'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.
Dignificar el telar del tiempo: una lectura de 'Ahmar' de Jan J. Martí
Durante varias semanas me he sentido acompañado de un bardo o un juglar, de un mosaico de voces que elogian la cultura oral, cimentada sin el apoyo de la escritura, aunque no por ello se trata de cuestión primitiva, rudimentaria o tribal; más bien es una aliada de la memoria y del buen verbo, creando un ritmo sonoro que rara vez se alcanza con la prosa que, no obstante, en algunas páginas sí logra Jan J. Martí.
Un príncipe se halla enfermo y, en consecuencia, en el ocaso de su vida y cuya imagen es representada por el Hombre con turbante, del pintor granadino Gabriel Raya Morcillo. Aislado en unos grandes y lujosos aposentos alejados de familia y amigos necesita de un acompañamiento para no morir de aburrimiento. El esclavo y súbdito Esteban -descrito como un plebeyo apuesto e inteligente, que se siente poeta y, en parte, así actuará (“quiero que seáis juglar y poeta”, p. 79) - hará que el telar del tiempo sea dignificador para el príncipe (“confieso que la vida me aburre, pero vuestros relatos no”, p. 79), su alma y su perspectiva de la vida, por medio de relatos que transmiten enseñanzas y reflexiones, quién sabe si autobiográfica. Esta interpretación como otras las deja en manos del lector el autor del libro, permitiendo así una participación de los interlocutores leedores.
La estructura que gobierna esta novela de Jan J. Martí se gesta en la mirada individual de cada personaje. Son varios los poderes de la trama, destacando el amor (homosexual y materno) y la fortaleza de las mujeres y las niñas frente a la adversidad y a una cultura centrada en el varón nada favorecedoras para ellas, ya fueran esclavas, ya fueran reinas o princesas, aunque siempre adalides del conocimiento en una época dada a lo espiritual y a las creencias urbanas (fake news). Ellos se hallan atrapados en el rol tradicional de la masculinidad insensible y dominante, alejada de los afectos y las emociones.
Derrota. Redención. Traición. Amor tóxico paterno. Conocimiento. Magia. Belleza. Crueldad. Sangre. Lugares. No lugares. Asesinatos. Venganzas. Eros y Thanatos son dos instintos básicos del ser humano (en interpretación freudiana) que impregnan toda la novela, cuyos relatos se hilvanan por haber ocurrido en un grupo de personajes que, de una u otra forma en el tiempo y lugares, están conectados. Son piezas de un puzle que, de forma conjunta, forman un puzle mayor pero esta trama unitaria también se puede interpretar desde el efecto Rashomon, de Kurosawa. De este modo se muestra, clarividentemente, un testamento moral, cierre quizá testimonial que lanza una pietas para la imaginación, que siempre asciende en el porvenir y sustituye, en no pocas ocasiones, a la vida que transcurre en la realidad y en el presente que, en cualquier momento y lugar, puede evaporarse.
Durante varias semanas me he sentido acompañado de un bardo o un juglar, de un mosaico de voces que elogian la cultura oral, cimentada sin el apoyo de la escritura, aunque no por ello se trata de cuestión primitiva, rudimentaria o tribal; más bien es una aliada de la memoria y del buen verbo, creando un ritmo sonoro que rara vez se alcanza con la prosa que, no obstante, en algunas páginas sí logra Jan J. Martí.
Un príncipe se halla enfermo y, en consecuencia, en el ocaso de su vida y cuya imagen es representada por el Hombre con turbante, del pintor granadino Gabriel Raya Morcillo. Aislado en unos grandes y lujosos aposentos alejados de familia y amigos necesita de un acompañamiento para no morir de aburrimiento. El esclavo y súbdito Esteban -descrito como un plebeyo apuesto e inteligente, que se siente poeta y, en parte, así actuará (“quiero que seáis juglar y poeta”, p. 79) - hará que el telar del tiempo sea dignificador para el príncipe (“confieso que la vida me aburre, pero vuestros relatos no”, p. 79), su alma y su perspectiva de la vida, por medio de relatos que transmiten enseñanzas y reflexiones, quién sabe si autobiográfica. Esta interpretación como otras las deja en manos del lector el autor del libro, permitiendo así una participación de los interlocutores leedores.