Es difícil entender a esta sociedad que sigue caminando para que el 1% de la población tenga el 99% de la riqueza mundial y el 99% de la población tenga el 1% de la riqueza mundial; esta realidad está cada vez más cerca. Y sigue avanzando con la estrategia de los enriquecidos, la complicidad de personas con dificultades económicas y la indiferencia de la ciudadanía. Me cuesta aceptarlo, me es doloroso esta complicidad y esta indiferencia.
Es llamativo que se haya asumido que pagar impuestos es algo malo o un mal menor y, a la misma vez, le pedimos a los estados, sobre todo en momentos de crisis económica y sanitaria, que apoyen de manera incondicional a los diversos sectores económicos con partidas multimillonarias que endeudan a estos mismos estados durante años. Estamos inmersos en otra crisis por el conflicto entre Rusia contra Ucrania y la OTAN y estamos pidiendo a los gobiernos, incluido el nuestro, que ayuden económicamente a las empresas y a las familias mientras que se propone bajar impuestos a los más ricos.
Cuando desde el gobierno autonómico de Madrid se defiende la bajada de impuestos como bandera ideológica estelar y, a la misma vez, dicen que los servicios no pueden ser gratis, ¿qué están diciendo?: que los ricos paguen menos y aumenten su riqueza y que el resto de la población pague los servicios que necesite. Un ejemplo claro es el de la sanidad: si necesitas una atención sanitaria adecuada la tienes que pagar de tu bolsillo y, si no puedes tienes aceptar que esa enfermedad, que no te la va a cubrir la sanidad pública, te va a romper la vida. Claro ejemplo de esto lo tenemos en los Estados Unidos: quien no tiene dinero no es atendido, aunque le suponga la muerte. Por cierto, se han unido, de momento, a esta competición de quién rebaja más los impuestos Andalucía y la Región de Murcia.
A los ricos se les hace más ricos al pagar menos impuestos y al privatizar los servicios públicos, mientras que a los pobres se les hace más pobres al tener que pagar esos servicios -una veces de una manera directa, otras veces con el copago o tasas-, además de sufrir la reducción drásticas de las ayudas sociales y de la protección social. Lo triste es que este mensaje de que los impuestos son negativos, que son un castigo o una especie de robo del estado, ha calado en la población. Los impuestos contribuyen al bien común desde esa máxima de que quien más gana, paga proporcionalmente más: lo que llamamos la fiscalidad progresiva. Cada persona debe pagar los impuestos en función de sus ingresos, lo cual es lógico y ético.
Hay una situación llamativa y es el hecho de que personas que ostentan poder político dentro de los diferentes gobiernos y que cobran buenos sueldos -que salen de los impuestos- afirmen que los gobiernos deben recaudar lo mínimo porque son perversos. Defienden que menos Estado porque el Estado es algo malo cuando, curiosamente, son parte de ese Estado y, por tanto, defienden hay que vaciar las arcas públicas, lo cual conlleva terribles recortes sociales. Es de un gran cinismo, pero obtienen la complacencia de amplios sectores de la población. Si estos políticos entienden que el Estado es malo: ¿por qué se presentan a las elecciones? Tal vez porque su misión no es estar al servicio de la ciudadanía, sino al servicio de las grandes empresas, de las élites económicas y sociales.
Si los estados no tienen dinero, ¿cómo se va a pagar la sanidad, la atención a nuestros mayores, la solidaridad, las infraestructuras necesarias, la educación, los servidores públicos -entre ellos las fuerzas de seguridad- y un largo etc? Eso sí, estos políticos y políticas que bajan impuestos nunca conlleva aparejado la bajada de sus grandes sueldos, todo lo contrario.
Esta estrategia de que los impuestos son negativos y que, por tanto, hay que reducirlos al máximo, funciona. Conozco casos de familias a quienes la bajada de la ayuda en dependencia les ha roto la vida, no pueden atender con dignidad a sus padres y madres mayores, y, en cambio, defienden la reducción de impuestos y que hay que apoyar a los partidos que defienden esta postura. Les explico que le han reducido la ayuda a la dependencia porque la administración pública cuenta con menos los ingresos, lo cual supone menos protección social, es obvio, pero, son incapaces de relacionar la bajada de impuestos con la bajada de la ayuda a la dependencia. Su sufrimiento tiene que ver con que los impuestos son insuficientes e injustos.
Hay que hacer una gran pedagogía para explicar la justicia fiscal, para que se entienda los engaños que hay detrás de las bajadas de impuestos que hacen más ricos a los ricos y excluyen a los pobres cada vez más de la sociedad.
Los impuestos son una figura que se tiene que estructurar desde la justicia social, desde la solidaridad para contribuir al bien común y a una sociedad inclusiva; no desde la exclusión y el aumento de las desigualdades sociales. Los impuestos son buenos y nos estamos jugando si queremos una sociedad del Bienestar social o del Malestar social.
Es difícil entender a esta sociedad que sigue caminando para que el 1% de la población tenga el 99% de la riqueza mundial y el 99% de la población tenga el 1% de la riqueza mundial; esta realidad está cada vez más cerca. Y sigue avanzando con la estrategia de los enriquecidos, la complicidad de personas con dificultades económicas y la indiferencia de la ciudadanía. Me cuesta aceptarlo, me es doloroso esta complicidad y esta indiferencia.
Es llamativo que se haya asumido que pagar impuestos es algo malo o un mal menor y, a la misma vez, le pedimos a los estados, sobre todo en momentos de crisis económica y sanitaria, que apoyen de manera incondicional a los diversos sectores económicos con partidas multimillonarias que endeudan a estos mismos estados durante años. Estamos inmersos en otra crisis por el conflicto entre Rusia contra Ucrania y la OTAN y estamos pidiendo a los gobiernos, incluido el nuestro, que ayuden económicamente a las empresas y a las familias mientras que se propone bajar impuestos a los más ricos.