Y entramos en faena

José Luis Ramos Romero

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Sorpresas agradables las que nos deparó la segunda semifinal del Concurso de La Unión. Trece artistas trece compitieron en la noche del jueves, aspirantes a los cuatro trofeos en juego. A saber: dos instrumentistas, un guitarristas, dos bailaoras y un bailaor, y siete cantaores/as, entre ellos/as dos Melones de Oro y dos Bordones Mineros al acompañamiento.

Comenzó la velada Laura Lepe de Los Ángeles “Laura de Los Ángeles” (Sevilla, 1986), pianista flamenca de virtudes y bondades. Vino acompañada por cello y el maestro Orengo a la percusión. Empezó por Taranta, a solas. Clásica en sus acordes, con paisajes que evocaban a Granados o Falla. Sublime en algunos tercios que resolvió con gracia y pellizco. Muy bien en la ejecución del tempo y en las armonías del palo levantino. Para su segunda intervención, y ya acompañada por el dúo instrumental, eligió Alegrías de Cádiz. Y canta, y lo hace muy bien. Suena su voz de otros tiempos, como de antes, sin recursos excesivos, dejando claro la vocalización y el melisma. Muy bien los tres en ese aire gaditano que gustó al respetable que la despidió con una ovación sentía.

El segundo participante compite con flauta travesera. Francisco Roca García (Huelva, 1989) viene con contrabajo, guitarra, percusión y voz femenina. Desarrolla Cartagenera en su primera intervención de manera muy personal. Nos cuesta encontrar la armonía de la tierra en las notas del flautista, que pasea su palmito con gracia. Y qué decir del uso de la harmónica en uno de los tercios: ¡¡Sorpresa!! Ya para su segundo cante eligió la Bulería. Mejor, más accesible. Cambió el compás, retardando los tercios con la compaña ajustada en todo momento al toque de su principal, en especial esa mujer que canta muy dulce, entoná en todo momento. Remató flojito el toque festivalero. En resumidas cuentas, una actuación muy novedosa para un entorno clásico, más parecida a una composición pop, pero el Arte está vivo y se alimenta de nuevos manjares. Aplausos.

Llega el primer cantaor de la noche. Pedro Cintas Rodríguez (Badajoz, 1976) viene de la mano de la guitarra de Antonio Muñoz, tocaor ofical del Festival. Para su actuación ha elegido Mineras, Taranta y Seguiriya. De apariencia formal, Cintas se estira por Seguiriya para calentar. Es su melisma intenso, tal vez excesivo, lo que provoca una falta de entendimiento de su cante. Aun así logró pasajes muy bonitos en su entonación. Ya, en la Minera y en la Taranta vocalizó y se alargó de florituras innecesarias dejando a Antonio mostrar sus condiciones. Brilló en la Minera pero a mí me gustó más la Taranta, que con todo su quejío resolvió sin pasarse. Muy bien. Aplausos. 

La primera bailaora de las semifinales. Lorena Franco Moreno llega desde Córdoba. Es profesional, componente del cuerpo de baile de Eva Yerbabuena, y eso se nota en su hacer. Viene con una troupé de ensueño, con el formidable cante de Enrique el Extremeño al frente y la endiablada guitarra de Juan Campallo (Bordón Minero 2007). Completan el combo Pepe de Pura y las palmas de El Chorro. Como es de recibo comenzó por Taranto, plantá. Qué arte tiene la cordobesa; qué hechuras en su hacer... y chulería, mucha chulería. Pies, manos, giros... todo lo domina muy bien, mucho oficio, trasteando el escenario en su ir y venir, con el cante de El Extremeño al límite del bien y la contundencia del toque de Campallo que se dejó las uñas entre las cuerdas. Aplausos y olés para el conjunto. En su segunda intervención nos dejó una interpretación de la Bambera, una rara avis. Tocada de mantón por lo alto aparece la cordobesa vestida de bata de cola. Cómo cimbrea ese cuerpo, cómo maneja el mantón pa un lao, pa el otro. Y la cola, esa bata de cola que gira y gira ante la mirada complaciente del público que aplaude el esfuerzo de la bailaora. Y una vez más, Enrique se raja, con Juan levantando chispas de su sonanta. Espectacular. Aplausos y olés del público.

