El tan traído y llevado debate en torno al binomio “calle / institución” que recientemente has sido sacado a la arena de Podemos, resulta artificioso y, en buena parte de los casos, de una sonoridad extrañamente hueca. Poniéndomele suspicaz podría decir que fuera un espantajo al que agitar.
En nuestra Región, quienes ahora con henchida emoción hondean la bandera de la movilización ciudadana, y arengan con hermosas odas a la épica de la lucha callejera; han venido realizando un trabajo serio y comprometido en las instituciones. Y quienes supuestamente son adalides del trabajo institucional, o se les achaca que tuerzan el gesto cuando Iglesias levanta el puño desde la tribuna de oradores del Parlamento; han asistido y apoyado todas las manifestaciones y protestas ciudadanas emprendidas desde la sociedad civil, y desarrollado una labor constante de capilarización con el tejido asociativo.
Si esto es así en nuestra Región, y creo que no estoy equivocado. ¿A qué obedece persistir en la consigna? ¿Es acaso un ardid para sublimar unas diferencias que en la práctica o no existen o son mínimas?
A pesar de que la cristalización de esta nueva visión tuvo su epicentro en algún lugar a 400 km de la calle Cartagena, sus efectos se dejaron sentir inmediatamente - a velocidad de Telegram- en el conjunto de la taifa murciana. De la noche a la mañana – y evitaré decir que a toque de corneta“- ”La calle“, se convierte en nuevo paradigma y porfiado caballo de batalla. Prácticamente a continuación, - y no pretendo establecer necesariamente una relación etiológica – emerge un paisaje en donde circulan listas de antiguos agravios, movimiento de militancia en bandos, corte y confección de consignas, y trajín de peones.
El último fin de semana de enero, el secretario político y el secretario general de Podemos fueron entrevistados en sendos programas de televisión, La Sexta Noche y El Objetivo respectivamente. Y fiándolo todo a mi percepción, digo que: Errejón emanaba un halo de tristeza, e Iglesias transpiraba ansiedad. Resulta evidente la mella que, en lo personal, ha ocasionado la defensa a pecho descubierto de lo que, en el fondo, no debería ser más que dos interpretaciones diferentes de Laclau. Pero no. Todo apunta en una dirección ajena a cuestiones exclusivamente de hermenéutica y ciencia política.
Ese mismo fin de semana, tuvo lugar en el Salón de actos del Edificio Moneo una mesa redonda titulada “Feminismos e igualdad en Podemos”, en la que intervinieron representantes estatales de las tres principales corrientes que presentan documentos para la Asamblea Ciudadana Vistalegre II. Aquí, el debate “calle-institución”, se dio prácticamente por superado partiendo de la base de que ambos son absolutamente necesarios. Pero lo destacable es que el enconamiento general de posturas pareció salvable; lo cual generó cierta sensación de esperanza entre quienes se encontraban en la sala; e incluso, me atrevo a decir, se visualizó en ellas, las mujeres, la única fórmula para deshacer un nudo gordiano que, a fecha de hoy, permanece entallado a la cerviz de la organización morada.
Para alcanzar el poder y con Rajoy, aunque parezca mentira, de nuevo en la Moncloa; hay que determinar en esta segunda fase de Podemos cual es la estrategia a seguir.
Hay quien entiende que la fórmula para ampliar apoyos, mientras se es oposición, parte de poner el acento en “la calle” y tensionar la dialéctica del discurso; se cuestiona la utilidad del Parlamento per se, alertando sobre la capacidad fagocitadora de su burocracia. En lo organizativo, sitúa la soberanía en la Asamblea Ciudadana Estatal, desdeñando la posibilidad de establecer estructuras más autónomas al centro.
Y hay quien habla de recuperar la lógica de transversalidad; de emprender la conquista de un voto más popular y ajeno a cargas ideológicas; de demostrar que ya somos útiles a la gente desde las instituciones; y de modular el tono del discurso – como ejemplo se cita la campaña de Manuela Carmena. Y en organizativo, descentralizar Podemos otorgando mayor autonomía a los territorios.
Una vez salvado el mistificado debate calle/institución, se tornaría relevante valorar la configuración de los territorios. Y un proceso de descentralización que coadyuve la construcción de una alternativa sólida al Partido Popular en nuestra Región, resulta coherente y útil.
El tan traído y llevado debate en torno al binomio “calle / institución” que recientemente has sido sacado a la arena de Podemos, resulta artificioso y, en buena parte de los casos, de una sonoridad extrañamente hueca. Poniéndomele suspicaz podría decir que fuera un espantajo al que agitar.
En nuestra Región, quienes ahora con henchida emoción hondean la bandera de la movilización ciudadana, y arengan con hermosas odas a la épica de la lucha callejera; han venido realizando un trabajo serio y comprometido en las instituciones. Y quienes supuestamente son adalides del trabajo institucional, o se les achaca que tuerzan el gesto cuando Iglesias levanta el puño desde la tribuna de oradores del Parlamento; han asistido y apoyado todas las manifestaciones y protestas ciudadanas emprendidas desde la sociedad civil, y desarrollado una labor constante de capilarización con el tejido asociativo.