Isabel Navarro: “Nunca, nadie en el colegio nos leyó un poema sobre un parto”

Navarro presentó `Cláusula suelo´ el viernes en el Museo Ramón Gaya acompañada del poeta Alberto Chessa. En esta entrevista, la autora reflexiona sobre el canon literario masculino, la ambigüedad y el dolor que acompañan la maternidad y las dificultades atravesadas tras la sombra negra de la crisis en 2008.

No sé si influida por el diseño de la portada, pero leo `Cláusula suelo´y veo a Louise Bourgeois: las celdas, la araña, la mujer-casa, la sexualidad, la fragilidad, la maternidad, el dolor, lo biográfico... ¿Ha pensado en esa asociación? ¿Quizás porque a ambas se las pueda considerar artistas feministas?

Es cierto que, como madre, y como hija, me siento a veces como una mujer araña y, otras, como un insecto a punto de ser devorado. Pero también tengo que decir que, aunque la admire, para mí Louise Bourgeois no ha sido una influencia directa en el proceso de creación de `Cláusula suelo´.

Lo que me parece claro es que si en estos momentos Bourgeois está donde está porque fue capaz de materializar y encarnar unos temas universales, muy vinculados a la experiencia femenina, de los que estábamos ávidas: la sexualidad, la fragilidad, el miedo a no ser una buena madre, el dolor, la inseguridad… como dices, siempre han estado ahí, pero no en el canon artístico y literario oficial, sino como parte de un discurso marginal.

Las metáforas de Bourgeois son muy potentes, pero también de fácil lectura. Y si nos siguen provocando extrañeza porque nunca, nadie, jamás, en el colegio nos leyó un poema sobre un parto. ¿Por qué la menopausia no va a ser algo lírico si es una experiencia tan humana? ¿Por qué habrá tantos a quienes les parezca que un poema sobre parir o sobre la menstruación es algo desagradable o ridículo? ¿Demasiado físico, tal vez? Ya están aquí las mujeres con su histeria y sus efluvios... En fin.

¿Y cuál es la consecuencia de que esos temas nos sigan siendo extraños?

Pues que al final parir, a pesar de ser la experiencia más desgarradora, violenta y transformadora de la vida de una mujer, sólo puede ser un relato médico o una anécdota que las madres recientes le cuentan en voz baja a otras madres. ¿De qué nos sirve repetir como un mantra eso de `sí que duele, pero en cuanto le ves la carita se te olvida todo´ si es mentira? Pero es que nos enseñan a decirlo y lo repetimos porque es lo decoroso.

El libro tiene un fraseo más prosaico y enganchado en la cotidiano que `Inane´, ¿es deliberado?

Sí. `Inane´ fue un libro más abstracto y apegado a la forma. Ahí estaba bajo el influjo de Pizarnik y los modernistas. Quería ser oscura y me parecía que había que huir de lo testimonial y lo explícito para ser una buena poeta. Creía que había que esconderse y ser difícil.

Los temas de `Inane´ (el hambre, la insatisfacción, la bulimia) se desarrollan en un tono más surrealista y de síntesis. Pero esta vez me interesaba más contar, acercarme a la narrativa, al teatro, a la crónica y al ensayo. Pero hablando de lo que a mí me involucra y me emociona. Es cierto que el estilo ha cambiado, pero `Inane´ y `Cláusula suelo´ son dos libros con vasos comunicantes.

¿Por qué tanto tiempo entre uno y otro libro?

Porque no es fácil escribir… Al menos, para mí no lo es. El proceso, además de doler, es muy largo: puedo pasarme seis o siete años escribiendo y reescribiendo un poema. Lo desbarato, lo rompo, lo cincelo y, a veces, a pesar de todo, lo desecho porque no ha logrado ser lo que yo quería.

Me ha costado muchos años averiguar de qué iba realmente `Cláusula suelo´. Pero antes de llegar a ese punto ha habido mucho tanteo e investigación. Y luego, claro, está el hecho de que no tengo tiempo para escribir porque la vida cotidiana, la crianza y el trabajo son antipoéticos y alienantes. Eso no significa que a mí no me guste vivir, criar y trabajar pero, desde luego, me resulta mucho más relajante ver una serie a las 10 de la noche, o quedarme dormida en el sofá, que hacer cualquier otra cosa. Así que, si tu creación depende de que tengas la energía necesaria para levantarte a las 5 de la mañana y aprovechar que todos los de la casa están durmiendo; o turnarte los domingos con tu pareja para irte a escribir a un bar, lo más probable que esa obra no llegue a término, o que te cueste la vida acabarla, como me ha pasado a mí.

