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Escándalo con las vacunas: inexpertos e indecentes

Llevamos casi un año sufriendo las consecuencias terribles de una pandemia, de la que no conocemos precedentes, y de la que saldremos con graves secuelas que todos conocemos. Aún nos queda camino por recorrer para alcanzar una salida que empezamos a vislumbrar gracias a la ciencia y a las ansiadas vacunas, que todos y todas esperamos como bálsamo definitivo.

Mucho se habla ahora sobre los criterios de administración de dichas vacunas, y muchas son las opiniones al respecto. Creo, desde mi punto de vista, que el criterio debe ser estrictamente sanitario y que, una vez diseñado e iniciado el protocolo del plan de vacunación, este debe mantenerse porque es el más objetivo y justo. Introducir, y mas a posteriori, criterios sociales, políticos, económicos o de oportunidad, nos llevaría a una espiral de enfrentamiento y acuerdo imposible, en un país donde el salvajismo político es lo dominante en ciertas posiciones donde lo único que importa es obtener poder y destruir al enemigo.

La crisis de la vacunación contra el COVID19 está dejando al aire las desvergüenzas y miserias morales de muchos, causando un estupor y un descrédito de la política -otro más- que va a ser difícil reparar porque falta transparencia y sobra pillería. Por el estrado están pasando, de momento, consejeros de salud, alcaldes, concejales, cúpulas militares, altos cargos y hasta obispos… ya veremos quiénes más.

Todos los señalados aducen, qué curioso, ignorancia. Eso produce que el estupor y el descrédito sea aun mayor entre la población, porque quienes nos representan y quienes deben velar por el cumplimiento de las normas se escudan en su propia incompetencia; una ausencia de aptitud que, curiosamente, les ha permitido beneficiarse personalmente, saltándose un protocolo, para ser los primeros en conseguir una vacuna. Benditos los ignorantes y los incapaces, porque ellos alcanzarán la inmunidad.

Es normal que la ciudadanía exija, con razón, responsabilidades y transparencia. Lo que no debería serlo es que la tradicional clase política, los de siempre, se resistan tanto a rendir cuentas y dignificar un poco la vida política.

La Región de Murcia está siendo un ejemplo de ello. Primero fue el consejero Villegas, que se resistió a marcharse con excusas pueriles, y aun sigue sin aclararse cuántos altos cargos han obtenido el mismo impúdico beneficio que él ha logrado, igual que su mujer, directora general de la misma consejería, quién ordenó esa vacunación masiva y cómo se organizó.

El sainete fue aderezado con una actuación de quienes se dicen regeneradores de la vida política y que, sin embargo, mantienen sillones y generosos sueldos públicos gracias a la ultraderecha, permitiendo ser presidente de la CARM a un insustancial y vergonzante López Miras, líder de una organización carcomida por la corrupción y el clientelismo, que mantiene a la Región a la cola de cualquier indicador económico o social. Porque esto, señores y señoras de Ciudadanos, no va de darse golpes en el pecho sino de actuar de verdad y de tener unos mínimos principios; y eso se hace poniendo la correspondiente denuncia ante la Fiscalía, como ha hecho acertadamente Podemos. Porque eso es lo que la gente espera de sus representantes: menos teatro y más responsabilidad. Y, ya de paso, ahorrarnos la vergüenza de blanquear, a cambio de sillones, a formaciones de ultraderecha, tan peligrosas para la convivencia pacífica y democrática.

Después hemos asistido, atónitos, a la crisis en Molina de Segura por la vacunación de su alcaldesa, Esther Clavero, que se ha resistido hasta el último momento para abandonar su cargo con una excusa que fue desmontada, en un instante y con gran repercusión mediática, por la portavoz de Podemos en la Asamblea Regional, María Marín, paciente oncológica que sigue esperando su turno para vacunarse, exigiendo claramente que Clavero asumiera su responsabilidad y se marchara. Ni más, ni menos.

Al hilo de este escándalo me sorprendió la reacción de Diego Conesa, nada menos que el secretario general del PSOE-PSRM, que respondía ante la pregunta de una periodista de la SER que a Podemos “le sobra ansiedad y le falta experiencia municipal”. Es decir, se ponía del lado de quien había incumplido con sus obligaciones morales, y tal vez penales, y atacaba a quien había exigido limpieza, dignidad y respeto a la ciudadanía.

Reconozco que me ha sorprendido esa tibieza con quien quiebra la confianza depositada democráticamente por el pueblo y, a la vez, se muestra tan incisivo con quienes han brindado a Clavero y al PSOE la posibilidad de afianzar el actual proyecto de progreso en dicho municipio y sostiene el actual gobierno de coalición. También olvidaba que la formación morada es joven pero que, en la misma localidad, entre 2015 a 2019, su actual responsable de comunicación, Fernando Miñana, fue teniente de alcalde; así como que Javier Sánchez es diputado en un Congreso de los Diputados en el que actúa como secretario tercero de la mesa de dicha cámara. Algo sabrán.

En algo tiene razón, sin embargo, Diego Conesa. Podemos es una formación política totalmente inexperta en el arte de marear la perdiz y contemporizar ante escándalos como este. Y no debería extrañar a nadie porque vinieron con esa bandera. Pero esto molesta a quien evitó, el pasado jueves ante su dirección regional, pedir la dimisión de Clavero, apoyando algunos de los insustanciales argumentos a los que se agarraba la ya exalcaldesa para mantener su puesto o, al menos, poder continuar como concejala. Tuvo que intervenir la dirección estatal del PSOE para corregirlo, pidiendo la dimisión de todos los cargos que se han aprovechado de su puesto para colarse y vacunarse antes de tiempo. Acertada decisión, hay que decirlo.

Pero algo funciona mal en una organización donde la historia se repite, pues el pasado mes de julio el Ministerio de Transición Ecológica tuvo que intervenir para frenar el despropósito de la Ley de Protección del Mar Menor, pactada por los socialistas murcianos con PP y Cs, que permite seguir arrojando nitratos a la laguna. Así no se defiende el valiosísimo patrimonio natural de la Región.

Desde la rueda de prensa del jueves pasado, no hemos vuelto a ver a Conesa, que ha desaparecido, haciendo mutis, y sin pronunciar la palabra dimisión y sin afear algo que nos ha escandalizado en todos los puntos del país, y que sigue copando periódicos y programas de televisión. No sé si eso es experiencia política, pero sé que no es lo que los ciudadanos y ciudadanas esperamos de nuestros representantes, ya que preferimos -y necesitamos- un poco más de decencia y firmeza ante los comportamientos indecentes. Eso es lo que dignifica la vida política y a sus actores.

Llevamos casi un año sufriendo las consecuencias terribles de una pandemia, de la que no conocemos precedentes, y de la que saldremos con graves secuelas que todos conocemos. Aún nos queda camino por recorrer para alcanzar una salida que empezamos a vislumbrar gracias a la ciencia y a las ansiadas vacunas, que todos y todas esperamos como bálsamo definitivo.

Mucho se habla ahora sobre los criterios de administración de dichas vacunas, y muchas son las opiniones al respecto. Creo, desde mi punto de vista, que el criterio debe ser estrictamente sanitario y que, una vez diseñado e iniciado el protocolo del plan de vacunación, este debe mantenerse porque es el más objetivo y justo. Introducir, y mas a posteriori, criterios sociales, políticos, económicos o de oportunidad, nos llevaría a una espiral de enfrentamiento y acuerdo imposible, en un país donde el salvajismo político es lo dominante en ciertas posiciones donde lo único que importa es obtener poder y destruir al enemigo.