En el contexto de un “encuentro de la belleza per se” –indica-, que ha titulado 'Venus y Heroínas', ese acercamiento lo expresa sobre todo dirigiendo su mirada a rasgos que sobremanera evocan la sensualidad de la mujer, con la preeminencia de labios y ojos que dominan y gobiernan sobre el resto de la fisonomía femenina. Utiliza para ello representaciones de etnias cuyos atributos evidencian antropomórficamente esos rasgos, así como modelos de la iconografía canónica de la belleza del mundo clásico en ese mismo sentido. Si bien, en la exposición el artista muestra otras representaciones más generalistas sobre la mujer.
Las semejanzas visuales respecto a la realidad de identificaciones complementarias a la cara, como es el cabello, son intencionadamente desvirtuadas por rotundas abstracciones ya ensayadas por el pintor en épocas pasadas, entonces tan categóricas e imperativas como ahora suavizadas para la conveniente distribución de luces y matices cromáticos con objeto dar mayor protagonismo a la faz femenina.
García Herrero juega con un supuesto marasmo de colores que impactan sobre nuestra retina en un dripping gestual que no hace sino señalar, junto a aquellos atributos eróticos, facciones que remiten a la mujer en sus esencias de sobriedad y elegancia, segura de sí misma, cuyos primeros planos logran que sus miradas invadan el espacio del espectador.
En la realización de sus trabajos, el pintor asegura estar “en lucha contra las dificultades que plantea la pintura, a menudo buscadas y magnificas”, en el transcurso de “un combate contra mi propio dominio del dibujo, a menudo un rival que no se resiste a intentar lo propio conmigo”.
El dibujo preciso de las formas manejadas por el autor eclosiona en efecto del interior del conjunto. La mujer lo es en sus lienzos por su perfil meditativo y por su frontal interrogante sin mostrar actitudes dubitativas, sino extremadamente asertivas. El pintor las plasma en su orgullo ancestral, carente de toda afectación.