El pie de micro recubierto de rosas de plástico. Algunas chavalas dándose aire con un abanico rojo, en homenaje a Cristina `Nita´ Manjón –¡olé la Nita!, ¡guapa!, se escuchará luego-, la mitad cordobesa de Fuel Fandango, diva del flamenco, el soul, la copla. Animal escénico que canta, baila, actúa, taconea, saca el abanico y se come el escenario. Pura energía y `performance´ con el clavel en el pelo, la torera por los hombros y un vestido negro que lo mismo le aflamencaba que le hacía parecer una geisha.
La otra mitad, el lanzaroteño Alejandro `Ale´ Acosta (1980), tiene también algo de prestidigitador: productor, DJ, guitarrista y exfundador de Mojo Project, que ya mezcló diversos ritmos con música electrónica como empaste. Con Fuel Fandango la apuesta se define por fundir electrónica y flamenco. De esto modo, el flamenco da un paso más allá en esa capacidad de mestizaje tan porosa, por la que ya abrieron camino Triana, Veneno, Camarón de la Isla, Ketama o Martirio. Su último y tercer disco, `Aurora´ (Warner, 2016) , consigue afinar con más contundencia que nunca la fusión y cuenta con colaboradores de la talla de Estrella Morente y El Niño de Elche.
Y, sobre todo, anoche, el espacio que los abrazó de una forma espectacular, el Teatro Circo de Murcia, sin butacas en la platea para los conciertos que se han celebrado en estas Fiestas de Primavera. El ambiente del teatro se transformó, como por arte de magia, en el de un club de tecno decadente, pongamos, de Berlín.
El público se entregó a la energía de la música casi desde el primer momento, con todas las entradas vendidas, hasta el punto de que los anfiteatros también estuvieron prácticamente todo el concierto de pie ovacionándoles y cantando muchos de los temas. Ale lo dijo. “Este concierto está entre uno de los top 5 de nuestra vida”. También recordó que hace ocho años pisaron por primera vez la ciudad con una actuación en el bar Ítaca, a la que sólo asistieron cuatro personas.
“En Murcia tenéis una cultura musical increíble”, apostilló Nita. Y cómo negarlo, cuando esa misma noche Clara Plath estaba presentando su nuevo disco en la sala REM y Kase.O hacía lo mismo con `El Círculo´ en el Auditorio Murcia Parque. Ellos mismos formaron parte de la programación del festival del B-Side el pasado septiembre en Molina de Segura y previamente pisaron el escenario de La Mar de Músicas de Cartagena el pasado julio.
Los jóvenes murcianos The Meatpies habían hecho de dignos teloneros con un folk original, mientras la sala se iba llenando y el DJ Miguel Lacroix supo engastar los diferentes sonidos a través de temas del swing, sobre todo, atravesados de sorpresas pop o flamencas.
El contra de la noche fue que el técnico de sonido de la banda no supo hacerse con la acústica del Teatro Circo. El suelo de madera sin las butacas y la cúpula hacían reverberar el sonido y en las primeras filas ni se escuchaban bien las letras, ni llegaba prácticamente el sonido de la guitarra de Ale, por no hablar de que se perdía el vozarrón de Nita.
María, de 28 años, miraba al escenario incrédula. “No conozco mucho al grupo, pero me quedé tan impresionada con su actuación en el B-Side, que quise volver a verlos. Pero no me puedo creer que a ella prácticamente ni se la escuche”, dijo. “Es que además anoche vine a ver aquí a León Benavente y se escuchaba perfectamente. La voz del cantante envolvía todo el espacio”. La mayor parte del público ni los propios músicos parecieron percibirlo, en todo caso. El Teatro Circo era una fiesta. El juego de luces, canela fina.
El dúo, acompañado por Pablo Pérez al teclado y al bajo y Carlos Sosa a la batería, hizo un repaso prolífico de `Aurora´, su disco mejor ensamblado, con pequeños detours por los dos anteriores, como con los temas `Trece lunas´, `Shiny Soul´ y `Always searching“. No hicieron concesiones ni bises y con `Salvaje´ dieron por terminada la energía eléctrica de la noche. Los caballos salvajes, con el eco de Patti Smith o PJ Harvey, pusieron el fin con un broche de crítica: ”Vivo en esta tierra que me desespera. Vivo en esta tierra a veces ya desierta“. Que nadie los pare.