Entrevista

Lola López Mondéjar, escritora y psicoanalista: “El compromiso afectivo es revolucionario”

Zygmunt Bauman, los zombis, la serie sobre adolescentes 'Euphoria' o el libro 'Hambre. Memorias de mi cuerpo', en el que la autora Roxane Gay escribe sobre su obesidad mórbida, se intercalan con fluidez en 'Invulnerables e invertebrados. Mutaciones antropológicas del sujeto contemporáneo', el último ensayo de la escritora y psicoanalista Lola López Mondéjar (Molina de Segura, 1958). La ensayista murciana, que también ha publicado novelas y relatos, aquilata en este libro las patologías más representativas de nuestro tiempo, como la ansidedad o las adicciones, apuntalada por su propia experiencia clínica.

López Móndejar hace una radiografía del alma postmoderna y los contrastes dibujan a un individuo que, ante el aumento de las incertidumbres, niega su fragilidad y se esconde en una “fantasía de invulnerabilidad”. La psicoanalista disecciona en el libro publicado por Anagrama, entre otros asuntos, lo que denomina 'el modelo Tinder', la hiperactividad, la obesidad o la masculinización de las mujeres. “Todos tenemos algo de invulnerables e invertebrados para poder estar en este mundo tan hostil”, señala. La autora dirige desde 2014 años un taller de escritura creativa.

Ha tratado en el libro asuntos polémicos como la obesidad o lo que denomina 'modelo Tinder'. De hecho, aboga por poner limitaciones a las “apetencias” de los individuos, que usted contrapone a los “deseos”. Incluso tiene en cuenta la posibilidad de que se haga una lectura conservadora de su ensayo, aunque no se muestre de acuerdo.

No creo que reivindicar el compromiso sea conservador. A mí me parece revolucionario y, de hecho, lo están reivindicando muchísimas pensadoras como Eva Illouz, Tamara Tenenbaum o Martha Nussbaum. La corriente mainstream es no tener compromiso, lo completamente nuevo es volver a humanizar las relaciones, integrar afectividad con sexualidad porque eso es reconocimiento intersubjetivo. Nos parecen muy cool cosas que a veces son deshumanizantes. Con el 'modelo Tinder' es más sencillo expresar el deseo sexual que la necesidad de afecto.

He tratado de ser prudente en el texto y por eso he hecho una defensa de la diversidad morfológica de los cuerpos: desde la talla 32 hasta una 46-48 hablaríamos de la variedad de lo humano. También me daba miedo ser tildada de gordófoba o conservadora, pero a eso se sobreponía una posición a favor del pensamiento complejo, que es lo que yo defiendo en el libro. No quiero decir que todas las obesidades o sobrepesos sean con motivos psicológicos, pero sí que algunos esconden motivos psicológicos. Entonces, con lo que no me conformo es con un tipo de pensamiento simplista que aparece en los medios que afirma que la obesidad es algo metabólico. No es verdad. En un grupo de personas obesas el recurso a la comida se usa como ansiolítico.

¿Pero dónde situaría la frontera a la hora de que los medios de comunicación sean capaces de reflejar la diversidad corporal y que las mujeres gordas no sean tachadas sistemáticamente de enfermas?

Depende. Hay un momento en que la obesidad es una enfermedad que comporta muchos riesgos. El problema es la negación de una evidencia hasta el punto de que se puede convertir en una especie de negacionismo corporal, como los que niegan la COVID-19 o los terraplanistas. Es acientífico. Creo en los ideales de mesura. en la obesidad mórbida también puede haber un problema de aceptación de la propia sexualidad y un conflicto de individuación- separación de la madre y de la familia.

En una sociedad en la que tenemos una epidemia de obesidad tenemos que preguntarnos por qué se ha incrementado tanto. Hablo de una obesidad mórbida con pesos de 120 ó 140 kilos en jóvenes que tienen 20 años. La comida es un recurso muy fácil. La oralidad tiene que ver con la apetencia, es autocalmante y la comida hipercalórica es accesible. De hecho, es lo más fácil, la comida basura, el picoteo. Lo que estoy viendo en muchísimos campos es como un tirar la toalla: la renuncia a la tensión moral entre un ideal corporal saludable y la impulsividad y el placer oral inmediato.

Generalmente, ha sido la religión la que ha establecido el marco de la moralidad de cada época. Una vez no que esta no tiene el papel preponderante en la sociedad, ¿no es más difícil crear un código ético?

Cuando se retira la religión, pensamos que no hay principios, pero sí que los hay. El dinero fácil, la promesa de felicidad, son valores que han sustituido a los que teníamos antes. El ser humano está vacío de contenido, no tenemos ninguna esencia, nos vertebramos a partir de cómo la cultura penetra y se encarna en cada uno de nosotros.

