'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
La realidad trans
En los últimos años hemos observado como la transexualidad ganaba visibilidad en todo el mundo. En 2015 Caitlyn Jenner, icono del deporte y la televisión, anunciaba en prime time que era una mujer transgénero. A finales de ese mismo año se estrenó en los cines 'La chica danesa', un filme sobre la transexualidad en el siglo XIX que tuvo gran acogida por parte del público y de la crítica. Y, por último, la popular trilogía 'Matrix' ha resultado ser una película dirigida íntegramente por dos mujeres transgénero: las hermanas Wachowski.
Esta visibilidad ha llegado para quedarse, pero no ha sido producto de la casualidad. Ni su aceptación social se ha generado de forma espontánea, sino que ha sido producto de décadas de lucha trans: primero, para poner fin a la persecución de nuestra existencia; y años más tarde, para acabar con la judicialización y medicalización de nuestras vidas.
En nuestro país se ha puesto en marcha una ley LGTBI que pretende dotar a las personas trans de derechos que siempre nos han sido negados. Esta ley, que bien podría ser catalogada de revolucionaria, va más allá de cambiar aspectos formales ante el papel, y pretende sentar las bases que acaben con una discriminación histórica y conseguir, paulatinamente, la igualdad ante la sociedad para las personas trans atacando la raíz de problema.
Uno de los aspectos más importantes de esta ley es el fin de la patologización de las personas trans que, en la actualidad, somos tildadas de enfermas en la inmensa mayoría de países, incluso por la propia Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto provoca que el acceso al tratamiento hormonal esté condicionado por el hecho de que un psiquiatra o psicólogo dé el visto bueno (o no) a su inicio, siendo tratados ante la sociedad como menores de edad que necesitan el permiso de un adulto para hacer lo que les plazca con su vida.
Esta ley también tiene carácter feminista porque por fin una norma estatal da acceso a las mujeres trans a ley de violencia de género. Hasta ahora, y como sigue ocurriendo en la mayoría de lugares del mundo, las mujeres trans víctimas de violencia de género no son contabilizadas ni tratadas como tal y, por tanto, no podemos acceder a los programas y ayudas destinados a estas víctimas.
Aunque, como ya se ha comentado, esta ley sienta las bases para una igualdad tanto formal como real, aún quedan algunos aspectos sin abordar, más bien por imposibilidad que por falta de ganas. Uno de estos aspectos es la eliminación paulatina del mercado de los tratamientos hormonales que sufrimos desde hace años las personas trans.
Debemos partir de la base de que normalmente no existen medicamentos específicos para el tratamiento hormonal de personas trans, sino que nos recetan medicamentos creados en su origen para otro fin. Por esta razón, si un medicamento deja de ser útil o rentable para el tratamiento que fue diseñado, deja de fabricarse, independientemente de que sea lo más asequible y seguro para las personas trans que lo toma como tratamiento hormonal.
Pero las farmaceúticas no son las únicas que tienen nula preocupación por las personas trans a la hora de retirar productos del mercado. En 2008, el Estado español prohibió los estrógenos inyectables, ideales para el tratamiento de las mujeres trans, con el argumento de que contenían aceite de ricino. Esta prohibición no vino acompañada de ninguna alternativa, ni se llegó a ningún acuerdo para seguir fabricándolos sin ese tipo de aceite. Para abordar este grave problema se necesita más que un arco parlamentario con una mayoría concienciada con los problemas de la gente trans, se necesita un Gobierno de esta índole, lo que actualmente parece misión imposible. La solución parece más lejana si hablamos de las grandes farmaceúticas y cómo se protege desde el Estado sus intereses.
Todo apunta a que en los próximos años la vida de las personas trans irá mejorando paulatinamente gracias a esta Ley y a la lucha que hay detrás de haberla conseguido. También es probable que aumente la visibilidad de las mujeres trans en los medios y en la ficción televisiva, pero debemos centrarnos en que esta visibilidad no se reduzca, como hasta ahora, a ser meros objetos de burla y sátira.
Otro trágico hecho al que debemos hacer frente es al retroceso de derechos que se está viviendo en algunos países como Rusia y del que podríamos ser víctimas en España si normalizamos ciertos hechos, como que la española María Elósegui, que define la transexualidad como una patología, haya sido nombrada jueza del Tribunal Europeo de Derechos Humanos porque, a pesar de todos los avances, como dice Susan Stryker “cada vez que una persona trans respira, realiza una pequeña revolución”.