Dos de las bandas más creativas de Murcia se presentaban ayer en la Sala R.E.M en el marco del Microsonidos, dispuestos a hacer de la velada un punto de partida entre artistas que buscan la incesante huida hacia delante y la experimentación como premisa artística. El primero en desatar las hostilidades sonoras fue La Josephine, ofreciendo un recital basado exclusivamente en sesiones que recordaban a las premisas de sus ‘D.M Sessions’ o ‘Trashklo’.
El concepto del ciezano es el que, con algunas variantes, ha ido desarrollando en algunos de sus últimos conciertos –en la galería de arte T-20 en noviembre o en Encuentros Sonoros, en Ítaca, el pasado mes de diciembre–, acercándose mucho a lo que, por ejemplo, Listas Futuristas desarrollan en nuestra ciudad: progresiones sonoras, retablos de drone, noise y, ante todo, melodías que poco a poco se van estirando hasta llegar al clímax de explosión en un festín psicodélico.
Decir que Crudo Pimento no es la banda más innovadora y ecléctica de la actualidad, no sólo de la Región sino de la Península, en general, es una obviedad para el firmante de esta crónica. Lo demostraron en concierto, una vez más. En su primer álbum plasmaron a la perfección ese aroma del Sur de los Estados Unidos y la nostalgia eterna que William Faulkner y los viejos músicos del Delta del Misisipi trasladaron a la mayor parte del arte de Occidente.
Con Fania Helvete, por otra parte, el Diablo adquirió la forma de metal de los noventa enraizada con la música latina. En cambio, Teleiste Mouska, el tercer disco de Crudo, entrecruza a la perfección el espíritu de la música negra pasada, presente y futura con la magia de la improvisación que bien supieron llevar, en su momento, Fela Kuti, Randy Weston o Exuma, con una cierta accesibilidad en lo que a melodías se refiere respecto de sus trabajos anteriores.
El dúo murciano, con canciones como Caimán de negra boca, Pesadilla rara, Teleiste Mouska, Voz y corona, junto con Tic Tac Toc, elaboró un compendio gastronómico en el que los sabores de Nueva Orleans, el R&B, los ritmos andinos –especial mención a la aparición de Paco Frutos, hermano de Raúl, con el tres cubano en la lectura que hicieron del tema Toro mata, una canción folclórica peruana–, el free jazz de Ornette Coleman –presente en cada una de las improvisaciones que llevaron a cabo– y la exuberancia de Lila Downs y Matana Roberts –una de esas artistas que encontró en la belleza del misticismo y en el caos, un método de trabajo que los murcianos han sabido asimilar a la perfección–, fueron presentados y servidos al público por una banda que, continuamente, va ampliando su paleta sónica.
Por el contrario –y este es el único ‘pero’ que un servidor le pondría al concierto–, la sesión de ‘ruidismo’ que Raúl Frutos, La Josephine y Ploop LP –otro representante del género anteriormente aludido– con que nos deleitaron al finalizar el concierto tuvo, a juicio de quien suscribe esta crónica, un defecto importante: la falta de desarrollo.
Inmediatamente los tres decidieron, como el propio Raúl dijo en la entrevista que concedieron a este medio, “rajar las paredes”. Desecharon cualquier tipo de presentación, nudo y desenlace, para centrarse en el puro estruendo repetitivo. Con un mayor tratamiento de atmósferas al comienzo –y en eso La Josephine es un experto–, la improvisación y éxtasis musical hubiesen quedado mucho mejor.
Aun así, la música de ambos evoluciona. Están alcanzado ese punto de sofisticación que ayuda a purificar el arte, haciéndolo confluir de forma solemne con la creatividad, el talento y humildad. Si la de La Josephine intenta diafanizar esas dicotomías con las que tanto le gusta trabajar, a de Crudo Pimento, por otra parte, juega continuamente con el desorden, como si de un caleidoscopio se tratase, diseminándolo por toda su música y dejando que sea el público quien intente encajar las piezas. Y eso es lo que hace de los directos de ambos un continuo desafío sonoro.