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Un atentado estético

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Hace dos semanas, los que transitamos diariamente por la Plaza del Cardenal Belluga nos quedamos patidifusos ante la nueva lona que se había colocado para ocultar el andamiaje durante las obras de restauración del imafronte. La ciudad de Murcia siempre se ha caracterizado por desaprovechar las oportunidades sobrevenidas para hacer algo innovador y referencial. Y esta no ha constituido una excepción. Se podrá decir que, en rigor, generar una polémica sobre la lona que cubre temporalmente la fachada de la Catedral supone una reacción hiperbólica, habida cuenta de los asuntos más apremiantes que conciernen a esta región. Cierto es que, en términos absolutos, una lona es una insignificancia comparada con otros problemas estructurales que sufre Murcia. Pero como síntoma de cuál es la estructura cultural predominante resulta un extraordinario caso de estudio que no se puede dejar pasar.

Como era de esperar, la instalación de esta lona ha conllevado una polarización entre los que están a favor de ella -pocos, todo sea dicho- y los que se hallan en contra. La idea que rige el diseño de esta gran tela es un conjunto de viñetas con pasajes y personajes de la Diócesis de Cartagena, y un sinfín de marcas de empresas que se han encargado de sufragar el proyecto de restauración. El resultado es estéticamente horrendo, y conceptualmente catastrófico. Algunos pensarán que tales calificativos surgen de un sentimiento de ultraje al mayor símbolo de la ciudad, el cual requería de una intervención lo más sutil posible. Pero no es así. Me gusta la innovación y, más a más, las ideas que transgreden y abren camino. Mi rechazo de la lona no estriba en que la considere como “demasiado atrevida” para cubrir un imafronte barroco, sino, muy al contrario, en que me parece extremadamente cateta, hortera y ridícula.

Y llegados a este punto se requiere de una matización. Cuando hablo de una “obra cateta” no estoy arremetiendo contra la exaltación de la cultura y las tradiciones de Murcia. Si tuviese la tentación de establecer una equivalencia entre lo paleto y lo tradicional, yo sería el más paleto de todos los murcianos, ya que tengo verdadera pasión por algunas de las fiestas y tradiciones de esta ciudad. Mi posicionamiento contra la lona que cubre la fachada de la Catedral no se funda en esa suerte de ensimismamiento que gran parte de la sociedad murciana tiene en la cultura tradicional; la tradición, por el contrario, puede y debe ser fuente de innovación, y, desde la base de lo tradicional, se podían haber planteado mil proyectos que resultasen atractivos y rompedores. La condición de paleto o cateto surge de la interpretación excluyente, mediocre e inmovilista de la tradición. Por expresarlo de una forma meridiana, implica la capacidad para construir presente y futuro desde el fundamento de lo tradicional. De igual manera que cualquier concepto o idea se puede declinar de múltiples modos, la tradición constituye una realidad que se puede gestionar en términos más innovadores y carcas. E, indiscutiblemente, la lona del imafronte supone un ejemplo paradigmático de gestión rancia de la tradición.

Lo que los murcianos vamos a sufrir, durante los próximos meses, al transitar por la Plaza del Cardenal Belluga es un atentado estético de grandes proporciones. Que, además, todo el diseño de la lona esté pensado para dar protagonismo a los logos de las empresas patrocinadoras convierte a este enorme lienzo en un gigantesco photocall carente de clase y sin ninguna elegancia. La dichosa lona constituye una calamitosa intervención urbana que afea notablemente el epicentro del casco histórico de Murcia y que, a muchos, nos hace sonrojarnos por el nivel de la cultura oficial.  

Hace dos semanas, los que transitamos diariamente por la Plaza del Cardenal Belluga nos quedamos patidifusos ante la nueva lona que se había colocado para ocultar el andamiaje durante las obras de restauración del imafronte. La ciudad de Murcia siempre se ha caracterizado por desaprovechar las oportunidades sobrevenidas para hacer algo innovador y referencial. Y esta no ha constituido una excepción. Se podrá decir que, en rigor, generar una polémica sobre la lona que cubre temporalmente la fachada de la Catedral supone una reacción hiperbólica, habida cuenta de los asuntos más apremiantes que conciernen a esta región. Cierto es que, en términos absolutos, una lona es una insignificancia comparada con otros problemas estructurales que sufre Murcia. Pero como síntoma de cuál es la estructura cultural predominante resulta un extraordinario caso de estudio que no se puede dejar pasar.

Como era de esperar, la instalación de esta lona ha conllevado una polarización entre los que están a favor de ella -pocos, todo sea dicho- y los que se hallan en contra. La idea que rige el diseño de esta gran tela es un conjunto de viñetas con pasajes y personajes de la Diócesis de Cartagena, y un sinfín de marcas de empresas que se han encargado de sufragar el proyecto de restauración. El resultado es estéticamente horrendo, y conceptualmente catastrófico. Algunos pensarán que tales calificativos surgen de un sentimiento de ultraje al mayor símbolo de la ciudad, el cual requería de una intervención lo más sutil posible. Pero no es así. Me gusta la innovación y, más a más, las ideas que transgreden y abren camino. Mi rechazo de la lona no estriba en que la considere como “demasiado atrevida” para cubrir un imafronte barroco, sino, muy al contrario, en que me parece extremadamente cateta, hortera y ridícula.