De nuevo el cante en la voz de Álvaro Rodríguez Arenas (Granada, 1981), ganador de festivales y concursos, entre ellos el Melón de Oro de 2014. Y así lo demostró. Viene para la ocasión a competir con Minera, Taranta, Granaína y media Granaína, y Soleá. Le acompaña a su zurda la sabiduría de Antonio Soto (Bordón Minero 2002) Impresionante pareja. Lo dejan claro con la Soleá: ¡¡aquí hay tela!! Espectaculares los dos, el uno por su quehacer vocal y el otro derrochando conocimiento del palo. Con la Granaína y media Granaína estuvo Álvaro más centrado, recreándose en el melisma del palo áspero, aguantando, sin precipitarse. El público del Mercado no respira. Cómo se entienden estos dos. En la Minera, tres cuartos de lo mismo: el público aplaude al cantaor en el primer tercio, y Soto revienta su instrumento entre falsetas y escalas que nos deja mudos. Ya, en su Taranta, a reventar lo que queda. Aplausos y olés para los dos. Mucha emoción y arte.

La primera cantaora de la noche no viene de Andalucía. Llega de Castilla vestida de faralaes. Se llama Loreto Arnáiz Palacios “Loreto de Diego” (Burgos, 1978) -finalista del Melón de Oro 2017-, y para esta, su primera intervención en el Concurso, ha elegido Seguiriyas y Cantiñas. Le acompaña la maestría de Rosendo Fernández, guitarrista oficial del Concurso. Comenzó por Cádiz, y ya su voz llama la atención del respetable por ese tono flojito, que torna a poder, en un timbre agudo muy personal. Su torontontrón es diferente; se mete en los tercios adelantá, mostrando personalidad y donaires muy singulares que gustan al público. Muy bien. En la Seguiriya echó el resto, con garbo y poderío, subiendo el tono en el melisma al filo de lo imposible. Remató muy bien. Aplausos merecidos para la cantaora y la compaña.

Otro cantaor a escena, y en este caso otro viejo conocido de las tablas del Mercado. Una vez más Manuel Cuevas González (Osuna -Sevilla-, 1977) sube al escenario con la sabiduría de Juan Manuel Cadenas “El Chino” a su vera. Repite cantes, los mismos que hiciera el año pasado, esto es: Mineras, Cartagenera y Seguiriya. Comenzó por Cartagenera, con mucha enjundia y compás, arropado por El Chino que le deja hacer. Muy bien. Siguió por Mineras, y aquí, tal vez (si me lo permite la audiencia) estuvo más flojito, por supuesto sin quitar ni una chispa a su ortodoxo quehacer, tanto el suyo como del tocaor, el inmenso Chino. Ya, y para rematar, se estiró por Seguiriyas enseñando sus armas, esa garganta cuidá que modula en el melisma y en el quejío con mucho duende. Remató por cabales como mandan los cánones. Muy bien. Aplausos.

La primera, y única, guitarra a concurso de la noche. Y es otro antiguo semifinalista. Luis Medina Blanco (Córdoba, 1990) vuelve al escenario unionense a medirse con Minera y Fandangos de Huelva, mismos palos que presentara el año pasado. No sabría decir si repitió en sus composiciones, que fueran idénticas. Lo que sí diré es que volvió a demostrar que está ahí por mérito propio; que su singularidad y el buen hacer con su instrumento en ambas intervenciones son demostrativas del trabajo y el esfuerzo en alcanzar las mieses del éxito. Arte no le falta en el manejo de los dedos, pausas y escalas, pulgar y trémolos singulares. Muy bien en las dos. Aplausos.

La segunda bailaora a escena. Clara María Gutiérrez Casado llega desde Córdoba acompañada por tocaor, dos cantaores y un palmero. De nuevo, es la compaña la que aporta la chispa a los principales, y en esta ocasión brillaron el tocaor y uno de los cantaores, de voz profunda y sentía. Pero ante todo está la principal, Clara María, que presentó por Taranto un baile muy racial, con desparpajo y solvencia, creando momentos singulares con su tacón-punta-tacón que revolvió en las sillas al respetable. Muy bien de fondo y forma. En su segundo baile interpretó Soleá. Y aquí se planta como estatua de sal, hierática cariátide griega. Bella. Enorme. Y se desata la furia. Otra demostración de Arte que a bien vivimos entre giros, taconeo, y la caña que mandaban los acompañantes. Tremendos. Muy bien. Aplausos y personal en alto jaleando a la bailaora. Esperemos.