Con hijos y un trabajo exigente no tienes más remedio que escribir de manera interrumpida, errática, y cuesta mucho encontrar la concentración. Por suerte, ese problema, que forma parte del orden de lo real, a mí me ha parecido poetizable, y esa tensión entre la poeta, la mujer y la madre está en el libro.

¿La familia nuclear es una ventana, el humo de la chimenea o los ladrillos?

La familia nuclear es la casa –precaria– que nos hemos dado para no estar a la intemperie. Podríamos hacer muchos juegos de palabras con la polisemia de nuclear. Y decir que ¡bum!, la familia mata.

Pero lo cierto es que cuando te conviertes en madre, o padre, la perspectiva cambia porque ya no eres un miembro pasivo de ese núcleo, sino quien tiene la responsabilidad de su equilibrio y supervivencia. Y yo quiero ser una casa para mis hijas. Quiero darles raíces. Quiero ser la madre `lo suficientemente buena´, como decía Winnicot, que les haga sentir seguras. No quiero ser de paja. Prefiero los ladrillos, a pesar de que sean tan feos, humildes y pesados.

¿Qué papel juega la burbuja inmobiliaria y su estallido en `Cláusula suelo´?

Es el paisaje y, a la vez, la alegoría de la historia que se está contando en el libro. Cuando al principio los personajes se enamoran, viven en una burbuja de la abundancia. Todo lo tienen. Todo les sobra. Todo es barato. Estamos en 2005 y hasta en los secarrales y en los desiertos hay dinero y lingotes de oro (estaba pensando en Murcia cuando escribí ese poema).

Pero en la última parte del libro, `La morosa´, la hipoteca cobra vida como un personaje más de esa familia nuclear; en la comunidad de vecinos hay que pagar derramas y en la relación, y en la vida, se multiplican las goteras. Es entonces cuando la burbuja estalla y es imposible no convertirse en un pájaro de mal agüero.

Se puede decir que tiene sentimientos ambiguos hacia la institución del `matrimonio burgués´ y los rituales de la clase media -hipoteca, diseño de interiores, etc... ¿El dinero pesa como una losa o nos da techo y calor?

El dinero es un lenguaje. Pocas cosas dicen tanto de nuestro auténtico yo como la manera en que nos relacionarnos con el dinero. Y aunque, hasta ahora, hemos hablado más que nada del tema de la maternidad, para mí `Cláusula suelo´ es, sobre todo, un libro que habla sobre lo que esta crisis económica ha hecho con nosotros en la intimidad:en la cama, en el yo, en la autoestima...

Yo debo dinero, debo muchísimo dinero, estoy hipotecada, y eso forma parte fundamental de mi identidad individual, como madre y como pareja. El poema que abre el libro, `Super ocho´, es mi visión de la película de la boda de mis padres y describe a dos familias, a finales de los 70, “con una legítima ambición de desclasamiento”, a unos padres con un compromiso político, con ilusiones y... con todo a ganar. Nosotros somos los hijos de esa ambición, y, ni somos capaces de cumplir con sus, y nuestras, expectativas, ni de ocupar su lugar.

Ahora estamos todos un poco mejor que en 2012, pero no se me olvida el vértigo de aquel verano, la angustia y la ansiedad por la precariedad, el ruido negro de las noticias hablando de la prima de riesgo, y tantos amigos despedidos, y mi marido en paro y todo ese peso que yo sentía sobre mi cuerpo porque tenía que ser productiva y sostener el chiringuito. Recuerdo las ganas de salir huyendo, de ser otra tantas veces... Y todo eso está ahí, en `Cláusula suelo´.

En el libro se percibe momentos de desconexión y ausencia con su rol de madre, cuidadora o pareja. ¿Las madres tienen miedo a no saberlo todo o a no darlo todo?

Por supuesto. Siempre lo han tenido, pero ahora creo que mucho más porque hemos elevado el listón de la exigencia. Más allá del deseo, la maternidad hace años se vivía como un rito paso o una perpetuación del esquema económico y social, pero ahora hemos caído en la más absoluta idealización. Así que, claro, si no estás fanatizada por no sé qué método o gurú, y aceptas tu propia ambivalencia, no tienes más remedio que reconocer que a veces te gustaría estar en cualquier otra parte distinta a donde se te espera.

