Hay quien se empecina en situar el inicio del declive de Ciudadanos en la torpe moción de censura que se intentó perpetrar en la Región de Murcia a mediados de marzo de 2021. Craso error. El comienzo del fin de la formación naranja se sitúa un par de años antes. En concreto, tras las elecciones generales de abril de 2019 en las que PSOE y Ciudadanos sumaban 180 diputados (123 socialistas y 57 de la formación naranja). Entonces ambos pudieron gobernar, evitando Albert Rivera que Pedro Sánchez tuviera que recurrir, posteriormente, al concurso de Podemos y de los nacionalistas y caer en sus brazos para ser investido.
En paradójico que en 2015, tras aquellas generales de diciembre, sin mayorías absolutas, PSOE y Ciudadanos sí fueran capaces de pactar un paquete de 200 medidas, tras más de veinte intensos días de negociaciones. Y eso que ambos tan solo sumaban 130 exiguos escaños (90 del PSOE y 40 de Ciudadanos). A aquello se le denominó Acuerdo por un Gobierno reformista y de progreso, un enunciado rimbombante donde los haya, cuya letra y música, al menos, no sonaban mal. Así, como medidas estelares, se reformaría la Constitución con reconocimiento de nuevos derechos y desarrollo federal; no se admitirían referendos de autodeterminación; habría nuevos y mejores contratos de trabajo; congelación del IRPF y establecimiento de un impuesto a las grandes fortunas; un pacto de Estado para la educación; un plan de choque de 7.000 millones contra la pobreza y subida del Salario Mínimo Interprofesional; listas electorales desbloqueadas; fin de los aforamientos; cierre de centrales nucleares y permisos de maternidad y paternidad más prolongados, entre otras.
No sumaron más afectos en ese intento y las siguientes elecciones, convocadas para junio de 2016, las ganó Mariano Rajoy con mayoría simple. En mayo de 2018, una moción de censura presentada por el PSOE (apoyada por todo el arco parlamentario, menos PP, Cs, UPN y Foro Asturias) lo desbancó de la presidencia del Gobierno en favor de Pedro Sánchez y descolocó a Rivera, circunstancial socio preferente de los populares.
Sin embargo, en abril de 2019 Albert Rivera cambió radicalmente su discurso de 2015 respecto al PSOE, calificando a Pedro Sánchez como “un serio peligro para España”. Se consideraba capaz de dar el sorpasso a un PP debilitado, con solo 66 diputados, y ya se veía como César del centro derecha español. La no aprobación de los Presupuestos Generales del Estado obligaría a Sánchez a convocar nuevos comicios para noviembre de ese mismo año, en los que Ciudadanos sufrió una derrota estrepitosa, perdiendo 47 escaños y quedando reducido en el hemiciclo a una decena de diputados.
Aquella debacle había tenido un serio precedente en la famosa foto de Colón, registrada en febrero, en la que el liberal Rivera posó en el escenario, para asombro de propios y extraños, con el presidente del PP, Pablo Casado, y el de Vox, Santiago Abascal, arropado por otros dirigentes de las tres formaciones, durante una concentración contra las políticas del Gobierno de Sánchez. Cuesta evaluar qué hizo más daño al electorado progresista de Ciudadanos: si esa foto del denominado eufemísticamente en redes sociales como trifachito o el empecinado ‘no es no’ a gobernar con el PSOE, evitando que este tuviera que pactar con el espectro más a su izquierda.
Albert Rivera pasará a la historia como aquel hombre capaz de dilapidar en poco tiempo el que pudo ser el intento más serio de construir una tercera vía política en este país, tras otras propuestas fracasadas como el CDS de Adolfo Suárez o la UPyD de Rosa Díez. Comenzó en 2006, fotografiándose desnudo como aspirante en las elecciones catalanas y concluyó despojando de cualquier prenda de abrigo a un partido que pudo servir de equilibrio institucional y bisagra de una España desvencijada. Y es que, como sentenciara al ser preguntado por lo ocurrido el exprimer ministro francés Manuel Valls, Ciudadanos, con Rivera a la cabeza, acabó abrazando el manual del desastre. Al fin y al cabo, lo ocurrido después en esta tierra, con el espectáculo tributado por sus tránsfugas y arribistas, no era más que, en parte, consecuencia de todo aquello.
Hay quien se empecina en situar el inicio del declive de Ciudadanos en la torpe moción de censura que se intentó perpetrar en la Región de Murcia a mediados de marzo de 2021. Craso error. El comienzo del fin de la formación naranja se sitúa un par de años antes. En concreto, tras las elecciones generales de abril de 2019 en las que PSOE y Ciudadanos sumaban 180 diputados (123 socialistas y 57 de la formación naranja). Entonces ambos pudieron gobernar, evitando Albert Rivera que Pedro Sánchez tuviera que recurrir, posteriormente, al concurso de Podemos y de los nacionalistas y caer en sus brazos para ser investido.
En paradójico que en 2015, tras aquellas generales de diciembre, sin mayorías absolutas, PSOE y Ciudadanos sí fueran capaces de pactar un paquete de 200 medidas, tras más de veinte intensos días de negociaciones. Y eso que ambos tan solo sumaban 130 exiguos escaños (90 del PSOE y 40 de Ciudadanos). A aquello se le denominó Acuerdo por un Gobierno reformista y de progreso, un enunciado rimbombante donde los haya, cuya letra y música, al menos, no sonaban mal. Así, como medidas estelares, se reformaría la Constitución con reconocimiento de nuevos derechos y desarrollo federal; no se admitirían referendos de autodeterminación; habría nuevos y mejores contratos de trabajo; congelación del IRPF y establecimiento de un impuesto a las grandes fortunas; un pacto de Estado para la educación; un plan de choque de 7.000 millones contra la pobreza y subida del Salario Mínimo Interprofesional; listas electorales desbloqueadas; fin de los aforamientos; cierre de centrales nucleares y permisos de maternidad y paternidad más prolongados, entre otras.