Aprovechando la celebración del Mundial de Rusia lanzamos este blog para contar las historias más curiosas o desconocidas de los mundiales: política, literatura, algún test de conocimientos, economía y algo de fútbol.
La revolución que acabó con una selección legendaria
Tras la Segunda Guerra Mundial el orden futbolístico en Europa cambió. Las potencias que eran Italia y Suiza se encontraron con una generación arrasada y con la imposibilidad de jugar Mundiales. Tras retomar la normalidad, uno de esos equipos que aprovechó el vacío de poder fue Hungría. Una selección que obtuvo el oro en los Juegos Olímpicos de 1952. Y que al año siguiente se dio a conocer al mundo arrollando a Inglaterra 3-6 en Wembley mostrando su candidatura para el Mundial de 1954, donde desperdiciaron una ventaja de dos goles ante Alemania Federal, equipo al que en la fase de grupos habían ganado 8-3. Un conjunto legendario que ansiaba el Mundial de 1958 para tomarse la revancha pero que se encontró con un final abrupto: sus estrellas aprovecharon un partido europeo para exiliarse lejos de su país poco antes de que el ejército soviético redujera la revuelta.
De la revolución al exilio
Gran parte de la población de Hungría se encontraba alejada de los principios políticos que imponía la Unión Soviética y desde febrero de 1956, cuando Nikita Jruschov fue elegido sucesor de Stalin al frente de la organización, se sucedieron las muestras de disconformidad en Budapest. Toda esa frustración transformó una revuelta estudiantil el 23 de octubre en un movimiento social que derrocó al gobierno. Cuando el nuevo ejecutivo húngaro llegó al poder dejó claro que su prioridad era que Hungría decidiera su sistema gubernamental alejado del unipartidismo marcado desde Moscú. Finalmente, el 10 de noviembre el ejército soviético dio un mensaje autoritario tomando Budapest y dejando a su paso 250.000 refugiados que huían de las detenciones por disidencia política.
Dos días antes de la llegada de las tropas soviéticas, la plantilla del Honved -campeón húngaro- decidió exiliarse jugando amistosos por Europa para recaudar fondos y prepararse para los encuentros europeos: se enfrentaban al Athletic Club primero en Bilbao y posteriormente en Bruselas, por ser sede neutral alejada del caos prebélico que reinaba Budapest. Los vascos se impusieron en el global pero los futbolistas húngaros ganaron más: las estrellas Ferenc Puskás, Sándor Kocsis y Zoltán Czibor, entre otros, se negaron a volver a Hungría. Una de las primeras medidas del ya reinstalado orden soviético fue declararles como “traidores a la nación”. Ninguno de ellos volvía a jugar por Hungría y de poco les impusieron las sanciones FIFA que les inhabilitaron durante una temporada. Ahí moría la gran selección húngara que pasó del subcampeonato en 1954 a no superar la fase de grupos en 1958 ya sin sus estrellas. Y jamás se levantó el fútbol de ese país.
De estrellas a refugiados en busca de una oportunidad
Tras la etiqueta de “traidores” y las sanciones que les impedían regresar a Hungría, la FIFA decidió inhabilitar a todos los fugitivos durante una temporada. Las estrellas de aquellos “magiares mágicos” -apodo que se ganaron tras vencer a Inglaterra 3 a 6- que aspiraban a conquistar el mundo con Hungría vivieron de dar vueltas por Italia, Suiza y España en busca de oportunidades. A Puskás le salvó la fe ciega de Santiago Bernabéu pese a que el húngaro estaba muy fuera de forma tras las prohibiciones de las federaciones inglesa e italiana para jugar allí; Kocsis tuvo que conformarse con un modesto equipo suizo hasta que el Barcelona confió en él; y Czibor firmó primero con la Roma aunque sin poder jugar partidos oficiales y acabó volviendo a su nivel un año después en Barcelona.
Los nombres propios más relevantes en los logros futbolísticos de Hungría se convirtieron en enemigos públicos para los líderes políticos. Caso singular el de Ferenc Puskás quien no pudo regresar a su país hasta 1981 y cuando se convirtió en seleccionador en 1993 se encontró con la realidad de su fútbol: no han clasificado al Mundial desde 1986. Los 'magiares mágicos' marcan un listón demasiado alto para la Hungría actual que ha pasado de soñar con levantar el Mundial a aceptar que será muy difícil volver a verles en uno.
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