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Alexandra Cánovas (diseñadora): “El traje regional de huertano habla de la gente que labra la huerta, la tierra”

La diseñadora Alexandra Cánovas, en la inauguración de su exposición en el Centro Párraga

Javier García Clavel

4 de abril de 2024 11:27 h

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Estos días, hasta el 11 de abril, se puede ver en la sala de Máquinas del Centro Párraga la exposición 'En el melón y en las tajás', en la que la diseñadora Alexandra Cánovas del Rey dispone a lo largo del espacio rectangular de la sala una selección de las piezas del traje regional releídas por ella misma, además de un collage de imágenes y palabras, un pequeño altar, un vídeo y un bordado en proceso. En realidad todo el proyecto es un trabajo en marcha que comenzó hace dos años, que le atraviesa por dentro y que no tiene fin, entre otras cosas porque es lo que más le ha gustado hacer hasta el momento. Comisariada por Ulises Ferrándiz Soriano, 'En el melón y en la tajás' es una lectura contemporánea del traje regional donde se aúnan el profundo respeto a la tradición, la investigación y el diseño, la espiritualidad, la conciencia de clase, la liberación de las marcas de género y la alegría y la belleza incontenibles del baile.

Qué es 'En el melón y en las tajás', ¿una reinterpretación del traje regional, una actualización o es una lectura personal?

Es las tres cosas. Por un lado es reinterpretación. El traje regional no es una muestra fidedigna de lo que se llevaba, sino que se ha ido romantizando. Hay grupos etnográficos que se dedican a mantener el traje tal cual era al principio, pero no creo que la gente fuera a trabajar al campo de blanco impoluto, como vemos que son los trajes de hoy. Llevarían lino, algodones, cáñamos, tejidos naturales... pero no ese blanco que llevan ahora los trajes. Así que hay reinterpretación del traje regional, pero no el original sino lo que nos ha llegado a nuestros días. Por otro lado, es una visión mía, porque como diseñadora me gusta darle a todo una conexión de colección, de coger unos ciertos colores y ciertas texturas. Y es una lectura personal, sin duda; creo que es la primera vez que he hecho algo tan autobiográfico.

¿Por qué decides hacer este proyecto?

Creo que fue por una cuestión natural. Empecé en 2020 con Mantekillah, y enseguida nos encerraron, lo que me permitió pensar bien qué quería hacer de manera creativa, y no tanto pensando en un negocio artesano como es Las Culpass. Después de varias colaboraciones con diferentes personas me di cuenta de que cuando estaban más enfocadas al folklore me gustaban mucho, porque me siento muy cómoda. En mi casa las tradiciones del día del Bando se han vivido mucho, aunque mi familia no esté metida en peñas, ni hay nazarenos. Pero siempre han sido de llevarnos a todas las cosas que se hacen en la ciudad: a la feria del ganado, a la feria de septiembre, he hecho la Romería, he ido al Bando, al Entierro y a las procesiones, siempre. A mi abuelo le encantaba llevarnos y mis padres han seguido con esa tradición. Así que en este proyecto me sentía reconectando mucho con mi familia. También tuvo que ver irme a vivir a Blanca una temporada, en medio del monte, estar en algo tan murciano como el Valle de Ricote.

Hablas de que se ha romantizado el traje huertano, que en realidad era un traje de faena. Hay muchas tradiciones que se han domesticado, de alguna manera. ¿Cómo recuperar ese origen, también el del día del Bando?

Es que el inicio del Bando de la Huerta fue una burla de los señoritos de la ciudad a la gente del campo. Se reían de ellos disfrazándose de huertanos. Al cabo de unos años la gente del campo se reapropió de eso. Ese origen ha cambiado, y también las fechas, como pasa con las del Entierro de la Sardina.

Pero al margen del día del Bando de la Huerta, que estaría bien trabajar sobre él y que la gente lo sienta como algo más suyo, a mí me gustaría hablar más de la Región al completo. El traje regional murciano es el traje de huertano, y es de toda la Región. A veces nos quejamos de que Madrid es centrista, pero lo mismo pasa con Murcia, que para muchos está la capital y luego ya el resto de la Región. Pero es que ese resto es muy identitario de Murcia. Hay cosas muy interesantes en todos lados y todas esas cosas nos identifican como murcianos y murcianas. Murcia la crea toda la gente de todos los pueblos y de las pequeñas ciudades. 

