Profesora de Literatura Comparada, especialista en el género de viajes y en orientalismo, ensayista galardonada pero sobre todo escritora y viajera (no necesariamente en ese orden), Patricia Almarcegui pasa por Murcia en una gira mediterránea de promoción de “Cuadernos perdidos de Japón” (Candaya, 2021), un viaje escrito, tan contemplativo como meditativo, sobre el país del sol naciente, que la autora visitó en dos ocasiones. Libro de viajes, crónica, diario, estudio cultural… un texto inclasificable del que la crítica ha destacado sus excelentes cualidades literarias. Charlamos con ella en la víspera de la presentación, organizada por Libros Traperos, que reunirá a la autora con el periodista y escritor Manuel Madrid en el Huerto Urbano de Santa Eulalia, el viernes 28, a las 19 horas.
Estudiosa del viaje como género literario y viajera vocacional, no parece que te afecte demasiado esa vieja disyuntiva entre teoría y vida… ¿Hay una frontera clara entre la experiencia del viaje y el texto?
No hay una frontera clara. Viajar y escribir implican movimiento y desplazamiento. El viaje genera una experiencia y la escritura, también. Sin embargo se podría decir que escribir sobre el viaje supone un doble movimiento, al físico del viaje se le une el desplazamiento del lenguaje, del estilo literario. Lo escribí en Los mitos del viaje, escribir sobre viaje es pasar las experiencias doblemente por el corazón…
Cuadernos perdidos de Japón es una excelente muestra del buen estado de salud de la crónica como género literario híbrido… ¿está la ficción en crisis pero la literatura no? ¿Las dos? ¿Ninguna?
No tengo claro que la ficción esté en crisis, aunque sí creo que “hay una falta de ficción”. “Dónde está la ficción”, me decía hace un par de años mi amigo y escritor Marc de Gouvenain. Creo que estamos más acostumbrados desde hace unos años a convivir con la no ficción (debido a lo que provocan las redes sociales, etc.), por eso cada vez más los lectores prefieren géneros vinculados a ella. Ensayo, crónicas, autoficción. Como si no pudiéramos mantener nuestra atención “atenta” solo a la ficción. Creo que sobre lo que habría que reflexionar es sobre cuáles son hoy las “nuevas” ficciones.
Es leyenda que Li Po (Bai) dejaba caer sus poemas recién escritos a las aguas del río Amarillo, tú pierdes cuadernos en estaciones de metro… ¿hay algo oriental en el desapego por lo escrito, en escribir sin objetivo?
Posiblemente. El desapego pertenece a algunas tradiciones “orientales” y sin duda “el apego” (sobre todo a lo material, que también ocurre en Oriente) está más vinculado a tradiciones occidentales, lo mismo ocurre con la muerte. Desapegarse de lo escrito, como en el libro, puede ser doloroso. Pierdo un cuaderno de viaje con una escritura nueva y me roban otro, con un poema que había escrito el día en que murió mi padre. Duele, sin duda, sin embargo queda un espacio de memoria y recuerdo preciosos, con los que soñar e ir modificando los recuerdos pasados, y a los que también se puede ser fiel.
Cuadernos perdidos de Japón es un paseo por la cultura japonesa (hasta con una Fe de lecturas final), pero no por la que solemos encontrar en las mesas de novedades de nuestras librerías. ¿Occidente está leyendo bien Japón, o más bien su propio deseo de Japón (p. 31)?
Occidente sigue leyendo su deseo de Japón pero tiene ya otras miradas y lecturas. Se cuestiona cómo se ha representado el país por los escritores occidentales y también los libros que desde Japón han sido escritos por una élite y para una élite. En todo caso, los deseos también forman parte de la realidad o de la forma de acercarse a ella.
Me parecen especialmente emocionantes, en el libro, las historias sobre escritoras japonesas, que muchas veces tienen un componente de rebeldía contra un orden más bien tradicionalista y patriarcal, ¿sigue siendo así?
Sí. Las escritoras de Oriente y Occidente tienen que seguir rebelándose contra los órdenes tradicionalistas y patriarcalistas, sobre todo, del poder. Del poder del contexto literario del que forman parte. Revistas, editoriales, periódicos, el mundo académico, en muchos casos en sus órganos de poder sigue habiendo más hombres que mujeres y ejercen un comportamiento patriarcalista que no favorece a las escritoras.
Wanderlust, flâneur… ¿no tenemos palabra, en castellano, para esa forma de vagar en el espacio y la cultura?
No, pero me gusta la forma “errar”, “ser errabundo”, que aparece en el poema de Gilgamesh, cuya raíz también se encuentra en “errata” y “error”. Esa manera de moverse y viajar confundiéndose, pensar ir a un sitio y llegar a otro, buscar algo y encontrarse con otra cosa, pasar las cosas por alto… En fin, ser viajera.