las reseñas del informe que la troika (BCE, UE y FMI) presentó la pasada semana en Madrid. Subrayando uno de sus puntos: el que dice que España podría que tener que solicitar en breve un nuevo rescate de su sistema bancario o, lo que vendría a ser lo mismo, que se le entregaran los más de 50.000 millones aún no utilizados del rescate de 100.000 concedido hace un año.
Expertos españoles opinan que es cada vez más necesario pedir esa ayuda, porque unos cuantos de nuestros bancos podría entrar en crisis a no mucho tardar: nadie dice cuales, que en esas cosas aquí nunca se habla claro, pero no hay que excluir que alguno de los grandes pudiera estar en la lista de los problemáticos.
Lo cierto es que la amenaza que la debilidad financiera española supone para la eurozona sigue estando en el centro de los análisis: exactamente igual que hace un año, que dos y que tres. Y por mucho que el Gobierno trate de disfrazar la realidad a los ojos de los españoles, ese dato es el que cuenta. Y el que sigue determinando el comportamiento de los mercados: por algo la inquietud sobre Grecia, o sobre las consecuencias que podría tener en todo el mundo el anunciado fin de la política de estímulos financieros por parte del Gobierno norteamericano, se ha traducido automáticamente en un subida de nuestra prima de riesgo (hasta los 330 puntos) y del interés de nuestra deuda a 10 años (hasta el 4,9 %).
Los graves riesgos financieros de un país en el que sólo la banca debe una cantidad superior a nuestro PIB, nuestro paro de más del 26 %, y nuestra recesión –que la mayoría de los expertos cree que durará al menos dos años más, aunque no se excluye algún trimestre, los menos, con resultados ligeramente positivos- son los datos que marcan la imagen económica de España en Europa. Lo que se invente Rajoy para tratar de callar a quienes dentro de su partido quieren echarle del cargo, o para subir un poquito en las encuestas, no cuenta.
Con todo, nuestro país no está en el centro de la atención en estos momentos, aunque podría volver a él a la mínima de cambio. Ahora, la cuestión más inquietante es la inestabilidad política en Grecia. Que es fruto directo de la austeridad impuesta por la UE: el abandono del Gobierno por parte del partido Nuevo Izquierda se ha debido a su rechazo al cierre de la televisión estatal decidido por el primer ministro Samaras para atender a las exigencias de Bruselas. Pero que puede terminar en un crash en los mercados. Lo cierto es que el ajuste fiscal aplicado en Grecia ha provocado la primera crítica abierta del FMI –en el que la opinión norteamericana siempre ha tenido un peso decisivo- a la política dictada por Alemania. Porque no ha resuelto nada, dice, y ha llevado a Grecia a perder el 20% de su PIB.
También Italia es fuente de grave preocupación. Porque la derecha amenaza veladamente con abandonar el Gobierno de concentración con el centroizquierda, como forma de presionar para que el tribunal de casación no convalide la condena a Silvio Berlusconi a un año de cárcel, y cinco de prohibición para ejercer cualquier mandato público, que el Tribunal Constitucional acaba de ratificar. Todo esto después de que este lunes el exprimer ministro italiano haya sido condenado, en sentencia que Berlusconi recurrirá, a siete años de cárcel e inhabilitación perpetua por los delitos de inducción a la prostitución de menores y abuso de poder en el llamado caso Ruby. Y también Italia es fuente de preocupación porque crece la movilización sindical contra la política de austeridad. Y porque la economía va muy mal: tanto, que uno de los grandes bancos del país, Mediobanca, acaba de advertir de que si las cosas no mejoran sustancialmente, Italia tendrá que pedir un rescate dentro de seis meses.
La situación no es mejor en los otros tres países que la UE ha rescatado en los últimos años. La situación financiera de Irlanda -por no hablar de la económica, en general, marcada por la recesión, el paro y los recortes-, siendo muy mala. La de Portugal, también. Y varios analistas coinciden en que Chipre es “un caso perdido”, que podría explotar de nuevo de un momento a otro.
Mientras tanto, en el escenario político de la UE todo son contradicciones y desacuerdos. Hay muchos que creen que el desacuerdo entre Bruselas y el FMI terminará en ruptura. Alemania está cada vez más de uñas con el Consejo Europeo y con José Manuel Durao Barroso, a los que acusa de ineficacia. Berlín y París desconfían más que nunca el uno del otro. Y el pasado jueves, tras 18 horas de reunión, los ministros de Economía de la eurozona fueron incapaces de acordar quiénes tendrían que soportar las consecuencias de una eventual quiebra bancaria: algunos países siguen queriendo que una parte de la cuenta la paguen los depositantes. Incluso los que tienen menos de 100.000 euros.
En esas condiciones, que son las que reflejan los periódicos medianamente serios del continente, el forzado optimismo de Rajoy suena a ridículo. Y la “marcha conjunta sobre Europa” del PP y del PSOE, a patética.
El temor a una nueva crisis financiera ha vuelto a las páginas de los diarios europeos de referencia. Porque el Gobierno griego ha entrado, de nuevo, en fase de inestabilidad, porque el italiano está a un paso de lo mismo, porque no hay indicio alguno de que la UE pueda acabar con la recesión a corto plazo, porque la austeridad impuesta por Alemania no funciona en parte alguna. Pero, sobre todo, porque muchos bancos de los países de la eurozona están al borde de la crisis. El ambiente, entre los expertos, en la prensa y en los círculos políticos, es de gran preocupación, cuando no de pesimismo. En todas partes, salvo por nuestros pagos. Aquí, como se sabe, Mariano Rajoy y los suyos aseguran que las cosas van a empezar a mejorar dentro de pocos meses.
Nadie en Europa se ha hecho el mínimo eco de los pronósticos optimistas que el Gobierno español se ha sacado de la manga, sin explicar cómo ni por qué, ni tampoco sobre el pacto alcanzado por el PP y por el PSOE para “ir juntos a Europa” (y seguramente para volver con el rabo entre las patas o, a lo sumo, con alguna migaja que no cambiará nada). En las últimas semanas, las únicas referencias que han aparecido sobre la situación económica de nuestro país han sido las reseñas del informe que la troika (BCE, UE y FMI) presentó la pasada semana en Madrid. Subrayando uno de sus puntos: el que dice que España podría que tener que solicitar en breve un nuevo rescate de su sistema bancario o, lo que vendría a ser lo mismo, que se le entregaran los más de 50.000 millones aún no utilizados del rescate de 100.000 concedido hace un año.