Cuando empieza la deriva neoliberal, el capitalismo postfordista financiarizado y, sobre todo, la cultura digital que se impone en los últimos 30 años nos hacen ver que, aparentemente, no hay valores, pero los valores implícitos no declarados que nos rigen son los del consumo. Los valores son que los chicos quieren ser youtubers y ¿qué implica eso?: que el valor es el triunfo fácil y rápido y el éxito se identifica con tener mucho dinero, no tiene que ver con el esfuerzo, con el logro. Los programas de televisión donde la gente gana dinero nos hablan de una adquisición de éxito y reconocimiento que no pasa por ser personas reconocidas por un trabajo intelectual, manual o lo que sea. La facilidad y la impunidad de la corrupción son un ejemplo; hasta el propio rey es un defraudador. ¿Qué moral hay ahí? Niguna. Al lado de eso, hay jóvenes que opositan. El opositor es lo opuesto al invertebrado, en ese sentido, es alguien que tiene un deseo y supedita todas sus apetencias para la consecución de ese deseo, disciplinándose.

¿No cree que la falta de perspectivas de futuro influye mucho en la forma con la que los más jóvenes construyen su subjetividad?

Esa incertidumbre tan alta que experimentan les hace vivir el presente de una forma radical, no pueden hacer proyectos de futuro o construirse por dentro de una manera diferente. No puedes pensar en comprar una casa cuando tienes un salario tan precario que no puedes ni pagar el alquiler y tienes que vivir compartiendo habitación junto a otros jóvenes. Tener que adaptarse a una realidad muy efímera para no sufrir. Eso hace hace que a la larga la moral sea pragmática y presentista.

Esta incertidumbre creciente nos impregna a todos nosotros: todos tenemos algo de invulnerables e invertebrados, todos usamos la negación, la racionalización para poder sobrevivir en este mundo tan hostil.

De hecho, el apoyo a Vox entre el segmento de población más joven, ¿podría estar más relacionado con ese anhelo de un mayor número de certidumbres?

Los populismos ofrecen identificaciones muy sólidas. Son promesas que sirven a muchísma gente. Si le sumas la falta de una educación con espíritu crítico, que alguien como Trump, que propone 'Make America Great Again', o la arcadia feliz del nacionalismo catalán, la población va a asumir esos horizontes como una posible salvación. Como en el territorio afectivo, frente a la incertidumbre de los actuales procedimientos de cortejo, algunas chicas vuelven a posiciones retrógradas como sentir que los celos del novio son síntomas de amor. En esa falta de compromiso que alguien te quiera reduce la incertidumbre.

¿Ve inseguridad entre los chicos ante el empoderamiento del feminismo?

Por supuesto que el empoderamiento de las mujeres les produce inseguridad, como también la cultura pornográfica, la llamada pornificación de la sociedad. El visionado de películas donde se confunde la sexualidad con la dominación y el poder, y donde la degradación y la violencia hacia la mujer es la tónica, confunden a los jóvenes y dañan a las mujeres. Algunos hombres se proponen dar la talla como en esas escenas pornográficas. Como no la dan porque la pornografía es ficción, es puro montaje, les crea  inseguridades y, como consecuencia, están teniendo problemas de erección y de eyaculación precoz. Por otra parte, guiados por ese modelo pornográfico, solicitan a sus parejas unos comportamientos denigrantes a los que ellas se someten sin averiguar si lo quieren o no.

En el último capítulo de 'Invulnerables e invertebrados' subraya que la pandemia ha puesto más abiertamente de manifiesto la fragilidad que no queremos reconocer.

La covid ha aumentado la incertidumbre junto con la guerra de Ucrania y la crisis ecológica. Ahora mismo la incertidumbre es enorme: es como vivir al lado de un volcán. La tesis central de mi libro es la fantasía de invulnerabilidad, una disociación interna que nos afecta a todos, por la cual no reconocemos nuestra vulnerabilidad y nos identificamos con la parte más omnipotente de nosotros mismos, precisamente para sobrellevar nuestra fragilidad en este mundo que describimos. Los negacionismos serían un síntoma de esa fantasía de invulnerabilidad. Bolsonaro o Trump negaban la covid y cuando ya se enfermaron no tuvieron más remedio que aceptarla.

Igualmente, los gobiernos persisten en una negación enorme del cambio climático. Las medidas tomadas durante la pandemia han mostrado cómo con el uso excepcional de una economía de guerra podríamos hacer la imprescindible transición ecológica, si tuvieran valor y adoptaran políticas de forma coordinada y global. Los gobiernos responden con particularismos, acuciados por el cortoplacismo de las elecciones. Pero si las medidas que se adoptan no son universales y, al final nadie las toma, el calentamiento global se acelera y sucede lo que nos está pasando: veranos tórridos y escasez de alimentos, no solo por la guerra. Pero todo esto se niega.

¿Se siente esperanzada con respecto al futuro?

La derecha es ultraliberal y estamos hablando de un sistema económico que está defendiendo los privilegios de los ricos de toda la vida, pero les votan los trabajadores confundidos con las promesas identitarias de la ultraderecha. Vivimos en una sociedad hedonista con una enorme desmesura en el consumo, una sociedad que no soporta los límites. Pero el planeta tiene límites. Si carecemos de una educación que nos enseñe a pensar críticamente, a identificar lo que necesitamos colectivamente no tenemos solución.

No nos da tiempo. Esto va demasiado rápido.