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Un diálogo intergeneracional sobre la memoria de la migración murciana: en torno a 'Mi cuerpo será camino', de Alba Saura Clares

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Mi cuerpo será camino (La Máquina de Nubes, 2021), que llegó por primera vez al Teatro Circo de Murcia los días 12 y 13 de marzo, es un ejercicio de memoria y reivindicación de la identidad migrante y de clase que la dramaturga y docente universitaria Alba Saura Clares construye sin miedo al acento murciano. Desde Argentina hasta Alemania, desde Hospitalet hasta San Pedro del Pinatar, los múltiples motivos y escenarios geográficos de las migraciones, que recurrentemente encubren exilios y raramente reproducen el sueño americano, se reconstruyen en una narrativa común, en una experiencia compartida de motivos y sentimientos asiduos a lo largo del tiempo. El dolorido sentir del viaje que no cesa.

 La identidad del migrante se perfila en la obra entre dos tensiones: la de recordar y la de olvidar, que no son más que una reproducción de la difícil tarea de marcharse y volver. Marcharse para tener una vida mejor, la promesa que ha sustentado durante décadas la huida de miles de españoles y murcianos. Volver como acto de reconciliación, volver para tratar de reencontrarnos con nuestro yo más íntimo.

Aunque la migración española de los años sesenta hacia Europa, repetida durante los años de la crisis financiera del 2008, ha sido un motivo artístico relevante en nuestro país, tanto en el cine como en la literatura, Saura Clares aporta una mirada introspectiva única que permite reflexionar sobre el papel de la identidad y del arraigo en el conflicto social que se sitúa tras los procesos migratorios. Pensarse desde fuera obliga a entremezclar la memoria nostálgica con la débil noción de una tierra que ya es ajena. Así, los personajes, epítome familiar del sur de España, están atravesados por el drama de echar de menos, hasta la negación iracunda, a la tierra a la que se encuentra apegado su autoconcepto. La compleja relación entre el fracaso que acontece allí de donde uno es aparte y la sensación de nunca llegar a ser completamente feliz en la a veces mitificada tierra prometida se evidencia en unos cuerpos en transición que son, a la vez, unos cuerpos vapuleados por el movimiento.

Con el tributo a Serrat ya desde el propio título y junto al acertado reconocimiento del papel de la música en la memoria de los pueblos, los espectadores de Mi cuerpo será camino, un antídoto contra la xenofobia, podrán sentirse parte de una larga tradición que posiblemente les interpele personalmente. En un mundo cada vez más conectado, de fronteras aparentemente porosas y multiculturalidad manufacturada, ni las videollamadas de Skype ni los vuelos baratos nos permiten eliminar la congoja que todo ser humano siente al hacer las maletas sin billete de vuelta. Y es que, como bien dice Ginés, uno de los personajes, en el epílogo de esta obra, no hay más patria que el hogar, pero nunca nadie será más patriótico que cuando marcha del hogar. El lugar de nacimiento es solo una condición casual, pero la memoria, las raíces, lo sabores y los olores se constituyen como elementos decisivos e irrenunciables de nuestra personalidad. Cuidar la memoria de los pueblos, apostar por lo popular como acción contrahegemóinica, luchar contra el olvido de nuestra historia, reivindicar lo que fuimos, nos protege de la descorazonadora sensación de no ser de ninguna parte.

En definitiva, un texto imprescindible, un regalo de Alba Saura Clares para todos los murcianos que somos nietos o hijos de migrantes.

Mi cuerpo será camino (La Máquina de Nubes, 2021), que llegó por primera vez al Teatro Circo de Murcia los días 12 y 13 de marzo, es un ejercicio de memoria y reivindicación de la identidad migrante y de clase que la dramaturga y docente universitaria Alba Saura Clares construye sin miedo al acento murciano. Desde Argentina hasta Alemania, desde Hospitalet hasta San Pedro del Pinatar, los múltiples motivos y escenarios geográficos de las migraciones, que recurrentemente encubren exilios y raramente reproducen el sueño americano, se reconstruyen en una narrativa común, en una experiencia compartida de motivos y sentimientos asiduos a lo largo del tiempo. El dolorido sentir del viaje que no cesa.

 La identidad del migrante se perfila en la obra entre dos tensiones: la de recordar y la de olvidar, que no son más que una reproducción de la difícil tarea de marcharse y volver. Marcharse para tener una vida mejor, la promesa que ha sustentado durante décadas la huida de miles de españoles y murcianos. Volver como acto de reconciliación, volver para tratar de reencontrarnos con nuestro yo más íntimo.