Muy señores míos:
Continúo con mi misiva de la semana pasada, en la que señalaba el inmenso valor de su función y el daño que ocasiona la perversión de ésta. No contentos con aborregar a los niños, algunos de ustedes también se dedican a subyugar a los padres, a quienes enseñan a obedecer sus instrucciones con prontitud. Así, los padres salen corriendo, como a toque de corneta, a realizar fotocopias a color, comprar cartulinas o a recopilar materiales que sus hijos necesitan “para el día siguiente”. En esto creo que ustedes también son víctimas, a la vez que agentes, de la falta de planificación, pero transmiten esta plaga, como una epidemia zombie, a toda la sociedad.
Las familias de los estudiantes tienen otras responsabilidades, o deseos, más allá de saltar a través del aro cada vez que llegan órdenes desde los centros escolares. La falta de respeto a las familias, y a su tiempo, que algunos de ustedes muestra marca un ejemplo en los niños, que aprenden también a no respetar a sus padres, ni a ustedes, representantes de la misma autoridad.
En la misma línea va la cuestión de los trabajos en grupo en casa, que fuerza a los padres a organizar reuniones de estudiantes, a llevar y a traer niños. Si ya los tienen reunidos en el centro escolar, ¿por qué no realizan allí las tareas grupales y envían a casa las individuales? ¿Qué pretenden enseñar acerca del funcionamiento familiar y de la relación escuela-sociedad?
Cada generación tiene que afrontar problemas característicos, distintos de los de otras épocas, y hallarles soluciones. Cuando Occidente ha llevado el alcohol a culturas que lo desconocían, o el opio a China, estas culturas han requerido tiempo para acomodar estas nuevas realidades, minimizando sus efectos destructivos y aprovechando sus oportunidades. Durante el tiempo de asimiliación, los nuevos fenómenos insuficientemente regulados pueden generar estragos. Un fenómeno novedoso al que se enfrentan las generaciones que ustedes educan es el de las nuevas tecnologías electrónicas ligadas a las pantallas y a la imagen.
La sociedad podría esperar encontrar en el profesorado un aliado para que los estudiantes aprendan a realizar tareas útiles con estas tecnologías, para que consigan estructurar un tiempo de uso y separarlo de otro de abstinencia, para minimizar el daño que estas tecnologías que nos van a acompañar, al menos en el futuro próximo, están provocando en capacidades como la atención y la simbolización. Algunos de ustedes no parecen haber entendido el problema. Tienen a los estudiantes fines de semana enteros pendientes del ordenador por si les llegan nuevas instrucciones de tareas a realizar ¡!
Ofrecen un caballo de Troya a las pantallas que inutiliza la defensa que los padres tratan de organizar frente a la invasión de lo electrónico. Con esto no arde Troya, sino que se queman las nuevas generaciones que han de sostener nuestra sociedad.
El embate de estas nuevas tecnologías, ayudado por algunos de ustedes, causa un boquete bajo la línea de flotación del proyecto de construcción de los sujetos que los padres no pueden defender. Los psiquiatras infantiles somos incapaces de achicar el torrente que se cuela por dicho boquete.
Entiendo que ustedes forman parte de un sistema que en gran medida les ata las manos, que obedecen instrucciones. Aunque su situación me inspira simpatía, esto no les exime de responsabilidad más de lo que lo hizo con Eichmann.
Dante enviaba al último círculo del infierno a los traidores. Como he dicho anteriormente, considero que algunos de ustedes están traicionando a la humanidad. Están educando a las nuevas generaciones para no ser ciudadanos responsables, sino súbditos adocenados, destruyendo el deseo de aprender, además de la capacidad de pensar y hacerse responsables de sí mismos y de las repercusiones de sus acciones en sus familias y su entorno. En cuanto al pensamiento crítico y la construcción de la subjetividad, que requieren un cuidado exquisito, donde debieran soplar un hálito de vida parecen haber traído un lanzallamas.
Parafraseando a los espartanos a principios de la Guerra del Peloponeso, pero suplicando en vez de exigiendo, les ruego que eliminen esa polución de entre ustedes antes de que acabe con todos nosotros. De lo contrario, habría que recurrir a referentes más modernos y volver al “Hey, teacher. Leave them kids alone!”
Muy señores míos:
Continúo con mi misiva de la semana pasada, en la que señalaba el inmenso valor de su función y el daño que ocasiona la perversión de ésta. No contentos con aborregar a los niños, algunos de ustedes también se dedican a subyugar a los padres, a quienes enseñan a obedecer sus instrucciones con prontitud. Así, los padres salen corriendo, como a toque de corneta, a realizar fotocopias a color, comprar cartulinas o a recopilar materiales que sus hijos necesitan “para el día siguiente”. En esto creo que ustedes también son víctimas, a la vez que agentes, de la falta de planificación, pero transmiten esta plaga, como una epidemia zombie, a toda la sociedad.