¿Por qué nos cuesta tanto asimilar que los deportistas que llevan años dándonos alegrías a través de su éxitos se han ganado el derecho a decidir cuándo, cómo y dónde retirarse? Parece una obviedad, pero seguimos siendo jueces y directores deportivos desde el sofá con poca memoria y cuando les vemos mayores, queremos jubilarles. En los últimos tres años se ha normalizado hablar de salud mental en el deporte, de que las grandes estrellas del mundo del deporte acuden al psicólogo y de que ellas y ellos también buscan ayuda profesional para mejorar en la gestión de sus emociones. Pero, de momento, pocas de ellas han verbalizado cómo es el proceso de preparación hasta que públicamente dicen adiós a sus carreras. ¿Se necesita apoyo para tomar esa decisión?. Dejar de competir implica, en cierto modo, una pérdida de identidad, de rutina y, obviamente, de ingresos económicos. Sólo la élite más absoluta el o tienen la vida resuelta cuando se retiran (recordemos que, como máximo, tienen 40 años), la mayoría tienen que seguir trabajando y no es fácil incorporarse al mercado laboral a esas edades.
Hace un mes la brasileña Erika de Souza, una de las mejores extranjeras que ha tenido la liga femenina española de baloncesto (y que ha vestido la camiseta del Hozono Global Jairis los últimos dos años), contaba en la rueda de prensa de su despedida que tenía un poco de miedo sobre su futuro. “No sé qué voy hacer ahora cuando deje de jugar. Estoy acostumbrada a competir desde los 17 años y a vivir con esa adrenalina. Mentalmente todavía no estoy preparada por qué no sé si sabré llevarlo”, expresaba.
De esto hablaba también Rafa Nadal (que cumplirá 37 años en junio), uno de los deportistas más grandes de todos los tiempos, la semana pasada en rueda de prensa. Convocó a los medios de comunicación, acompañado de su familia y de su equipo, para anunciar que no competirá en esta edición del Roland Garros debido a una lesión y que seguramente el 2024 será su último año. “No tengo intención de jugar ni de entrenar en los próximos meses. Voy a parar, es una decisión que toma mi cuerpo. No me merezco terminar así. Quiero darme una oportunidad de acabar en una pista de tenis, sintiéndome un jugador de buen nivel, luchando por los grandes torneos, como ha sido en mi carrera”.
No es fácil decir adiós. Los psicólogos afirman que para hacer menos dura la retirada, ésta debe planificarse. Fijar una fecha es esencial. Después, apoyados siempre por su entorno, es aconsejable que los deportistas busquen ayuda profesional para esa gestión, sobre todo, de las emociones.
El murciano Edu Sánchez fue jugador profesional de baloncesto y ahora trabaja como enfermero en un centro de salud de Molina del Segura. Él reconoce que “mantenerse en forma físicamente, seguir comiendo saludable, hacer algo de deporte y marcarse nuevas metas ayuda mucho en esa etapa de transición cuando dejas de competir”. Él sigue jugando a nivel amateur con sus amigos, participa en carreras corriendo y en bicicleta.
Las mujeres lo tienen más difícil
Este pasado fin de semana Ona Carbonell anunciaba que, a sus 32 años, deja de competir para siempre para dedicarse al activismo social. Se trata de una de las mejores deportistas de la historia de España, la más laureada a nivel internacional en los Campeonatos del Mundo de natación (23 medallas), tiene también 13 preseas en Europeos y dos las logró en los tres Juegos Olímpicos en los que participó. Su adiós fue como ella eligió, en una multitudinaria rueda de prensa en la sede del Comité Olímpico Español acompañada de sus padres, su pareja, sus dos hijos y sus compañeras de natación sincronizada. En el acto, además de su retirada también anunció que será la encargada de la Comisión de Maternidad y Deporte en la que trabajarán “para ayudar a todas las deportistas que quieran ser madres sin tener a cambio que renunciar a sus carreras deportivas. Hace años soy consciente de que las mujeres no tenemos el mismo trato y visibilidad a nivel social y deportivo. Gracias a mi maternidad me he dado cuenta lo poco que ha evolucionado el deporte en conciliación y he trabajado para dar voz a esta situación y que se pongan los medios para cambiarla”.
Ona Carbonell sí volvió a competir después de tener a su hijo y puso sobre la mesa lo imposible que resulta para una deportista de élite compaginar su trabajo con la vida familiar. Fue especialmente crítica con el Comité Olímpico Internacional porque en los últimos Juegos Olímpicos, siendo madre lactante, no le dejaron convivir con su bebé en la villa. Son temas que nunca se habían puesto sobre la mesa porque los deportistas hombres no lo han necesitado. Porque cuando son padres, ellos se van a competir y siempre son sus mujeres los que se quedan con los hijos.
Lo cierto es que, como en el caso de Erika de Souza, muchas deportistas dejan de competir cuando quieren ser madres porque volver a la élite después de parir es muy complicado. Hasta hace poco, incluso, existían las “clausulas de embarazo” mediante las cuales los clubes podían romper un contrato si te quedabas embarazada. Por ello en el caso de las deportistas la retirada puede ser, emocionalmente, dura.
¿Por qué nos cuesta tanto asimilar que los deportistas que llevan años dándonos alegrías a través de su éxitos se han ganado el derecho a decidir cuándo, cómo y dónde retirarse? Parece una obviedad, pero seguimos siendo jueces y directores deportivos desde el sofá con poca memoria y cuando les vemos mayores, queremos jubilarles. En los últimos tres años se ha normalizado hablar de salud mental en el deporte, de que las grandes estrellas del mundo del deporte acuden al psicólogo y de que ellas y ellos también buscan ayuda profesional para mejorar en la gestión de sus emociones. Pero, de momento, pocas de ellas han verbalizado cómo es el proceso de preparación hasta que públicamente dicen adiós a sus carreras. ¿Se necesita apoyo para tomar esa decisión?. Dejar de competir implica, en cierto modo, una pérdida de identidad, de rutina y, obviamente, de ingresos económicos. Sólo la élite más absoluta el o tienen la vida resuelta cuando se retiran (recordemos que, como máximo, tienen 40 años), la mayoría tienen que seguir trabajando y no es fácil incorporarse al mercado laboral a esas edades.
Hace un mes la brasileña Erika de Souza, una de las mejores extranjeras que ha tenido la liga femenina española de baloncesto (y que ha vestido la camiseta del Hozono Global Jairis los últimos dos años), contaba en la rueda de prensa de su despedida que tenía un poco de miedo sobre su futuro. “No sé qué voy hacer ahora cuando deje de jugar. Estoy acostumbrada a competir desde los 17 años y a vivir con esa adrenalina. Mentalmente todavía no estoy preparada por qué no sé si sabré llevarlo”, expresaba.