An Millet (Buenos Aires, 1990) tiene una identidad amplia. Miembro de la disidencia sexual desde que descifró que nunca fue una chica, lesbiana desde los 16 años y militante de asambleas que propulsan y accionan el cambio social (Asamblea Lésbica Permanente y Serigrafistas Queer, entre otros espacios), se podría decir, citando a Whitman, que Millet es vasto y contiene multitudes. Como muches de nosotres, habita lugares diferentes simultáneamente y vive las contradicciones que resultan de complejizar lo personal y lo político. “Mi nombre es An, no fue el primer nombre que tuve y el costo que significó cambiarlo ha pedido mucho de mí. Soy humano, blanco, flaco, capaz, neurotípico o cuerdo, soy bajito, universitario, caderón, me crié en el conurbano norte de la Ciudad de Buenos Aires. En mí se intersectan una diversidad de privilegios y opresiones que tienen mucho que ver con que esté escribiendo este libro.” Desde la intersección de ser trabajador social y activista lesbiana transmasculina por los Derechos Humanos y, más concretamente, por los derechos de las personas lesbianas y trans, ha escrito su primer libro 'Cisexismo y salud. Algunas ideas desde otro lado', publicado por la editorial independiente argentina Puntos Suspensivos dentro de la colección Justicia Epistémica. “Apostamos por un conocimiento desde nosotres y para todes”, señala la editorial, mostrándose muy consciente del borrado de las personas trans en los campos de producción y difusión del conocimiento.
An Millet viene a expaña* en un momento en el que el feminismo hegemónico sigue insistiendo en su cruzada por el apartheid genital. Este verano está de gira de presentación de su texto, haciendo parada en Barcelona, Girona, Madrid y Menorca. La ruta lo llevará a presentarlo también en portugués en un centro cultural de Oporto para finalmente acabar el tour en Brasil. “Me he encontrado con relatos y trayectorias muy parecidos en territorios muy diferentes. Esto nos da la pauta de que el cisexismo, en tanto que sistema y estructura, opera de maneras muy similares incluso en contextos geopolíticos muy distintos.”, señala An. “Siento que hay una potencia inconmensurable en que textos producidos en el Sur Global puedan ser escuchados, atendidos, usados en otros territorios, sobre todo, en el Norte Global. Esto pone en jaque la historia eurocentrada, traza puentes intercomunitarios y crea una red que me parece preciosa, con una potencia enorme”, reflexiona el autor sobre la acogida de su texto en las distintas presentaciones.
El libro de An nos presenta un texto que está a caballo entre el ensayo político, el diario personal, las memorias laborales y, como siempre pasa con la política, la terapia: “A mí me pasa que darle sentido a mis angustias y encontrarles sus bases sociales me ayuda a sentirme un poco mejor”. Millet aprovecha muy bien este eclecticismo para llevarnos de la mano a través de la búsqueda de su propia identidad (que no es otra que la de encontrar sus propias palabras para nombrarse), compartirnos reflexiones sobre las (siempre) múltiples realidades trans, y cuestionar su propio papel como trabajador social dentro del engranaje del Cistema** en el ámbito de la salud pública. Como buen activista asambleario de fuertes creencias y prácticas en el valor de lo colectivo, podemos leer que An hace en varias ocasiones hincapié en eso de “pensar juntes”. Efectivamente, pensar es un verbo colectivo. El resultado es un texto que nos hace, literalmente, muchas preguntas, nos interpela proponiéndonos participación y diálogo, una herramienta pedagógica en el formato de un libro-conversatorio con el que poder desmantelar las estructuras cisheterosexistas haciendo las preguntas pertinentes; parafraseando al autor: preguntar para aprender a preguntar.
Otra de las cuestiones fundamentales que me parece que se plantean en este libro es el tema de la accesibilidad que las personas trans y personas no binarias tienen al Sistema de Salud. En el momento en el que una persona trans pone un pie dentro de una de sus instituciones, se activan una serie de violencias que las personas con privilegio cis nunca tenemos que soportar. Como describe Millet lúcidamente, el Sistema de Salud te mira sin ojos, y es desde ahí que juzga y discrimina sin entender ni ver lo que tiene delante. Si por algo se ha caracterizado históricamente la ciencia médica es por ser el baremo legitimador de todo tipo de discriminaciones y desigualdades, intentando revestir de Verdad Absoluta, bajo el pretexto de ser indiscutible porque es ciencia, lo que no es más que pura subjetividad ideológica. “Me interesa especialmente saber qué se ve desde nuestro lado del consultorio”, escribe An.
Me parece interesantísimo, desde el punto de vista dialéctico, desde la re-codificación de la violencia y desde la agencia del sujeto trans, el juego de espejos que propone An Millet en el subtítulo de esta primera obra: “Algunas ideas desde otro lado”. Ese otro lado es la otra parte de la mesa de la consulta; es hacia donde apunta el altavoz de la sala de espera que anuncia el nombre equivocado; es el uso del pronombre que ya te han dicho que no es, pero la administración se sigue empeñando en usar; son los formularios desenfocados; son las casillas que faltan. “Les vemos la mirada”, anuncia An mientras sostiene el espejo, “Les vemos las ideas y las prácticas, las preguntas desubicadas, los comentarios que no vienen al caso, ¿no se dieron cuenta de que de este lado del lente también se ve?” La propuesta de An, desarrollada en la segunda parte de su ensayo y que lleva por título “Descisexualización”, es potente, revolucionaria e increíblemente ambiciosa: desaprender las violencias, desgenitalizar las instituciones, desheterosexualizar el Cistema entendido como espacio público, cuestionar (en todos los ámbitos y, más concretamente, en la salud) los códigos relacionales donde opera el género envuelto en la carcasa tramposa y equívoca del aspecto físico. Se hace necesario, para ello, reconocer, en un ejercicio de memoria y justicia histórica, que les profesionales se han formado en toda su trayectoria educativa dentro de unas dinámicas de poder que han sido naturalizadas y asimiladas como “normales” creando espacios de injusticia y desigualdad: “Pienso que el conflicto no radica tanto en la ausencia de formación profesional, sino más bien en el cisexismo imperante en todas las trayectorias educativas.”
La crítica fundamental de Millet al cisexismo se desarrolla en paralelo con la dinamitación de “la normalidad”, entendida como un espacio de producción de lógicas hegemónicas que generan exclusión. Las estructuras cisexistas operan entonces en las personas trans de la misma manera que lo hace el racismo, el patriarcado o el capacitismo sobre otros grupos discriminados, violentados y oprimidos. La normalidad es el glosario sociocultural que explica y desarrolla las normas, lo que es y lo que no, lo que debes ser y lo que no, dónde debes entrar y dónde no. La normalidad es el espacio seguro donde se mueven, de manera automática, privilegiada e irreflexiva, todas las personas que encajan. “El motor de este libro reside en la convicción de que podemos aportar a la producción de procesos de salud-enfermedad-atención-cuidados más justos, de mejor calidad y menos dolorosos”, concluye. Brindemos por eso, An. Gracias por este ensayo imprescindible.
*Digo ‘expaña’ por sentir la patria como algo flácido y minúsculo y por haberme divorciado felizmente de este país y de sus tantas decisiones necropolíticas de fronteras.
**Juego de palabras que hace uso del prefijo –cis para denunciar que el mundo (Sistema) en el que vivimos invisibiliza o excluye a las personas trans.