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No somos un debate, ni lo vamos a ser

Desde hace años varios países alrededor del mundo han aprobado leyes en favor de la comunidad transgénero. Estas leyes nos otorgan derechos básicos como poner fin a ser tratadas como personas enfermas y el libre acceso a cambios de documentación y hormonación. Como era de esperar, a la extrema derecha y sus secuaces no le han sentado nada bien estás leyes y hacen campañas contra ellas y las personas trans. Pero también existen sectores disfrazados de feminismo y de izquierdas que se oponen a estas leyes y han lanzado una campaña brutal contra las personas trans, en especial contra las mujeres, y contra estas leyes.

Si nos centramos en la parte más cruel de esta campaña, podemos ver que por el simple hecho de celebrar en redes sociales ciertas leyes trans aprobadas en alguna parte del mundo, he visto como pedían contra las mujeres trans que nos torturen con descargas eléctricas el resto de nuestra vida o bien que nos den un paliza si nos ven en algún baño de mujeres. Los ataques también han pasado por difundir, sin permiso, fotos de mujeres trans desnudas para reírse de su aspecto físico.

También las parejas sentimentales de muchas mujeres trans han sido atacadas cuando se trata de mujeres lesbianas cisgénero, a las cuales les dicen que no son lesbianas y pretenden aplicarles terapias de reconversión. Cualquier muestra de felicidad por parte de una chica transgénero al hecho de, por ejemplo, haber conseguido cambiar su documentación legal, será transformada en un brutal ataque misogino y narcisista contra ella y contra las leyes que permiten facilitarnos la vida. He sido víctima de este calvario y he visto a otras chicas trans padecerlo.

Nos dicen que el feminismo siempre está dispuesto a debatir, y con este caballo de Troya quieren que se inicie un debate sobre que derechos tenemos o no las mujeres trans. Pero que le quede claro a todos/as estos/as académicos que las mujeres trans no vamos a debatir derechos como poder hormonarnos libremente o cambiar nuestros documentos sin tener que pedir permiso a médicos y psiquiatras que nos tratan de enfermas. Son derechos básicos para que nuestro día a día no sea una tortura constante.

No vamos a debatir el hecho de que somos mujeres por una cuestión de simple realidad material, así como hacerlo es abrir la puerta a señalarnos de forma pública y formal como mujeres trans cuando existen muchísimas mujeres que ocultan el hecho de ser trans por su propia seguridad. No vamos a debatir el hecho de que dejar de tener que pasar obligatoriamente por psiquiatras (algo que estamos consiguiendo) porque no tenemos ninguna enfermedad. Y no vamos a debatir el hecho de poder acceder a nuestros espacios legítimos.

No vamos a debatir nuestra propia existencia y libertad, no sólo porque es algo propio del fascismo, sino porque su debate está lleno de mentiras y graves acusaciones, como el decir que miramos el género como un sentimiento individual y que perpetuamos dichos roles. Esta afirmación es una mentira sin ninguna prueba ni base. En primer lugar la mayoría de las mujeres trans no dicen sentirse mujeres sino que sienten el ser mujer como lo que realmente es para todas: una opresión impuesta. Y en segundo lugar no es casualidad que nunca le pregunten a personas cisgenero sobre si se sienten mujeres u hombres, sólo lo hacen con las mujeres trans para que alguna le conteste lo que quiere oír y perpetuar contra todas sus rancios estereotipos. Respecto a que las personas trans perpetuamos los roles de género, sólo tenemos que mirar la foto de perfil de las personas cisgénero que afirman eso sobre nosotras en redes sociales.

Este sector tránsfobo de la sociedad se nutre también de la misoginia, pues para oponerse a las leyes trans utilizan los mismos argumentos que usa la extrema derecha no solo contra estas leyes, también frente al aborto o la violencia de género. Pero al igual que abortar es un derecho y las mujeres necesitamos leyes contra la violencia específica que sufrimos, las mujeres trans somos mujeres. Es una realidad material y social, además de ser el día a día de nuestras experiencias, y por ello no somos un debate. Como todas las campañas de odio contra leyes que favorecen a sectores oprimidos, quieren destruir nuestras vidas y ocultar nuestras experiencias porque la realidad no se ajusta a sus delirios narcisistas y misóginos.

A pesar de que queda mucho por hacer en la mayoría de países nuestros derechos han aumentado en los últimos años y hemos mejorado nuestras vidas. Como cada vez que un sector históricamente oprimido conquista derechos, los reaccionarios atacan para evitar que la sociedad avance. En este caso, como en el resto, no podemos permitir que ganen los reaccionarios, pues no hay ninguna razón para oponerse a que las personas trans sean libres de hacer lo que quieran con su vida y cuerpos, más allá de la propia transfobia, así como el disfrute sádico y cruel de ver a una de las minorías más vulnerables bajo tus pies.

Desde hace años varios países alrededor del mundo han aprobado leyes en favor de la comunidad transgénero. Estas leyes nos otorgan derechos básicos como poner fin a ser tratadas como personas enfermas y el libre acceso a cambios de documentación y hormonación. Como era de esperar, a la extrema derecha y sus secuaces no le han sentado nada bien estás leyes y hacen campañas contra ellas y las personas trans. Pero también existen sectores disfrazados de feminismo y de izquierdas que se oponen a estas leyes y han lanzado una campaña brutal contra las personas trans, en especial contra las mujeres, y contra estas leyes.

Si nos centramos en la parte más cruel de esta campaña, podemos ver que por el simple hecho de celebrar en redes sociales ciertas leyes trans aprobadas en alguna parte del mundo, he visto como pedían contra las mujeres trans que nos torturen con descargas eléctricas el resto de nuestra vida o bien que nos den un paliza si nos ven en algún baño de mujeres. Los ataques también han pasado por difundir, sin permiso, fotos de mujeres trans desnudas para reírse de su aspecto físico.