Seguramente es conocido el que han llamado “limonero” instalado recientemente en el emblemático jardín del Malecón en Murcia. Un “playground en forma de limonero de gigantes dimensiones” le llaman. Durante tres meses, incluso a veces por la noche, han estado trabajando en la construcción de un parque infantil con el que el PP ha pretendido que fuera la admiración, incluso más allá del municipio. ¡Y vaya si lo ha conseguido!
El armatoste es colorido y sobresale en un entorno de vegetación que es jardín botánico desde principios del siglo XIX. Además, está en el entorno del Paseo del Malecón catalogado como Monumento Nacional desde 1982 y, por lo tanto, Bien de Interés Cultural y sometido al régimen jurídico de su entorno de protección que en breve debería ser publicado, tras demoras injustificadas por el gobierno regional y el ayuntamiento de Murcia.
En nuestra región estamos acostumbrados a ser noticia por rotondas con figuras ostentosas que distraen a los conductores y sobre todo por el coste tan elevado y por obras faraónicas inacabadas: allá un museo paleontológico, allí un auditorio, aquí un pabellón deportivo, muy cerca un centro cultual cerrado desde hace tiempo. Así que este cacharro —pensaron los estrategas del PP— siguiendo nuestro estilo derrochador con el dinero de quienes nos votan, será todo un éxito.
Ya antes de abrirse al público la Asociación de Vecinos del Malecón y Huermur se manifestaron en contra de la instalación de dicho cachivache en un espacio BIC y dentro del PECHA (Plan Especial del Centro Histórico). También IU solicitó la suspensión de la instalación de la estructura. Pero según el PP de Murcia, que lo calificó como “un elemento de diseño nunca visto en el municipio” y que “cuenta con una alta aceptación y demanda social”, su “emblemático limonero” es una escultura que gracias a Ballesta poco menos que hará a nuestra ciudad pasar a la historia.
Quien no lo conozca todavía no tiene más que llegar al final del jardín y leer el panel explicativo cercano. En él se indica el rango de edades de quienes pueden subirse, desplazarse por el interior de las distintas figuras geométricas y descender por el largo tobogán con forma de tubo cerrado metálico: 2-14 años. ¿Niños de 2 años con otros de 14? Nadie para controlar el número de niños (y no tanto) que suban, nadie para comprobar que se cumple las normas mínimas para que haya seguridad: solo el número del teléfono de emergencias 112 en el panel y un número de teléfono de “mantenimiento”. ¿Era posible un accidente? ¿A qué temperatura se pondrá el tobogán cerrado metálico que estará horas a pleno sol?
Sí, al día siguiente de abrirse la zona al público un niño sufrió un corte en una mano debido a un elemento metálico por el que tuvo que ser trasladado a un hospital y como consecuencia se clausuró el monstruo. Dice la nueva concejala de Barrios y Pedanías del Ayuntamiento de Murcia del PSOE, Ainhoa Sánchez, que el ayuntamiento respetará el contrato y no retirará el “limonero” y que el juego contaba con todos los certificados de seguridad. Aunque imprecisa la afirmación, seguro que es así y se supone que los hará público enseguida para que no haya dudas y se certificará su idoneidad, no solo de los materiales empleados sino también de las medidas que el ayuntamiento tiene para hacer que la utilización de ese mamotreto sea la más adecuada para evitar incidentes.
Se puede leer en aquél cartel que “es un homenaje a los niños, a la importancia del juego durante la infancia y a la experiencia de trepar a un árbol y tener un refugio en sus ramas” y que “Murcia es tierra de limoneros, es un árbol del que nos sentimos orgullosos, que forma parte de la identidad murciana”. Niñas y niños tienen mucha imaginación y necesitan muy pocos objetos para desarrollarla y aplicarla cuando están juntos. Si esos objetos son naturales, están a su alcance fácilmente y se pueden compartir, mejor. Llamar limonero a eso que han colocado para intentar colarlo como un homenaje a ese árbol es cuando menos grotesco. Y quienes tengan dificultades de accesibilidad se deberán contentar con mirarlo, si no son invidentes.
Dicen también que aporta a los niños cultura local: “acerca a los niños a la tradición del entorno, permitiendo que entiendan la importancia de este árbol y el valor de sus frutos” ¿pero qué falseamiento es ese? Cuando vean uno natural ¿querrán subirse también y jugar sin saber que tienen pinchas? Si se les pide que dibujen un limonero ¿qué dibujarán?
Se sigue pavimentando cada vez más superficie del jardín, van desapareciendo plantas de especies de jardinería que hacían de este jardín un verdadero botánico, se llena el espacio de casetas para ferias y en fiestas de restaurantes, cables, toldos y luminarias, de antenas y pintadas. Se llena y rellena los espacios abiertos con más y más cosas. Adjudicar, invertir, construir, inaugurar. Y ahora esto.
Así que hemos pasado de la “abruzaera” colgada de las ramas de un árbol, del suelo de tierra donde se podía jugar a las canicas, a las chapas y a tantos otros juegos que no requerían más que objetos simples, cercanos y baratos a costosas construcciones que exigen mantenimientos periódicos porque se ha instalado la idea nefasta de que lo grande es bueno y si es caro mejor. Y se ha establecido una carrera entre alcaldes a ver quién coloca lo más llamativo, una vez comprobado que sus votantes son acríticos e infantilizados y que si además les pones lucecitas de colores por toda la ciudad se quedan embobados.
Y todo esto ocurre mientras hay diligencias abiertas por posible corrupción en la adjudicación en 2019 del megacontrato para parques y jardines en el municipio de Murcia en el que se incluye las actuales obras en el jardín del Malecón y la cierta posibilidad de reclamaciones millonarias contra el ayuntamiento por convenios urbanísticos de la época de otro alcalde del PP (Miguel Ángel Cámara, ¡otro que tal!) que no se han podido desarrollar. Más una situación económica que dejó el anterior gobierno municipal de pesadilla.
Por todas estas razones ese “limonero” no debe seguir en el jardín del Malecón.
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