¿En qué consiste tu interpretación del traje?

En cuanto a los tejidos, uso mucho algodón. También seda, porque además me parece importante darle relevancia a la industria de la seda que hubo aquí. Y también me gusta aprovechar cosas, reutilizarlas. 

Ahora que estoy bordando el refajo, una cosa que veo es que a mucha gente le gustaría hacerlo también, cada persona con el suyo. Yo entiendo este proyecto también como una tarea de divulgación. Ojalá que la gente se anime a quedar para hacer su propia pieza. Porque en realidad sólo vas a tener una en tu vida, escogida por ti misma, sin contar la que tienes de pequeña.

Es una forma de pensar el traje muy diferente a la actual, donde lo que funciona mercantilmente es el usar y tirar.

Claro, y no sólo por el refajo. Los zaragüeles, la camisa... Lo importante es que la ropa que te vayas a poner te guste mucho y que de verdad no la quieras maltratar porque tu fin ese día sea ponerte ciego. Que tu fin sea otro, que no sea una nochevieja en primavera.

Además de los tejidos, pones el foco en diferentes partes del traje. Hemos hablado del refajo que estás bordando pero hay también otros elementos.

El corpiño, por ejemplo, intento recuperarlo también. Hay muchos casos en los que se ha hecho como un trampantojo, en el que se le pone a una especie de corpiño las mangas de camisa. Según tengo entendido, y que aparte me parece mucho más chulo estéticamente, lo suyo es ponerse la camisa y encima el corpiño, y atártelo bien. Ahora bien, yo en ningún momento pretendo designar género con la ropa. Me da lo mismo que se ponga refajo o zaragüelles quien quiera. Yo misma sólo he tenido un refajo, desde que tenía 8 años quise siempre ir con zaragüeles, y mis padres me dijeron que sin problema. He ido siempre con camisa, chaleco, zaragüeles, faja. Lo importante es que la gente vaya bien ataviada.

¿En los zaragüeles hay algún cambio? Me da la impresión de que tienen poca historia textil, digamos, es más plano.

No te creas, hay muchos más patrones de zaragüeles de los que nos pensamos. Está el típico tableado, pero hay otros que se anudan y llevan como para mucha talla, que es como el refajo, con una cinta y vas tirando y tirando, y otros más fruncidos. Me encantaría meterles más estampados, bordados... o color. ¿Por qué no pueden estar bordados los zaragüeles?

También propones cambios en el dibujo de los bordados.

Sí, otra cosa importante en la que estoy trabajando es que el dibujo de los bordados no sean sólo referidos a flores. Hay muchas otras cosas que se pueden bordar. El que está en proceso y se puede ver en la exposición va sobre la industria de la seda. En mi investigación vi que en los refajos que llevan bordados de flores suele haber un gusano bordado, lo que pasa es que la gente no suele identificarlo, lo confunde con una hoja extraña. Pero me parece muy importante que no se nos olvide todo lo relacionado con la seda, como he dicho antes, y por eso en mi bordado hay desde una barraca, que es el lugar donde empieza la producción, hasta la fábrica de seda. Hay otros estampados que están más relacionados con las herramientas...

¿Esos estampados sobre herramientas los harás más adelante? Porque dices que este proyecto no tiene fin.

Sí, este proyecto no tiene fin. Hasta que me canse. Es lo que más me apetece hacer. Nunca había hecho una cosa que me llenara tanto. De hecho, ahora que está el refajo en la exposición lo echo en falta. Estoy tan metida en el proyecto que me siento huérfana por no tener el refajo a mano.

Otro elemento fundamental de la exposición es el vídeo.

La idea era por un lado que salieran las bailarinas bailando con otras prendas que no están en la exposición. Y que salieran bailando y no posando es fundamental porque la ropa en movimiento es lo más bonito que hay. Son Nuria y Clara, bailarinas increíbles del grupo titular de La Crilla, la peña donde estamos metidos tanto Ulises [Ulises Ferrándiz Soriano, comisario de la exposición] como yo. Un refajo en movimiento es una de las cosas más bonitas que hay en el mundo, me parece precioso cuando se pone como una campana... Me encanta. Y aparte, quería también meter todos los vídeos relacionados con la investigación que llevo haciendo y el trabajo que hay detrás, y los procesos, como el tintado, por ejemplo.

Claro, porque aquí los colores también son protagonistas.

