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Buenos propósitos y algo más

Cada nuevo comienzo de año nos cargamos de buenos propósitos, y al cabo de dos o tres meses a lo sumo nos olvidamos de ellos. Me incluyo. Hemos de hacer un ejercicio de voluntad interna y concienciación verdadera para que podamos llevarlos a cabo. También he de decir que los propósitos que nos propongamos han de ser más o menos realistas, es decir, que los podamos cumplir y que sean beneficiosos para uno mismo y para los que te rodean.

Han de ser ambiciosos, tienen que conseguir que te superes como persona y han de ayudarte en tu vida personal y social. En nuestra vida diaria solemos repetir pautas de conductas aprendidas, sin cuestionarnos siquiera el porqué de tales conductas. Nuestras mentes están metidas en una suerte de corsé que nos ahoga, pero estamos tan acostumbrados a él que ni lo notamos. Sólo nos damos cuenta cuando la vida se nos pone difícil y nos preguntamos qué es lo que pasa.

Actualmente estamos asistiendo a un momento histórico crucial en España, y podemos hacer dos cosas: seguir como hasta ahora, como si nada hubiera pasado -imposible por otra parte, además de un suicidio en toda regla-, o empezar a ser honestos con nosotros mismos, poner las cartas sobre la mesa y comenzar a mirarnos a la cara. Hemos de caminar hacia algo distinto de lo que tenemos, porque lo que tenemos es algo a lo que prefiero no poner calificativos.

Hemos de luchar por una sociedad libre, con derechos y deberes pero en la que se pueda decidir lo que se quiere ser y no nos lo impongan. Es psicología básica.

La democracia y las leyes han de estar al servicio del ser humano y no al revés. El ser humano cambia, está en constante cambio -si supiéramos más filosofía, cuán diferente sería todo-, y las leyes han de fluir para acomodarse a las nuevas situaciones en las que se encuentre el ser humano. La Constitución es un texto -y solo un texto- que nos ha de hacer más y mejores ciudadanos, pero no ha de convertirnos en fundamentalistas de ese mismo texto. Además, tales fundamentalistas se han cargado de un plumazo todos los derechos que recoge la Constitución. Vaya paradoja de la vida.

Abramos nuestras mentes a nuevas maneras de pensar, comencemos a escuchar y a tender puentes de consensos y acuerdos para que podamos vivir en una sociedad más justa y más rica y diversa. Pero por supuesto dejando libre al ciudadano para que decida en libertad, sin manipulaciones. No hay nada peor que un “no porque lo digo yo”.

Cada nuevo comienzo de año nos cargamos de buenos propósitos, y al cabo de dos o tres meses a lo sumo nos olvidamos de ellos. Me incluyo. Hemos de hacer un ejercicio de voluntad interna y concienciación verdadera para que podamos llevarlos a cabo. También he de decir que los propósitos que nos propongamos han de ser más o menos realistas, es decir, que los podamos cumplir y que sean beneficiosos para uno mismo y para los que te rodean.

Han de ser ambiciosos, tienen que conseguir que te superes como persona y han de ayudarte en tu vida personal y social. En nuestra vida diaria solemos repetir pautas de conductas aprendidas, sin cuestionarnos siquiera el porqué de tales conductas. Nuestras mentes están metidas en una suerte de corsé que nos ahoga, pero estamos tan acostumbrados a él que ni lo notamos. Sólo nos damos cuenta cuando la vida se nos pone difícil y nos preguntamos qué es lo que pasa.