A nuestra generación no la han enseñado a cuidar. Cuidar no es fácil, sobre todo si estás deprimida. Y varios de los poemas de este libro están escritos desde ese lugar patológico. La pasividad es el primer síntoma de la depresión y sostener a otro en esas condiciones es casi imposible.

En la poesía o prosa anglosajona sí que hay tradición de una escritura sobre la maternidad como en Natalia Ginzburg, Joan Didion, Adrienne Rich o Sylvia Plath-, pero no tanto en la española. ¿Han sido ellas sus referentes?

Es cierto que en la literatura española no hay una tradición, pero me parece de justicia citar a autoras más mayores como Juana Castro, que ya escribieron de la maternidad hace décadas, y a otras más jóvenes como María García Zambrano, María Ramos o Emilia Conejo que defienden ahora mismo una voz muy original sobre el tema.

Sin embargo, no puedo negar que a mí, sobre el papel de madre, me influido mucho más la literatura anglosajona: Sharon Olds y su libro de `Los vivos y los muertos´ fue un referente obsesivo para mí en los inicios; Louise Gluck y su `Ararat´; Doris Lessing y su `Cuaderno dorado´...; o Joan Didion y su tono neurótico-poético-periodístico, que me ha dejado una huella muy honda y pegajosa. Pero mis lecturas son bastante eclécticas, y me interesan los cruces de caminos, donde la poesía se abre a lo ensayístico, lo teatral, lo periodístico, lo épico, lo televisivo, lo colectivo, lo íntimo… Y en esa plaza me encuentro con poetas como Berta García Faet, María Negroni, Julieta Valero… y, por supuesto, Ángelica Liddell que, aunque escriba teatro, me parece una de las mejores poetas de este país.

¿No siente el pudor de su intimidad desvelada?

Bueno, el libro es un artefacto literario, no es mi vida. Por supuesto, está apegado a mi experiencia y a mi cosmovisión. Se nota tanto cuando un libro es un ejercicio de estilo o cuando el autor no se está jugando nada en lo que escribe... Yo he sido muy ambiciosa: he querido escribir distinto, he querido escribir con la verdad y, al mismo tiempo, hacer de mi experiencia personal una alegoría de la experiencia colectiva de la crisis.

¿Cómo cree que su hija Julia recibirá el libro cuando sea mayor?

Me lo echará en cara, seguro, y luego, algún día, espero que mi voz le haga sentirse más acompañada como mujer y, tal vez, conmovida por haberme conocido mejor. De todos modos, la Julia del libro representa un arquetipo: la hija primogénita. Esa niña a la que no quieres fallar y que es inconsciente de casi todo, pero termómetro de muchas cosas. La hija que te convierte en madre; la que te despierta de tu ensimismamiento y te ayuda a encontrar la fuerza dentro de ti misma, pese a todo. La hija para la que interpretas un papel, como nuestros padres lo hicieron antes con nosotros. ¿O es que somos tan ingenuos como para imaginar que a ellos sí les fue fácil? No lo creo.

¿Podría decirse que `Cláusula suelo´ es la cruz de la cara de una revista femenina, como en la que trabaja usted?

Mmmm. No exactamente. A pesar de la decadencia de la profesión, soy de las que cree que un medio de comunicación sigue siendo un lugar privilegiado para observar el mundo. Yo no voy a hablar nunca mal de las revistas femeninas, no sólo porque me dan de comer, sino porque creo que siguen siendo uno de los pocos espacios públicos donde se tratan temas que a mí me importan y que tienen que ver con lo social, con la intimidad, con la cultura, con la representatividad de los modelos femeninos...

Al menos, en mi revista es algo que nos tomamos muy en serio, más allá de que también hay una parte que es puro espectáculo y entretenimiento. Y eso también hay que hacerlo bien. Pero digamos que temas que en la revista toco de manera tangencial o superficial, en el libro, tienen un abordaje más íntimo y visceral. Así que la poeta escapista y la periodista que trabaja en el sistema no son antagonistas ni están completamente desconectadas. Es probable que en momentos de una mayor crisis personal todas las mujeres que soy esuviésemos un poco más disociadas. Pero ahora mismo creo que la madre, la mujer, la poeta y la trabajadora han alcanzado una cierta armonía funambulista. Y en eso estamos.

Es entonces cuando la burbuja estalla y es imposible no convertirse en un pájaro de mal agüero

Es entonces cuando la burbuja estalla y es imposible no convertirse en un pájaro de mal agüero