Ayer Ana visitó a su médico. Tiene 75 años. Su rodilla derecha ya no puede más, le duele mucho y la arrastra al andar. La han infiltrado innumerables veces. Espera una prótesis de rodilla en otro hospital, lleva trece meses esperando. Su médico ha vuelto a insistir en que no puede esperar más. No sé.
Las listas de espera son difíciles de entender, también de resolver pero aún más difíciles de comprender y soportar por los pacientes.
Dice la consejera de Sanidad de la Región de Murcia en un medio de comunicación esta misma semana que “los procesos urgentes no tienen lista de espera”. ¿No es prioritario resolver el caso que he narrado? ¿Alguien piensa que los problemas urgentes pueden ir a parar a una lista? ¿Hasta dónde llegará la capacidad de sorprender? ¿Veremos cirugía diferida de apendicitis? ¿Drenaje en diferido de un absceso? ¿Puede de verdad esperar alguien con dolor insoportable de cadera o rodilla durante meses y meses, como ahora ocurre en algunas de nuestras Áreas de Salud?
En las consultas es conveniente un ambiente relajado, yo diría distendido, proclive a la confianza. Hace falta algo de tiempo. Los pacientes se sienten más tranquilos y se explican más claramente, y hacen sus aportaciones. El título de este texto me lo regaló un antiguo paciente hablando de su cadera: “Pero doctor… Esperando, esperando, se consume mi alegría…”, dice el dicho popular.
Es cierto que hay más cuestiones que respuestas, y más factores y ecuaciones que rápidas soluciones. ¿Pero es aceptable que se nos diga que “cuando hablamos de espera nos referimos a patologías que pueden esperar”? ¿Lo dice en serio la señora consejera de Sanidad?
Habrá que comenzar algún día por enunciar primero las preguntas. Ahí van algunas: ¿Se derivan en exceso pacientes al especialista? ¿Es óptimo el rendimiento de los especialistas? ¿Insisten demasiado los pacientes en ser derivados no siempre por motivos médicos ni necesarios? ¿Hay suficientes recursos? ¿Es suficientemente potente la Medicina Primaria para evitar la derivación excesiva? ¿Están bien establecidos los criterios de derivación? ¿Y los criterios quirúrgicos? ¿Se aplican efectivamente? ¿De verdad hay suficientes médicos? ¿Se ha ajustado su número según complejidad creciente y envejecimiento de la población? ¿Y la lista de espera diagnóstica?
Y qué decir de la crisis, la política de austeridad antisocial emprendida y los continuos recortes en los programas de atención a las listas de espera... Por último, ¿cómo debemos afrontar estas listas que recordemos soportan especialmente los trabajadores y las clases populares?
Como en medicina, muchas preguntas y pocas certezas.
Para mejorar las cosas se propone, también desde la Consejería, oscurecer un poco más la información disponible sobre listas de espera y aportar información anual en vez de semestral como hasta ahora. Imagino que, por supuesto, en un afán de mejora de la comunicación y la transparencia.
Es necesario, aquí también, como en muchas otras áreas sociales, un esfuerzo que debe analizar lo que ocurre en las Áreas de salud, las especialidades y los servicios. Se necesita un foro de discusión, una plataforma inicial de participación ciudadana con todos los implicados y que se abra el debate.
Un análisis profundo y nada fácil, para que donde no haya actividad suficiente se trate de incrementarla, donde se pueda mejorar la organización se haga, donde no existan criterios se establezcan, donde haya deficiencias estructurales se subsanen. En fin, una visión global y una aproximación racional al problema.
Pero, ¿y ahora? ¿Qué hacer ahora?
Creo que deben ser los propios hospitales públicos los que asuman la máxima responsabilidad. Contratando en estos hospitales personal, allí donde sea prioritario, para programas de actividad extraordinaria. Esto lo agradecerán las listas del paro, el principio de equidad e igualdad de oportunidades en la contratación, el principio de continuidad asistencial, probablemente también la economía y también muy probablemente los pacientes respecto a otras propuestas posibles, y digamos, menos públicas.