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Brujería: hijos de la matanza de en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco

Brujería debutó en 1993 con ‘Matando güeros’. El mundo del Metal había cambiado mucho y se beneficiaron de esa globalización derivada del Nuevo Orden Mundial nacido tras el final de la Guerra Fría de. Su país, México, que hasta entonces, en el ámbito del Rock, sólo era conocido por Caifanes, –y posteriormente Jaguares, tras la separación de los citados Caifanes , Café Tacvba o Maná–, con ellos adquirió especial relevancia. La atrocidad que exhibieron en la portada de su ópera prima, con una cabeza en avanzado estado de putrefacción, sugestionó a la opinión pública de su país y a la de sus vecinos del norte. Como sucedió con su mensaje: incendiario, directo y atacando la cerviz no sólo del sistema de su país natal, sino también el de Estados Unidos, a quienes siempre han criticado, en muchas de sus canciones –‘Consejo de narcos, ‘Laboratorio cristalitos’ o ‘El patrón’–, la doble moral no sólo en lo que al tráfico de drogas y armas se refiere, al igual que su política inmigratoria y concepción de lo que son los derechos humanos.

Brujería, el tráfico de drogas y la violación del Derecho Internacional por parte de Estados Unidos

Brujería, el tráfico de drogas y la violación del Derecho Internacional por parte de Estados UnidosLa banda mexicana –al igual que haría Don Winslow en su novela ‘El poder del perro (2005)– fue especialmente activa contra el cinismo de unos Estados Unidos que, arrogándose la lucha contra el narcotráfico y el tráfico de armas en la zona norte norte y sur de la frontera con México respectivamente eran y son beneficiarios directos de estas prácticas ilícitas. De hecho, hay un paralelismo más que interesante entre el mensaje elaborado por la banda mexicana y el de los hermanos Parada, quienes sostenían en la citada novela de Winslow, que cómo era posible que Estados Unidos decidiese abordar una lucha contra la delincuencia organizada y el tráfico de drogas y armas cuando la propia DEA y la CIA, no sólo en México, sino también en América Latina, en general, han ejercido de tapadera para que Estados Unidos violase abiertamente el Derecho Internacional. Un ejemplo de ello fue en Panamá en el año 1989, permitiendo a Manuel Noriega, jefe de gobierno por aquel entonces, traficar con droga mientras siguiera ayudando a Estados Unidos a financiar las ‘contras’ en Nicaragua y que se saldó con el procesamiento de éste cuando dejó de ser útil y se descubrieron las relaciones entre ambos por parte de la DEA.

Por otra parte, la condena –histórica, por otra parte– de la Corte Internacional de Justicia a Estados Unidos, por quebrantar el artículo 2.4 en relación con el artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas acerca de los usos menores de la fuerza en el conflicto con Nicaragua en el que Estados Unidos, aparte de minar los puertos del país, llevó a cabo actividades paramilitares con el objetivo de derribar el gobierno sandinista de Daniel Ortega, atestiguó no sólo el descaro de Estados Unidos en materia de derechos humanos y en ilícitos con base en el Derecho Internacional, sino cómo su compromiso con la democracia no era, ni mucho menos, absoluto y universal.

Concierto

Son poco más de las 23:00 en la sala Garaje Beat Club y vemos, en primera instancia, una bandera de México que preside la batería de Hongo Jr y, al poco rato, a la banda con los pañuelos cubriéndoles el rostro: símbolos o complementos estéticos territoriales que no son sólo consustanciales a la simbología que acompaña a la gran mayoría de formaciones de Metal, sino también un complemento estético territorial para los propios Brujería como las Doc Martens para los skinheads o el pañuelo en la cabeza para las Maras hondureñas y salvadoreñas. Juan Brujo y El Sangrón ejercen a la perfección de maestros de ceremonias: presentan ‘Pito Wilson’ y la guitarra tira la sala abajo. Las seis cuerdas sepultan el sonido del bajo y casi el de las voces de ambos vocalistas. De hecho, el concierto parece un mano a mano entre la guitarra de Hongo y la batería de Hongo Jr., como se pudo ver en ‘Colas de rata’, ‘Satongo’, ‘Castigo del Brujo, ‘Brujerizmo’ o en ‘Marcha de odio’.

‘¡Viva Presidente Trump!’ ‘No se aceptan imitaciones’ o ‘Ángel de la frontera’, en teoría, los temas más orientados al Groove metal de Pantera, los Sepultura de ‘Chaos A.D’ (1993) y ‘Roots’ (1996), así como Biohazard de ‘Urban Discipline’ (1990) y ‘State of the World Address’ (1992), pertenecientes a su último álbum, cambian radicalmente la estructura sonora: lejos de acomodarse a los cánones del Groove, siguen ahondando en el Grindcore. El ‘mosh’ continúa en las primeras filas, y un hombre con la camiseta de México del Mundial de Fútbol de 1994 de Estados Unidos, intenta desesperadamente que el vocalista de la banda se fume el canuto que él le ha preparado para la ocasión. Se le notaba visiblemente emocionado: como si toda una vida de pesares justificase aquel hecho. Pero Juan Brujo estaba más pendiente de ‘amenazarnos’ con una espada de madera ribeteada con los colores de la bandera de su país, emulando a algún general mexicano arengando a sus tropas en la guerra que sostuvieron Estados Unidos y México entre 1846 y 1848 por el expansionismo estadounidense, que del fan.

Y en las postrimerías del show, tanto El Sangrón como Pinche Peach nos van enseñando a su mascota, ‘Cabeza Loco’ –una réplica de la cabeza putrefacta a la que aludíamos en el primer párrafo–, como preludio de lo que se avecina: ‘Consejos narcos’, ‘La ley de plomo’ y ‘Matando güeros’. Un chico, en su llaneza, le pregunta a su amigo si de verdad habían traído una cabeza en estado de descomposición al concierto. El otro, visiblemente afectado por el alcohol, se lleva un dedo a los sesos y le hace entender que su pregunta no tiene fundamento alguno. Y cuando todos nos hemos retrotraído a los Brujería de principio de los noventa con las citadas interpretaciones, cierran el concierto con una versión de la ‘La Macarena’ de Los del Río, sólo que cambiando el estribillo por ‘Marijuana’. Todos bailamos felices y la banda, de repente olvida que está en un concierto de Metal para deleitarnos con una mezcla de bailes latinos, cortesía– ¡cómo no!– de Pinche Peach. Después de más de una hora de sudor, cervezas volando y chavales que se suben al escenario y se dejan los dientes en el suelo de la sala, el recital acaba con la sensación de que si llega a durar más, tenemos que ir todos al traumatólogo.

El impacto de Brujería y el contexto social de América Latina y México

Brujería son hijos de aquel Movimiento de Estudiantes de 1968 que feneció como consecuencia de la matanza de en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, así como coetáneos de ese fin de la Guerra Fría que en su país se tradujo inmediatamente en un Tratado de Libre Comercio del Norte de América que llevó a México a convertirse, de facto, en una ‘colonia’ económica de Estados Unidos. A diferencia del novelista Roberto Bolaño, que en ‘Los detectives salvajes’ plasmó el resentimiento histórico de América Latina y la derrota generacional de una izquierda y juventud sometidas al signo de los tiempos y el yugo estadounidense, Brujería saben que quizás no sea posible acabar con el Sistema, pero sí, al menos intentar sacudir sus cimientos hasta donde se pueda. Empeñarán su sangre y sus instrumentos para ello. De eso no hay duda. Y lo demostraron en Murcia.