Otra de las intervenciones esperadas de este concurso, la participación de Filomena Auñón Proy “Filo de los Patios” (Madrid, 1986), Melón de Oro 2015, que llega con toda la artillería a demostrar su cante jondo. Viene con Mineras, Cartagenera, Taranta, Malagueñas, y Granaína y media Granaína. La acompaña, al toque, la enjundia del granaíno Paco Cortés. Así, la madrileña arrancó por Granaína y media Granaína, cante complejo de dificultosas tonalidades que resolvió sin dificultad, con ese saber hacer que ya conocemos, pues es una cantaora de hechos incuestionables. Muy bien. Siguió por Cartagenera, bordando el melisma, con Cortés sin quitarle ojo a su señora. Estupenda. Nada que objetar a la Taranta, bellísima; a la Malagueña, con unos fraseos melosos que gustaron al público; y a la Minera, donde volvió a lucir esa voz cuidada en el trabajo. Aplausos merecidísimos a la pareja. Esperemos.

Continúa el cante en las tablas del Mercado. Otra sorpresa. Jorge Rodríguez Ramírez “El Wilo del Puerto”, del mismísimo Puerto de Santa María (Cádiz), se estrena en estas lides unionenses. Viene precedido de éxitos y triunfos aunque en esta ocasión ha elegido Soleá por Bulería, Seguiriya y Fandangos para concursar. Le acompaña al toque Juan Martínez, guitarrista oficial del Concurso. Comenzó con la Soleá. Canta viejuno, como antes. Es su entone serio, sin adornos. Cante jondo que dirían los cabales. Martínez hace su trabajo al pairo de su principal, que le deja. Muy bien. La Seguiriya la borda, melisma y quejío, con mucho Arte. Y ya, en los Fandangos, echó el resto, tirando por en medio con mucho poderío. Muy bien. Destacaría su porte clásico, nada de aspavientos ni amaneramientos innecesarios. Y las letras de sus cantes, singulares de trama. Muy bien. Aplausos merecidos.

De nuevo el baile a escena (y son ya pasadas las dos y media de la madrugada) Adrián Santana Núñez, de Málaga, que viene acompañado por dos de los cantaores p´a tras más carismáticos del baile flamenco. Por un lado Enrique El Extremeño y por el otro Juan José Amador, con la guitarra soberbia de Francisco Vinuesa y un palmero. Como siempre, el Taranto emerge de las tablas de nuevo. (Es complicado para este periodista destacar cualidades o formas varias de los bailaores, ya que cada uno imprime su personalidad en los recursos formales de cada palo o cante). Este hombre baila mucho. Tiene personalidad y empuje, una plasticidad enorme en sus giros y desplantes, usando los pies y las manos con mucho conocimiento. Otra singularidad del malagueño sería el uso de los pitos, ese recurso tan gitano que hacía tiempo que no veíamos. Estuvieron soberbios, todos. Qué decir de Juan José Amador, gloria bendita, o de El Extremeño, savia pura. Y el toque rabioso de Vinuesa que a punto estuvo de reventar su sonanta. Muy bien. Aplausos y olés. No vi su segunda intervención dada la hora en la que estábamos, pero de buen seguro que para la poquita gente que quedaba dieron un espectáculo de aúpa. Esperemos.

Y para concluir, ya pasadas las tres o por ahí, la señora del cante Anabel de Vico acompañada, como es formal, de Niño Fraile. No es de recibo, y ya me quejé el año pasado, que semejante figura tenga que concursar a esas horas intempestivas con un público en las mínimas cansado después de tanta faena. Incluso este cronista la abandonó después de la Seguiriya. Nada que decir ni que objetar al buen hacer de esta señora, monumental en su quehacer. Después de tres años la sigo viendo en todo lo alto, con ese monstruo de tocaor que es Niño Fraile. ¡¡Cómo se entienden!! Después de su descarte para la Final de 2016, el año pasado fue finalista para la Lámpara Minera y ganó el premio a la mejor Malagueña, un trofeo menor para la ganadora de la Ferreña de este año. Veremos.

Para las conclusiones de hoy citaría a la hermosa Laura de los Ángeles, que brilló con luz propia; el baile de Lorena Franco, y su Bambera, y el de Clara María, con Soleá, y a Adrián y su Taranto. Un apunte para “El Wilo del Puerto” y para Álvaro Rodríguez Arenas. Mención especial para los cuadros flamencos que metieron un compás que pa qué las prisas. Seguimos.