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Coronavirus, hábitos y género

Acostumbrarnos a realidades con las que no hemos crecido me parece una experiencia primordial. Dice un proverbio persa que «esto también (se) pasará» (این نیز بگذرد‎). Yo lo traduciría por «no hay mal (ni bien) que cien años dure». Que se pase la tesitura actual, no quiere decir que se vuelva por completo al estado anterior. Quizás nos acostumbremos a muchas cosas. No quiero entrar en predicciones más terroríficas, a consecuencias de autoridades oportunistas y otros poderes, porque quiero creer que lucharemos, no nos acostumbraremos. Llamadme idealista.

Quizás nos tengamos que acostumbrar a tocarnos menos y llevar mascarilla, compatriotas incluidos, aunque sea de vez en cuando. Será para nuestra propia protección o para la ajena. Antes eso era «cosa de chinos». Aquí, la cara se la cubren malhechores, funambulistas y fuerzas «de seguridad». El resto, normalmente por identificación personal y por expresión individual, solemos mostrar nuestra cara al aire, como mucho con algo de maquillaje.

Quizás nos tengamos que acostumbrar a cuidar la higiene de manera más estricta. Hoy tengo las manos hechas unos zorros, después de lavármelas, trabajar, lavármelas, salir —por fin y con pulcro protocolo— a comprar, lavármelas, cocinar y comer, lavármelas (al fregar los platos), arreglar las plantas, lavármelas, barrer, lavármelas, limpiar el polvo, lavármelas… ya es normal que se dañen. Seguro que las empresas de parafarmacia se forrarán (más) vendiendo cremas de manos ¡y ahora aptas para señoros! Aunque también es posible que se integre el aprendizaje para la salud en la enseñanza. Soñemos.

Quizás nos tengamos que acostumbrar a hacer más cosas desde la pantalla. A fijar retinas y tímpanos (no hay olor, tacto, sabor ni otras vibraciones) en muchas más actividades digitales: ¡compras!, ¡apuestas!, ¡telemedicina! Y reunirnos más por vía digital, especialmente cuando permitirse un local, viajar o cumplir nuevas normas de higiene complique la cosa. Sorpresa: ¡más desigualdad según riqueza! Es que no quiero pensar demasiado en todo esto, que me pongo mala. Tienen su utilidad, pero soy muy fan del encuentro en carne y hueso.

Quizás nos tengamos que acostumbrar a estar más pendientes de las personas mayores de nuestra familia y de las que más queremos, por mera cuestión de consideración. Para las necesidades que no son económicamente rentables, toca sensatez humana y cuidados. De nuevo, con menos parné, más duro todo. De esto saben muchas mujeres a lo largo de la historia, así que procuremos repartir.

Quizás nos tengamos que acostumbrar a hacer menos turismo y otro tipo de turismo. Esto le va a venir fetén a nuestro hábitat terráqueo. Las fronteras se endurecerán y habrá más controles en los transportes (aún más, que con el once ese no habíamos tenido bastante) pero ¿sabéis quién va a seguir chorreando residuos de queroseno? Exacto. ¡Haber nacido rico!

Pero ¿nos acostumbraremos a considerar que todas las personas que se salen de nuestra norma «por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquiera otra condición o circunstancia personal o social»* son personas y no estereotipos?

¿Nos acostumbraremos a no medicalizar a las personas trans, permitiendo que sean dueñas de sus vidas, de sus cuerpos, de sus hormonas y de sus nombres?

¿Nos acostumbraremos a admitir la evolución de la lengua hacia la inclusión de géneros no binarios en la expresión habitual?

¿Nos acostumbraremos a comprender que las personas no normativas se organicen, autodefinan y relacionen, también en espacios no-mixtos?

¿Nos acostumbraremos a dejar de insistir en que hay que convertirse a la norma familiar: sexo-género binario, pareja monógama, filiación típica…?

«Esto también (se) pasará», en farsi.

Todo esto ¿para qué? Pues para lo mismo que nos hemos encerrado en casa: vivir, convivir y resistir mejor como seres humanos. Para asentar valores de respeto, equidad y reparto en nuestras sociedades. Para que cada cual se centre en mejorar en lugar de perjudicar a otras personas. No digo que sea culpa tuya, pero mejorar sí entra dentro de tu responsabilidad.

Tú también puedes tener algo de diversofobia heredado. Ha sido inculcado en tradiciones, culturas y sociedades desde hace mucho. Como cuando estaba bien mutilarle el clítoris al personal porque la ablación purificaba y tal. Todavía se perfora —dos agujeros y sin su consentimiento— a bebés que acaban de nacer, solo porque tienen vulva. ¿Que no? A lo mejor nos habíamos acostumbrado.

¿Qué opinas? Deja un comentario, refuta o comparte estas reflexiones.

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* Yo diría «por razón de origen, racialización, orientación sexual, sexo, identidad de género, credo, poder, posibilidades, capacidades, capital, pensamiento o cualquier otra característica o circunstancia personal o social», pero es que os he citado el artículo 14 de la constitución y creo que os habéis enterado igual de bien.

Acostumbrarnos a realidades con las que no hemos crecido me parece una experiencia primordial. Dice un proverbio persa que «esto también (se) pasará» (این نیز بگذرد‎). Yo lo traduciría por «no hay mal (ni bien) que cien años dure». Que se pase la tesitura actual, no quiere decir que se vuelva por completo al estado anterior. Quizás nos acostumbremos a muchas cosas. No quiero entrar en predicciones más terroríficas, a consecuencias de autoridades oportunistas y otros poderes, porque quiero creer que lucharemos, no nos acostumbraremos. Llamadme idealista.

Quizás nos tengamos que acostumbrar a tocarnos menos y llevar mascarilla, compatriotas incluidos, aunque sea de vez en cuando. Será para nuestra propia protección o para la ajena. Antes eso era «cosa de chinos». Aquí, la cara se la cubren malhechores, funambulistas y fuerzas «de seguridad». El resto, normalmente por identificación personal y por expresión individual, solemos mostrar nuestra cara al aire, como mucho con algo de maquillaje.