Una tarde de playa en el Mar Menor nadando entre caballitos de mar solo vive en el recuerdo de unos pocos. Tras las crisis de nitratos y otros nutrientes perjudiciales que han asfixiado la laguna salada, la asociación Hippocampus estima que apenas queda un millar vivos en este entorno. Lo mismo ha ocurrido con la población de la nacra, una especie de mejillón gigante, que apenas pudo sobrevivir el primer embiste de una serie episodios de anoxias que han ido llegando a la albufera: en 2016, tras el fenómeno de eutrofización conocido como 'sopa verde', murió el 99 por ciento de estos ejemplares. Junto al fartet, un pequeño pez plateado, se encuentran en peligro de extinción.
Echando la vista atrás, Emilio Cortés, conservador del Acuario de la Universidad de Murcia (UMU) y director técnico del proyecto Banco de Especies Emblemáticas y de Singular Importancia del Mar Menor, confiesa que jamás imaginó que fuera necesaria la creación de un banco de especies de la laguna para garantizar su supervivencia hasta la llegada de la sopa verde en 2016: “Pensábamos que el Mar Menor tenía suficiente fuerza para ir aguantando todos los embates de origen humano –contaminación, nutrientes...– que le llegaran. La cosa se puso muy mal justo antes de 2016, y ese año con la sopa verde nos dimos cuenta de que el problema del aporte de nutrientes podría llegar a ser crítico en situaciones determinadas”, recuerda. El proyecto, considerado “un poco drástico” por aquel entonces incluso por los propios investigadores, podría ser una salvaguarda para la supervivencia de las especies autóctonas de la laguna. “Una de las cosas que pensábamos era que los episodios de anoxia iban a producirse solo en las zonas más profundas del Mar Menor, nunca pensábamos que iban a llegar a las zonas someras”, asegura, aludiendo al episodio de anoxia de 2019.
Cortés subraya que la intención del Banco de Especies no es la de “repoblar”: “Somos bastante cuidadosos con ese término. Estamos asegurando mediante procesos de reproducción y mantenimiento de stock en cautividad que siempre vamos a tener ejemplares de estas especies características del Mar Menor con una calidad genética apropiada”. Si en algún momento dado, explica, alguna o varias de esas especies entra en un proceso de regresión que pueda dar lugar a su extinción dentro de la laguna, los investigadores tendrán la capacidad para poner en marcha un proyecto de recuperación con sus ejemplares al medio natural.
Solucionar el problema del Mar Menor
El Banco de peces se desarrollará en dos fases. La primera dura cuatro años –van ya por el tercero–, y en ella se trabaja para establecer los protocolos de mantenimiento y reproducción de todas estas especies, al tiempo en que se empieza a generar ejemplares de las especies con la población más diezmada. El proyecto ha seleccionado entre las especies a recuperar aquellas autóctonas del Mar Menor antes de la apertura del canal del Estacio, que permite el paso de embarcaciones al Mar Menor, además de la nacra por el peligro de extinción que sufren sus ejemplares. Entre las especies elegidas se encuentran el emblemático caballito de mar del Mar Menor, la aguja de río, la aguja mula, el fartet, el zorro o el gobio de arena.
“Partimos de un grupo reproductor de 20 signáditos –caballitos y agujas de mar–; lo cogimos hace dos años. Vamos a ampliarlo para incrementar el pool genético y tener mayor variabilidad. El año pasado no conseguimos encontrar juveniles, nunca cogemos adultos para no interferir en los procesos reproductivos de la especie en el medio natural. Nosotros empezamos a buscar en marzo y abril, que es la época de reproducción. El reclutamiento estuvo difícil por todas las masas de ovas –algas– que había en el mar”, ejemplifica Cortés. “Ahora tendremos unos 600 o 700 ejemplares de signátidos en total. De aguja mula tendremos unos 70 u 80 ejemplares”, celebra el director del proyecto.
El proceso no es sencillo, deben establecer controles y protocolos para poder reproducir cada especie con éxito en cautividad: “En cuanto a las nacras, estamos afinando el mantenimiento, lo tenemos prácticamente controlado. Llevamos reproduciéndolas tiempo, pero no conseguimos sacar juveniles, se nos mueren en estado larvario. Estamos cambiando protocolos, esperando que para primavera, con los nuevos eventos reproductores, logremos avanzar un poco”, explica Cortés.
La segunda fase consiste en establecer grupos de ejemplares en condiciones de semilibertad en balsas o en sitios determinados. Esta fase es más transversal y puede incluir a otras administraciones o equipos de trabajo que tengan el espacio y puedan incluir esos ejemplares, que serán coordinados a través del grupo de investigación del Acuario de la Universidad de Murcia y la Dirección General del Mar Menor.
El conservador del acuario recuerda que el plan de recuperación de este proyecto, desarrollado en coordinación con la Dirección General del Mar Menor, perteneciente a la Consejería murciana de Agua, Agricultura, Ganadería, Pesca y Medio Ambiente, solo podrá desarrollarse si se soluciona el problema del Mar Menor: “No tiene sentido liberar ejemplares que se van a estar muriendo cada vez que haya una crisis”.
En busca de ejemplares juveniles
Con la crisis ecológica de la laguna atajada, Cortés adelanta que se tiene que llevará a cabo un estudio para ver la tendencia que lleva la población de especies marinas en el Mar Menor. “Si es una tendencia de recuperación porque es creciente y tiene una variabilidad genética apropiada, no tenemos por qué intervenir. Si se mantiene estable hay que darle tiempo. Si entra en regresión hay que hacerle un seguimiento a lo largo de los años, y de empeorar, podemos reforzarla para que la tendencia cambie. El daño tiene que ser tal que la especie no pueda recuperarse por sí sola”, insiste.
En los meses de marzo y abril del año que viene, coincidiendo con la época de reproducción, los investigadores del Acuario de la Universidad de Murcia se embarcarán de nuevo en la laguna en busca de nuevos juveniles, ejemplares entre el estado de nacimiento u adultez para garantizar no intervenir en la reproducción de las especies que quedan en libertad en el Mar Menor. Con ellos agrandarán su selección genética y la población del Banco de Especies. El paisaje de un Mar Menor con caballitos de mar llevará tiempo, pero gracias a este proyecto siempre será una posibilidad.