'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
El amor romántico: una jaula para las mujeres
Desde pequeños crecemos con la idea del amor romántico como objetivo a alcanzar, las mujeres debemos ser esas princesas dulces que dediquen su vida a conseguir que el príncipe se fije en ellas. Por otro lado, los hombres son machos alfa que se llevan a la cama a tantas mujeres como pueden y, después, una vez han encontrado a la indicada, deben conquistarla con detalles y palabras. Ni siquiera enamorarnos, sino conquistarnos, como si fuéramos una fortaleza de la Edad Media y no personas con sentimientos, emociones, sueños y ambiciones.
Vivimos rodeados de series, películas y libros que perpetúan esta utópica idea de un amor romántico, que no es más que una prisión creada por el patriarcado, que nos quiere encerradas y sumisas. Un tipo de relación en la que aceptar los cambios, porque siempre es necesario cambiar para adaptarse a la otra persona, y el sufrimiento, porque el querer siempre conlleva dolor, y cuanto mayor sea, más grande será la recompensa.
El amor romántico como cárcel
Coral Herrera, en su libro “Mujeres que ya no sufren por amor”, habla del rol que tanto hombres como mujeres cumplimos en el patriarcado: ellos traen dinero a casa, protegen a la familia y tienen el poder; nosotras somos las que, además de trabajar fuera de casa, cargamos con las tareas del hogar y el cuidado de los niños. La autora asegura que “así nos quiere el patriarcado, atados los unos a los otros en relaciones de dependencia mutua, y a nosotras siempre debajo”.
Asimismo, se perpetúa la idea del matrimonio como una prisión en la que las mujeres somos las carceleras y los hombres, los presos, vigilados y atados por sus esposas para que no se vayan con alguna robamaridos. Nosotras somos las malas y ellos los buenos, los que persiguen su libertad.
Una guerra de sexos por la dominación
El amor romántico también se convierte en una guerra. Es una batalla donde las mujeres luchamos por seducir al macho alfa, y también una guerra de sexos por dominar a la pareja, una lucha continua y violenta que, sobre todo, perpetúa y normaliza la violencia contra las mujeres.
A los niños, desde pequeños, les enseñan a mantenerse alerta contra las mujeres pues, según el machismo, buscamos dominarlos y controlarlos mediante nuestro poder de engaño y seducción. El patriarcado educa a los hombres para que vean a las mujeres como trofeos o como enemigas, nunca como iguales y compañeras, lo que ayuda a mantener conductas violentas en las relaciones.
Las mujeres como salvadoras
El amor romántico es el único que nos han enseñado, es ese paraíso idílico que buscamos e idealizamos y que, como es lógico, acaba decepcionándonos. Se supone que debemos volcarnos en el ser amado y, si es necesario, olvidarnos de nuestros sueños, ambiciones y gustos para gozar de nuestra vida en pareja.
Nos pasamos la vida buscando a ese chico que nos ame para siempre y nos cuide y, si nos enamoramos irremediablemente de un hombre que no resulta ser ese príncipe azul, nos convertimos en su salvadora, quien le cambia y le hace mejor novio. Coral Herrera habla de este síndrome de heroínas, que nos hace creernos importantes e incluso esenciales en la vida de ese hombre, que ahora no nos puede abandonar ni fallar, porque le hemos cambiado la vida. Debemos tratar de alejarnos de esta misión, pues la clave es encontrar a personas que no tengamos que modificar y que sean sanas para nosotras.
El amor propio, la clave para evitar el amor romántico
Una vez tomamos conciencia de que el amor romántico es un instrumento del patriarcado para dominarnos, es mucho más fácil cambiar nuestras rutinas y nuestra forma de amar. Es más sencillo saber qué buscar en una pareja y en una relación, y adoptar acciones sanas que fortalezcan el amor propio, el amor solidario y el amor compañero. Este último está basado en relaciones sin violencia y sin exclusión, son relaciones horizontales y no jerarquías de poder verticales.
Debemos aprender a vivir nuestra vida en libertad, como nosotras queremos y no como el patriarcado nos obliga. Es importante dedicar energía a mejorar el amor propio, a nuestros sueños y proyectos; es hora de que sepamos ser nuestras propias salvadoras, que dejemos de dedicar nuestra vida al amor romántico y nos la dediquemos a nosotras mismas.
Es esencial aprender a cuidarnos y conocernos para poder disfrutar del amor y la sexualidad. Amarnos es una revolución necesaria en una sociedad machista, en un sistema que nos quiere atrapadas, silenciadas, ocupadas en guerras de sexos, batallas entre mujeres y, sobre todo, en guerra contra nosotras mismas. La desobediencia, la sororidad y el amor propio son las mejores armas que tenemos en esta guerra contra el patriarcado y la violencia machista.
Desde pequeños crecemos con la idea del amor romántico como objetivo a alcanzar, las mujeres debemos ser esas princesas dulces que dediquen su vida a conseguir que el príncipe se fije en ellas. Por otro lado, los hombres son machos alfa que se llevan a la cama a tantas mujeres como pueden y, después, una vez han encontrado a la indicada, deben conquistarla con detalles y palabras. Ni siquiera enamorarnos, sino conquistarnos, como si fuéramos una fortaleza de la Edad Media y no personas con sentimientos, emociones, sueños y ambiciones.
Vivimos rodeados de series, películas y libros que perpetúan esta utópica idea de un amor romántico, que no es más que una prisión creada por el patriarcado, que nos quiere encerradas y sumisas. Un tipo de relación en la que aceptar los cambios, porque siempre es necesario cambiar para adaptarse a la otra persona, y el sufrimiento, porque el querer siempre conlleva dolor, y cuanto mayor sea, más grande será la recompensa.