Acostumbrado a los volúmenes de sus esculturas, en esta ocasión los ha minimizado por la acción directa de sus propias manos embadurnadas de color sobre planos de madera, describiendo sus motivos sin otro artificio que el rasgado y la presión de sus dedos sobre la materia.
Son los patrones de sus huellas dactilares los que han rasgado y fragmentado la sutil textura acuosa de la pintura, siempre monocromática y de tonos pálidos, los que finalmente componen los argumentos, representados por unas nubosidades sobre los que literalmente vuelan o nadan unos pequeños y esbozados personajes.
Como usualmente en sus esculturas, Lidó Rico representa a estos actantes envueltos y casi confundidos en los propios acontecimientos que provocan, atrapados en sus biografías, soñando la razón y tratando de resolver sus ensueños mediante la representación de la irrealidad.
En estas huellas dactilografías que en su conjunto configuran sus cuadros no hay horizontes, sino primeros planos que por su rotundidad impuesta quedan aún más alejados de lo consciente. Solo esos extraños personajes fantasmagóricos llaman la atención agazapados entre las estelas de las estrías dejadas por la piel del artista: sus vagas pisadas.
'Cremalleras del tacto' ha titulado esta colección que ahora muestra, en cuyas representaciones ha introducido funcionales aros de metal que parecen alentar la mirada hacia otras dimensiones, tal vez puntos de fuga conformados en muy concretas escotillas de escape, con la irrefutable forma de ojos de buey.