La nacra o 'seda del mar' para los antiguos egipcios (debido a los tejidos brillantes y ágiles que se elaboraban con sus filamentos) es una especie protegida de molusco bivalvo que alcanza hasta los 120 centímetros. Este ‘mejillón gigante’, que lleva presente en aguas mediterráneas desde hace cinco millones de años, se ha visto amenazado en las últimas décadas por la actividad humana (extracciones de ejemplares, choques de los barcos y contaminación) y, en último caso y más brutalmente, desde 2016 por un protozoo parásito (Haplosporidium pinnae) que está aniquilando a esta especie con una mortandad del 100%.
Este bivalvo se encuentra en peligro crítico de extinción, por encima de otras especies más emblemáticas como el lince ibérico, el caballito de mar o el águila real. En los últimos cinco años ha desaparecido de todo el litoral balear y andaluz, y los últimos ejemplares en España sobreviven en el Mar Menor y el Delta del Ebro debido a que las condiciones de salinidad de estos emplazamientos han impedido que aflore el parásito. Sin embargo, con la entrada de agua con menor índice de salinidad tras el temporal Gloria en 2020 la población ha quedado reducida al 2,3%.
En la lucha contrarreloj por salvar de la extinción al segundo molusco más grande del mundo, el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Cataluña (Irta), el Acuario de la Universidad de Murcia, la Universidad de Alicante y el Instituto de Investigación en Medio Ambiente y Ciencia Marina de la Universidad Católica de Valencia (Imedmar) colaboran con otros grupos de investigación internacionales para conseguir garantizar la reproducción de la nacra (Pinna nobilis) en cautividad.
Emilio Cortés, biólogo investigador en la Universidad de Murcia, está esperanzado con la posibilidad de evitar que la nacra desaparezca definitivamente. “Hemos dado pasos de gigante desde que empezamos a estudiarlas en 2016”, asegura. El grupo de investigación de Cortés comenzó a profundizar en esta especie y su situación en el Mar Menor tras la primera crisis de eutrofización (incremento de sustancias nutritivas en las aguas que provoca un exceso de fitoplancton que, a su vez, causa falta de oxígeno, y asfixia la vida marina). “Después de la sopa verde que se formó en la laguna por la entrada de nutrientes murieron todas las nacras por debajo de los tres metros. Pasamos de más del millón y medio de ejemplares, a tan solo 1.500”, lamenta Cortés.
El Mar Menor es un área de conservación estratégica de la nacra desde esa primera crisis de eutrofización en 2016. Fue entonces cuando se comenzaron a censar aquellas nacras que habían sobrevivido y a estudiarlas para poder reproducirlas en cautividad. Sin embargo, hasta la fecha no ha conseguido terminar el proceso de reproducción fuera del medio natural. “Necesitamos que estas larvas, fruto de la reproducción en cautividad, lleguen a fase juvenil y se asienten. Aún no lo hemos conseguido, pero estamos cerca en la Universidad de Murcia”, asegura el investigador.
Conseguir la reproducción en cautividad supondría asegurar que, a pesar del mal estado de las aguas del Mar Menor o del avance del parásito en el Mediterráneo, la especie no se extinguiría. Sin embargo, Francisca Giménez, investigadora y catedrática de la Universidad de Alicante, considera de vital importancia asegurar que el ecosistema del Mar Menor deje de recibir entrada de nutrientes, principalmente nitrógeno y fósforo, para no acabar con aquellos ejemplares que habitan en la laguna y poder incorporar aquellos que consiguiesen cultivarse en el Acuario de la Universidad de Murcia, dependiente del Vicerrectorado de Investigación e Internacionalización de esta institución.
Indicadores de la calidad de las aguas
Las nacras tienen una importancia fundamental en el medio marino debido a su labor de filtrado de nutrientes, sirviendo así de indicadores del ecosistema litoral y de la calidad de sus aguas. La desaparición de esta especie empeoraría el estado del Mar Menor y con ello, la crisis ecológica que se sufre en el lugar.
En la actualidad, la recuperación de esta especie es lenta y se enfrenta a serias dificultades, ya que no solo tiene que lidiar con la crisis eutrofización del Mar Menor, sino que también tiene que enfrentarse en el Mediterráneo a la aparición de este nuevo parásito capaz de aniquilar a prácticamente todos los ejemplares con los que entra en contacto.
Este protozoo de origen desconocido comparte casi las mismas condiciones naturales para subsistir que la nacra (a excepción de los índices de salinidad que puede soportar) y está causando una muerte masiva de estos animales, debido a que se reproduce asexualmente por esporas en su glándula digestiva, ocasionándoles la muerte por inanición.
Un caso similar planteó serios problemas en la costa Este estadounidense durante los años cincuenta: el Haplosporidium nelsoni casi consigue acabar con la ostra americana (Crassostrea virginica) y a día de hoy sigue causando estragos en las colonias. Sin embargo, algunos ejemplares resistieron a este protozoo y se reprodujeron, dando lugar a segundas y terceras generaciones de individuos resistentes a este.
Reproducción en cautividad y supervivencia en las lagunas
Actualmente son sumamente escasas las nacras supervivientes al Haplosporidium pinnae, por lo que las únicas soluciones planteadas están focalizadas en conseguir la reproducción en cautividad, junto a garantizar la supervivencia de los ejemplares presentes en las lagunas. Éstas últimas están en peligro constante debido a que una borrasca o el aumento del nivel del mar, a raíz del cambio climático, podría disminuir su salinidad y permitir la entrada al protozoo a estas aguas. En el caso del Mar Menor, este estado crítico se potencia por la contaminación que lleva sufriendo durante décadas, en un principio causada por los vertidos de aguas residuales y, actualmente por las transformaciones agrícolas.
Ante la necesidad de acabar con la crisis de eutrofización, Vox planteó como solución la apertura del Mar Menor al Mediterráneo. Sin embargo, esta medida supondría una disminución en los niveles de salinidad de la laguna y la posibilidad de que se expanda el parásito, ya presente en el Mar Menor, y que afectó a la población de nacras de la encañizada en 2016. La catedrática de la Universidad de Alicante, al igual que el resto de la comunidad científica española, se opone por completo a esta medida: “Se ha propuesto desde Vox y cuenta con el apoyo de grupos con poder en la Región, pero es una iniciativa simplista y que no tiene en cuenta las condiciones del ecosistema del Mar Menor. Lo que se necesita es frenar la entrada de nutrientes ya, la situación de la laguna es más frágil y crítica con cada crisis de eutrofización y le cuesta cada vez más recuperarse”.
La directora general del Mar Menor, Miriam Pérez, asegura que se están llevando a cabo desde el Gobierno de la Región de Murcia “numerosas actuaciones encaminadas a la protección y conservación de la especie”, además de “actividades de divulgación, comunicación y sensibilización”.