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Un cuento: el Hospital Naval de Cartagena abraza a las personas migrantes

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Hace mucho tiempo hubo un lugar que curaba a la gente de enfermedades y de heridas: el Hospital Naval de Cartagena. Lo cerraron y lo vaciaron de personas, quedando en un profundo silencio y con el paso del tiempo se fue deteriorando. Se convirtió en un edificio triste, sin uso, sin vida, abandonado, nadie le hacía caso, se sentía despreciado. El Hospital Naval se sentía muy triste porque ya no servía para nada, estaba olvidado. El paso del tiempo ahondaba su dolor.

Pero cuando parecía que todo iba a seguir igual, recuperó su vitalidad, porque tenía una nueva función y misión: acoger a personas a las que la vida les había golpeado con una guerra, con el hambre, la sed, las enfermedades. Huían de una vida sin vida, huían del horror y la crueldad de un mundo diseñado por los avariciosos y codiciosos. Huían porque no querían formar parte de ningún bando, porque no querían coger un fusil, porque no querían torturar y asesinar a sus vecinos y amigos, porque no querían violar, torturar y asesinar a sus vecinas y amigas.

El Hospital Naval volvió a sonreír, a curar heridas, abrazar y acariciar y les dijo a las personas migrantes: bienvenidos y bienvenidas, ésta es vuestra nueva casa. La compasión, la misericordia, la amistad y la solidaridad se abrazaron y la esperanza renació y las lágrimas de tristeza del Hospital Naval se convirtieron en lágrimas de alegría.

Pero, de la oscuridad surgió de nuevo, otra vez más, el rechazo y hubo voces que gritaban con violencia, con un corazón de piedra: fuera de aquí, iros, no sois bien recibidos. Fuera de aquí, sois mala gente, delincuentes, venís a robar, a destruir y a saber qué cosas más.

De esa oscuridad, surgieron ciudadanos y ciudadanas, equipo de gobierno de Cartagena, algunos partidos políticos y algunos movimientos sociales, que sacaron lo peor de sus entrañas, tal vez porque nadie les enseñó a amar, a empatizar, o tal vez, porque no aprendieron a tener un corazón bueno y generoso; un corazón sencillamente humano.

El Hospital Naval se sobrecogía y sentía miedo de escuchar: “Sois no-humanos, echarlos de aquí, no los queremos”. Pero el Hospital Naval ha sacado su indignación y les ha dicho que los quiere, que los acoge, que estén el tiempo que necesiten, que la gente que desconfía entre y comparta sus historias y sus vidas. Que les desea que algún día puedan volver a esa tierra que los vio nacer, porque esa tierra que ahora es de sangre y destrucción se haya transformado en una tierra nueva; en una tierra que rebrota la dignidad, la paz, la prosperidad y la fraternidad.

El Hospital Naval mira con firmeza a esas personas que han surgido de la oscuridad y les grita con dolor y deseando que cambien su corazón:

SON HUMANOS ¿DÓNDE ESTÁ VUESTRA HUMANIDAD?

Hace mucho tiempo hubo un lugar que curaba a la gente de enfermedades y de heridas: el Hospital Naval de Cartagena. Lo cerraron y lo vaciaron de personas, quedando en un profundo silencio y con el paso del tiempo se fue deteriorando. Se convirtió en un edificio triste, sin uso, sin vida, abandonado, nadie le hacía caso, se sentía despreciado. El Hospital Naval se sentía muy triste porque ya no servía para nada, estaba olvidado. El paso del tiempo ahondaba su dolor.

Pero cuando parecía que todo iba a seguir igual, recuperó su vitalidad, porque tenía una nueva función y misión: acoger a personas a las que la vida les había golpeado con una guerra, con el hambre, la sed, las enfermedades. Huían de una vida sin vida, huían del horror y la crueldad de un mundo diseñado por los avariciosos y codiciosos. Huían porque no querían formar parte de ningún bando, porque no querían coger un fusil, porque no querían torturar y asesinar a sus vecinos y amigos, porque no querían violar, torturar y asesinar a sus vecinas y amigas.