El tintado para mí en este proyecto está siendo muy importante. He metido colores de las verduras frescas, en general, de naranjas, pimientos, tomates... De las Salinas de San Pedro, hay mucho rosa y naranjita. Hay también grises, tanto de la pirita, porque mi abuelo trabajaba en una mina de pirita de La Unión, y de las acequias. Y luego también he metido azules, por el cielo y el mar, y de la tela vaquera, que es en realidad un tela de trabajo, aunque aquí no la conectemos mucho con ese origen.

¿Cómo es tu relación con la mina? Me parece que es uno de los espacios laborales del pasado con los que es más difícil convivir de manera amable, porque pasa a la historia como un espacio de trabajo durísimo, oscuro, que provoca enfermedades... Las minas de hoy ya tienen otras condiciones, aun siendo también difíciles.

Mi abuelo, que era maquinista, era una persona muy bonica. Vivió muchos años con nosotros, porque cuando enviudó se vino a vivir a mi casa. Ha sido toda la vida un currela, que es lo que son toda mi familia, gente que no ha hecho en su vida nada más que trabajar. Pues bien, como mi abuelo era alguien que de todo lo que hablaba, aunque hubieran sido los peores años de su vida, siempre te lo contaba todo muy bonito, y lo hacía todo con tanto cariño, pues para mí hablar de la mina es darle una dignidad a todo eso. También pasa con los uniformes de trabajo, sea el que sea (en Cartagena, por ejemplo, hay muchos trabajos muy duros, ya sea en la mina, ya sea en los astilleros..., y hay mucho espíritu de trabajo, hay peña muy curranta). Además mis padres siempre han tenido un taller de uniformes de trabajo. Me parece que los monos de trabajo son algo tan representativo de todas esas generaciones, para tantas personas significa tanto, que creo que hay que ponerlos en valor. Aparte de que estilísticamente están muy chulos. Es como el traje regional, de huertano, que habla de la gente que labra la huerta, la tierra. Y la tierra es para quien la trabaja, y eso no se nos tiene que olvidar. 

¿Por qué la exposición se titula con el refrán 'En el melón y en las tajás'?

Los refranes me encantan, desde siempre. He sido toda la vida una vieja. Con la comida me pasa igual, con todo. Mi abuela era muy refranera (y mi abuelo le decía: mujer refranera, mujer puñetera), y cada vez que escucho uno tengo una lista en el móvil y me lo apunto. En el melón y en las tajás significa para la gente que no puedes estar en las dos cosas, y yo digo que sí. Puedes ser una persona consciente de la era en que vivimos, en cuanto a derechos, libertades y obligaciones, y por supuesto seguir teniéndole mucho respeto a todas las gentes que han estado antes y gracias a quienes, precisamente, tenemos lo que tenemos hoy en día. Se puede estar en las dos cosas. Y si se puede hacer con un refrán, pues mejor.

De hecho, lo que se veía en la inauguración es un ejemplo claro de esto que dices. Había contemporaneidad y había tradición, no había compartimentos estancos. Estaba también lo espiritual, en el altar que hay un lado, junto al bordado, al entrar a la sala.

Me considero un persona espiritual, siempre lo he sido. Estuve trabajando en China como diseñadora y la peña tenía un altarcito a Buda, con sus flores, y yo me decía: por qué no voy a tener yo uno personal, con mis cosas. Me transmitía paz. También he viajado mucho a la India, por trabajo, y me gustaba mucho ir a los templos, hacer mis meditaciones a mi bola... Esa parte de conectarme con el alma me gusta, al margen de lo que piense de la institución de la religión como tal. En lo que creo es en la naturaleza, en que nos morimos y nos deshacemos, y ese resto se convierte en otras cosas, y eso me parece increíble: que yo me coma un tomate y que eso me de una energía para hacer cosas. Es una tripada, la verdad.

Así que me gusta tener altares. Es como tener ese rinconcito al que venerar, al que encender una vela o un incienso cuando no estás bien, con cosas de mi casa, de mi familia, de la gente que ya no está... Me hace sentir bien la conexión. No sé si están o no, o si me escuchan o no, pero a mí me tranquiliza contarles mis cosas. El altar marinero que está en la exposición lo reciclé en Málaga de la basura, lo tengo en casa y cuando empezó la expo quería que estuviera. Le puse una huertana, que está pegada a la tierra, que es la naturaleza.

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