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La historia del mundo es el silencio

El verano nos lo muestran como el momento del año en el que se vive hacia fuera, pasada la época de relativo recogimiento que es el invierno. Es a éste al que asociamos con la calma, la introspección. Todo en el suceder de las estaciones, los días y la vida. Un transcurrir del tiempo no falto de sobresaltos, alegrías y otras tantas veces de invadirnos la pena y el dolor. La vida que se abre paso y la muerte como algo inexorable, pero a la que negamos. El sosiego de sentir que la vida es el conjunto de todo ello. También de como la afrontamos; si seguimos aferradas a algo o huimos sin ser conscientes de que no podemos huir de nosotras mismas y los sentimientos que nos martillean: la culpa, el duelo, la nostalgia. 

La vida también es la Historia y el caramelo no es un recuerdo de infancia sino el obsequio de un soldado, es entonces cuando la Historia del mundo es el silencio. El silencio es muerte, el conflicto, la pasividad ante lo que ocurre. Mostrar los límites de la libertad de nuestra generación que nos dice, como en el final de Trainspotting, cómo debe ser la vida que hay que vivir, pero donde nuestra generación “tiene hoy pocas cosas que elegir”.

Todo ello transita por el poemario de Sara Herrera Peralta, una obra profunda que muestra una evolución muy sólida desde 'Hombres que cantan nanas al amanecer y comen cebolla' y su prosa poética de 'Arroz Montevideo'. En ese camino se dibuja la esperanza en 'Verano' donde desnuda su experiencia de la maternidad, habla a su hijo desde la verdad más pura del amor y el ser consciente de la realidad de ese duro mundo relatado en el que va a tener que crecer su hijo. 

La naturaleza impregna toda la obra, entre la contemplación de la misma, que nos da las claves de la vida y sentirnos dentro del propio círculo de la naturaleza “seré tu madre. / Como la dualidad de la flor; / para la muerte, /para la vida”. Se vislumbra un lugar donde refugiarse y desde el que crecer y poder entender todo el trayecto vital desde el vientre a la muerte; la infancia que aparece en forma de añoranza y se refleja en esa luz estival 

“De la infancia diría

que es una culebra

que come caramelos

y se saca tierra de los ojos. 

De la infancia diría,

solo,

los veranos al sol“.

El verano nos lo muestran como el momento del año en el que se vive hacia fuera, pasada la época de relativo recogimiento que es el invierno. Es a éste al que asociamos con la calma, la introspección. Todo en el suceder de las estaciones, los días y la vida. Un transcurrir del tiempo no falto de sobresaltos, alegrías y otras tantas veces de invadirnos la pena y el dolor. La vida que se abre paso y la muerte como algo inexorable, pero a la que negamos. El sosiego de sentir que la vida es el conjunto de todo ello. También de como la afrontamos; si seguimos aferradas a algo o huimos sin ser conscientes de que no podemos huir de nosotras mismas y los sentimientos que nos martillean: la culpa, el duelo, la nostalgia.