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El circo de las vacunas: Gobierno, Asamblea, Obispado

10 de febrero de 2021 07:55 h

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Se ha convertido ya, sin remisión, todo lo que rodea a las vacunas en un circo con denominación de origen: la murciana. No olvidemos que tenemos el récord nacional de la especialidad: más de 600 vacunados ya fuera de protocolo entre los que están altos cargos de sanidad, cientos de funcionarios de todo nivel, alguna alcaldesa que otra, algún concejal que se niega empecinadamente a dimitir y, como se ha acabado de saber, todo un señor obispo y sus eclesiásticos añadidos. 

De esta forma, esta tierra que algunos insensatos creyeron que nos querían calcar en Arabia Saudí ––por ser “una de las más bonitas” de España–– y que otros sinluces aseguran que envidian en todas partes por su capacidad conservacionista ––Mar Menor mediante–– se ha convertido nuevamente en espacio sin ley a respetar, aunque aún no sirva de refugio para los que matan al rey.

Sorprendentemente, no ha sido el pueblo llano el que la ha transformado así, sino precisamente quienes deberían evitar que pasasen esas cosas: los que mandan y no gobiernan sino desgobiernan, esconden y mienten. Pues ellos son los responsables de las sucesivas sesiones de ocultamiento que vamos presenciando, desde la formación de una comisión paripé en la Asamblea Regional para enturbiar todavía más el asunto e impedir la publicación de las listas de vacunados subrepticiamente hasta la colaboración inopinada del departamento en cuestión, el de Transparencia, instrumentalizando a su antojo la ley de Protección de Datos para coadyuvar en la erección del muro que realizarán los partidos de gobierno ––PP y Ciudadanos–– en el Parlamento regional.

Lo de los listos que se han saltado la cola de las vacunas aprovechándose de su situación está registrado en una lista y se ha producido en poco más de un mes. Sin embargo, nuestros electos padres de la Región tendrán que informarse durante meses ––hasta un máximo de doce, menos mal–– para saber quiénes han sido y qué cargos ostentan… o detentan. De risa, si no fuera porque hay y habrá mucha gente muriendo sin vacunar.

Tanta cortina de humo maloliente no hace sino aguzar la curiosidad ciudadana por conocer quienes son los interfectos que se han saltado la cola para pincharse y qué cargos relevantes ocupan. Porque tanto interés oficial en el ocultamiento hace pensar que haberlos haylos. Y son muchos o, al menos, un número significativo, puesto que ya sabemos, porque no han podido impedirlo, que se vacunaron a las claras el consejero de la cosa y su equipo de directores generales y adláteres.

Corren rumores y se disparan las especulaciones, cosa que consigue, como efecto inmediato ante la desinformación oficial de quienes gobiernan, que los ciudadanos no se crean ni siquiera las solemnes públicas negativas de todo un alcalde de la capital quien, sin embargo, se niega a ejercer la “auctoritas” que debería conferirle su cargo y quitarse de encima a ese practicante del baloncesto que presume de médico sin haber ejercido nunca. En vez de eso, Ballesta, que sí es médico, prefiere hacer el egipcio. Resultado: el desprestigio de las instituciones y de quienes las okupan. Sí, en este caso con “k”.

Por eso también asuntos que nunca deberían trascender el nivel del chascarrillo, como el del famoso restaurante Salzillo que sirvió una comilona a bastantes euracos el cubierto, emergen al nivel de la actualidad pública con cada vez más y más altas apuestas de quiénes eran los comensales que escaparon a la carrera por la puerta trasera, la de la calle de Simón García. La rumorología puede ser disparatada si la información no la cercena. 

Así hay quien está convencido de que algún pez gordo ––no se sabe si por su tamaño, por su cargo o por ambas cosas–– estaba entre los escapistas. Igualmente, algunos aseguran que uno de los improvisados corredores enfiló, calle Correos arriba, en dirección hacia la excavación del arrabal árabe. Otros juran por sus niños o, incluso, por sus muertos que ese día no había sesión en el Senado de Madrid. Les salen al paso contestatarios que dicen que sí, que sí había.

A todo esto, en algunos ambientes de los de siempre se tiene más interés en resaltar el lapsus del líder socialista en la radio del régimen ––“sodomización” por “pseudominimización”–– para, en definitiva, desviar el debate en la calle de quiénes se saltaron la cola y cuáles son sus galones. Tienen suerte los gobernantes de que estén cerradas las barras de los bares, caldo de cultivo ideal para cualquier tipo de rumorología: unas veces cierta; otras, dizque verosímil; en algunas, falsa.

Mientras sigamos instalados en este circo de las vacunas con de momento tres pistas ––Gobierno, Asamblea, Obispado–– será imposible que los ciudadanos sepan de manera fiable qué ha pasado con las vacunas, qué está pasando y, muchos menos, qué va a pasar. El resultado final, hay que insistir, es no solo el desprestigio de los prebostes implicados por acción o por ocultación sino también el de las instituciones en donde están colocados. Tan defensores ellos de ellas, como gustan proclamar. Eso crea desafección y descreímiento hacia todo el sistema y da alas a esos pretendidos escépticos de corte autoritario que extienden la idea de que todos (los políticos) son iguales. Puede ser, pero algunos son más iguales que otros, según viene demostrando el circo murciano de las vacunas. Vale.

Se ha convertido ya, sin remisión, todo lo que rodea a las vacunas en un circo con denominación de origen: la murciana. No olvidemos que tenemos el récord nacional de la especialidad: más de 600 vacunados ya fuera de protocolo entre los que están altos cargos de sanidad, cientos de funcionarios de todo nivel, alguna alcaldesa que otra, algún concejal que se niega empecinadamente a dimitir y, como se ha acabado de saber, todo un señor obispo y sus eclesiásticos añadidos. 

De esta forma, esta tierra que algunos insensatos creyeron que nos querían calcar en Arabia Saudí ––por ser “una de las más bonitas” de España–– y que otros sinluces aseguran que envidian en todas partes por su capacidad conservacionista ––Mar Menor mediante–– se ha convertido nuevamente en espacio sin ley a respetar, aunque aún no sirva de refugio para los que matan al rey.