Así de contundente es la frase que un familiar me dijo esta semana pasada. Vive en Madrid, y perdió a su padre en una residencia esta pasada primavera, y que aún no ha superado.
No echo la culpa a Ayuso de ser así: un personaje político que baila entre los esperpéntico y lo grotesco, entre la incompetencia y la pena, entre la grosería y el ridículo. Al contrario, su equipo, no ella, ha conseguido incluso que se crea una líder política sería y creíble, y no hay nada más peligroso en el mundo que alguien se lo crea. Más aún, le habla de tú a tú al Presidente del Gobierno, pero el problema es que ha conseguido que Moncloa le otorgue categoría de lideresa de la opinión.
Que un personaje así esté al frente de una institución con cientos de miles de empleados públicos y manejando un presupuesto astronómico sin la más mínima preparación, sin tener ni puñetera idea de la ley de contratos, de personal, de derecho administrativo, y que incluso se vanaglorie de que ella no está para responder determinadas preguntas sin rubor, la culpa no la tienen ni los madrileños que la votaron, ni la extrema derecha que tenía que elegir entre susto o muerte.
Quien tiene la culpa de lo que está ocurriendo en España, que nadie olvide que la ola que provoca el tsunami ‘Madrid’, llega de Cádiz a La Manga, de El Ferrol a Bilbao: es Ciudadanos, cuando eligió poner sus votos y sus escaños al servicio de una persona que sigue demostrando una incapacidad abrumadora.
Y lo mismo que ocurre en Madrid, podríamos extraporlarlo a esta Región. Que durante la pandemia se hayan aprobado leyes contrarias al más mínimo sentido común, anteponiendo los intereses partidistas a los generales, que un consejo de gobierno se tire más de cuarenta minutos hablando de egos y filtraciones, mientras la gente sigue muriendo en residencias, casas y hospitales, y nadie levante la voz, solo tiene un culpable.
Miles de votos se vistieron de naranja cuando confiaron en Inés Arrimadas y su palabra en la Plaza de Belluga. Los dirigentes naranjas traicionaron a miles de personas en la Región, y lo sabían desde las tramposas primarias. Desde que olieron poder y gloria y decidieron ‘matar’ políticamente a todo aquel que no tenía glamour o que simplemente venía de las bases, o peor aún, sus familias eran simples agricultores, comerciantes o funcionarios.
Ahora, cuando veo como desde Madrid se juega con la salud de la gente, confinando a la carta, con barrios de primera, segunda y tercera, o miras como el AVE no tenía nada que ver para que el virus llegara a la región, me pregunto: ¿Cómo habría gestionado esta pandemia un gobierno alternativo?.
Los nuevos mandamientos de Centrofama
Un amigo, que se ilusionó, como tanta gente con el partido naranja, me preguntó si conozco los nuevos mandamientos que rigen en Centrofama, la aún sede naranja. No, le contesté, ¿Cuáles son?, le pregunté
Me dijo:
El primero era: ‘La amarás sobre todas las cosas’
El segundo, si no recuerdo mal, ‘No usarás el nombre de ella en vano’
El tercero, ‘fotografiarás los atardeceres del Mar Menor’
Así de contundente es la frase que un familiar me dijo esta semana pasada. Vive en Madrid, y perdió a su padre en una residencia esta pasada primavera, y que aún no ha superado.
No echo la culpa a Ayuso de ser así: un personaje político que baila entre los esperpéntico y lo grotesco, entre la incompetencia y la pena, entre la grosería y el ridículo. Al contrario, su equipo, no ella, ha conseguido incluso que se crea una líder política sería y creíble, y no hay nada más peligroso en el mundo que alguien se lo crea. Más aún, le habla de tú a tú al Presidente del Gobierno, pero el problema es que ha conseguido que Moncloa le otorgue categoría de lideresa de la opinión.