Sin entrar en otras consideraciones, lo acontecido en las últimas 72 horas en la izquierda no socialdemócrata murciana puede tener como resultado su estallido en mil pedazos. Como en el resto del Estado. No es el buscado, pero el efecto de la espantá de Urralburu y los suyos será el de dinamitar esa zona política. Se pretende construir un nuevo espacio, aparentemente, pero parece que antes hay que destruir lo existente.
Por descontado está que las responsabilidades de que se produzca la escisión orquestada desde el poder autonómico partidario no son solo de quienes la ejecutan: vienen llovidas del cielo de Madrid, donde el grupo dirigente de Pablo Iglesias actúa desde hace tiempo abonando el terreno para que se produzcan movimientos telúricos como el que dirige Errejón.
Tras la inevitable destrucción, que se consiga o no la reconstrucción es difícil de prever. Pero hay algunas paradojas que determinan lo ocurrido. La carta a la militancia podemita del ex Urralburu brinda alguna de ellas.
Una lectura atenta de la misiva revela que el mensaje nada subliminal es que todo los males del partido son achacables a la dirección ortodoxa estatal comandada por Pablo Iglesias, por mucho que el líder regional derrame sobre el papel algunas lagrimitas de cocodrilo reconociendo que él y “su equipo” también se equivocan. Revela, por cierto, en el penúltimo párrafo que el abandono de la ex-dirigencia de Podemos ha sido una decisión que no se ha tomado a bote pronto sino que llevaba tiempo ––¿cuánto? ¿desde Vistalegre 2, quizá?–– cociéndose.
Más profundas, o al menos de mayor recorrido, son las paradojas que muestra la gestión del hasta el viernes núcleo dominante de Podemos. Sabido era en el interno podemita que Urralburu y “su equipo” eran desde Vistalegre 2 firmes partidarios de Errejón. A nivel teórico de transversalidad, participación, gestión comunitaria, etc., etc., queda muy bien el enunciado. Pero la realidad muestra, desde bien antes de aquel congreso madrileño del desencuentro definitivo, que el líder murciano y los suyos concordaban en sus prácticas con lo que se achaca comúnmente a Iglesias y sus partidarios.
A saber, en Murcia y en el seno de Podemos se ha orillado, ignorado y, en ocasiones, laminado cualquier tipo de discrepancia o disidencia con la línea oficial que marcaba el grupo dominante encabezado ––como en Madrid–– por un macho alfa de formas suaves pero impío en el fondo. Se ha hecho lo mismo que se ha venido achacando y criticando de la práctica política de Iglesias y sus partidarios a nivel estatal y a nivel de las organizaciones regionales/locales que han controlado.
El resultado ha sido, aquí, el mismo que se ha registrado en el plano estatal: desilusión de los inscritos, falta de participación en los círculos y en las consultas telemáticas, abandono de la militancia, alejamiento de los votantes. Decepción, en suma, generalizada cuya mejor traslación fueron los resultados electorales de la generales y autonómicas de la primavera pasada.
Resultados autonómicos que, dicho sea de paso, no pueden ser totalmente achacados a los errores de Iglesias y los suyos. Estos serían responsables, más que probablemente, de los votos obtenidos en las generales. Y posiblemente sus desaciertos tendrían reflejo también en las regionales. Pero los que deben cargar con el batacazo de las autonómicas y municipales están en Murcia.
Hay números que hablan por sí solos: En las generales de abril de 2019, Unidas Podemos –– en la que se supone que aunaron esfuerzos Podemos e IU–– tuvo en Murcia 79.650 votos, el 10,38% y un diputado en Cortes. En las autonómicas de un mes después, Podemos-Equo consiguió 36.163 votos, el 5,55% y perdió cuatro diputados para quedarse con dos; Izquierda Unida, 13.179 votos, el 2,03% y ningún diputado, para variar. ¿Qué hubiera pasado de ir juntos a las autonómicas. Nunca se sabrá.
Otras preguntas dizque improcedentes: ¿Cómo los líderes de una organización que en cinco años –– desde el éxito de las europeas de 2014–– han sido incapaces de implantarla en los 45 municipios de la Región pretenden ahora recabar apoyos creando otra plataforma política, dejando de lado su proyecto original como ya dejaron de lado a IU? ¿El responsable es también Pablo Iglesias? ¿De todo o de casi todo?
Y como parece ser el tiempo del oportunismo, el líder regional del PSOE, Diego Conesa, no ha podido dejar pasar la ocasión explicando lo de Urralburu como “la consecuencia directa de la decisión de Podemos de no apoyar la formación de un gobierno progresista a nivel estatal”. De Murcia a Madrid, y viceversa y tiro porque me toca. Coincide grosso modo con las explicaciones del ex líder podemita. Qué curioso. Vale.