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Facha borroka

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Ante la ley de amnistía pactada entre PSOE y Junts y la cercana posibilidad de una reedición de un gobierno de izquierdas, la derecha se ha echado al monte que son las calles de nuestras ciudades.

Gustará o no, pero Pedro Sánchez tiene derecho a ser investido con los votos independentistas porque son partidos democráticos que han obtenido los suficientes apoyos como para hacer posible la investidura. Esta amnistía les ha causado una enorme indignación, tienen derecho a estar indignados, por qué no, pero con la amnistía fiscal fueron menos escrupulosos. Y es que el dinero no tiene patria.

Estos días la facha borroka toma las calles, ciudadanos alentados por los mensajes de unos dirigentes políticos desmelenados. Desde el PP y sobre todo desde Vox se habla de: dictadura, golpismo, totalitarismo, felonía, ETA, traición. Una pura hipérbole. Los seguidores toman las calles al grito de golpe de estado. Aunque viendo la profusión de símbolos franquistas cuando hablan de golpismo no sabe una si están a favor o en contra, la verdad.

Dicen que el malestar social es responsabilidad del gobierno, pero el malestar social lo han alentado tanto PP como Vox al transmitir a sus votantes un falaz discurso apocalíptico en el que el universo España se pliega sobre sí mismo y desaparece al contacto con el elemento Puigdemont y su entorno. Ayuso ha llegado a decir que vamos a dejar de ser españoles (si se puede elegir, me pido ser sueca). Si eso no es catastrofismo, ya dirán ustedes. Si a mí me convence mi líder de que me van a arrebatar la esencia de lo que soy, me echo a las calles, ¿cómo no me voy a echar, si no tengo nada que perder? Y ahí es donde naufraga la democracia, la constitución, la política, la moderación, la convivencia y el copón de la baraja. A partir de ahí no queda nada y el recurso a la violencia es el siguiente paso.

El PP se ha desmarcado de la violencia de las manifestaciones tarde y con la boquita pequeña. Pero en la expresión de su alma doble entre la moderación y el hooliganismo, entre lo centrista y lo ultra, no saben dosificar la indignación de su electorado frente a los acuerdos entre PSOE y Junts. No saben o no quieren. Hemos visto a Esperanza Aguirre, esa abuela hooligan, animando a cortar las calles. Pero luego los violentos son los otros. Siempre son los otros. Tienen una idea de España que yo no comparto, pero que tienen todo su derecho a defender. Lo que no pueden es defenderla de cualquier manera. Y ellos piensan que sí.

¿Dónde está ese constitucionalismo de pacotilla al que tanto aluden? Porque no parece muy constitucionalista pedirle a la policía que se abstenga de intervenir ante actos violentos como ha hecho Abascal. Vox ve la vida política como una trinchera en la que ellos son los buenos y todos los demás los malos. Y ese es el problema. Y el problema del PP es su esquizofrenia, esa que le impide decidir si son de centro, de derecha, de arriba o de abajo. El PP no acepta que el resultado electoral no le haya permitido llegar al gobierno y como consecuencia de esa falta de aceptación, considera ilegítima la posibilidad de que Sánchez sea investido, resumido en esta frase de su líder: “Quien aspira a dirigir la nación, tras ser derrotado en las urnas, se confabula con los que quieren mutilar nuestra nación”. Esa sí que es una amenaza a la democracia.

Por cierto, el nivel demócrata de los pacíficos manifestantes queda expuesto con los elementos con los que se llevan a cabo las protestas:

Consignas tales como: con los moros no tenéis cojones; España acaba de despertar, hijos de puta; Viva Franco; Perro Sánchez, hijo de puta; que te vote Txapote; España cristiana y no musulmana.

Acoso a los periodistas, hostigamiento, lanzamiento de huevos, insultos: hijoputa, vete a tu puta casa, vendido, cabrón, prensa manipuladora, peazo maricón.

Insultos a la policía: sois unos piolines, os tenían que haber tirado al mar en Barcelona, no tenéis vergüenza, desgraciados, cobardes, maricones.

Pancartas con eslóganes como “La constitución destruye la nación”.

Uso de bengalas, petardos, adoquines, piedras, banderas carlistas (¡carlistas!). Y por supuesto banderas franquistas, que no pueden faltar en una mani súper demócrata.

¿Nos pareció un exceso el asalto al Capitolio en Washington? Pues estamos a un pasito de que nuestros demócratas a machamartillo más constitucionalistas que nadie en el mundo protagonicen un remake celtibérico liderados por algún capitán fachatriste. Ojalá que no.

Ante la ley de amnistía pactada entre PSOE y Junts y la cercana posibilidad de una reedición de un gobierno de izquierdas, la derecha se ha echado al monte que son las calles de nuestras ciudades.

Gustará o no, pero Pedro Sánchez tiene derecho a ser investido con los votos independentistas porque son partidos democráticos que han obtenido los suficientes apoyos como para hacer posible la investidura. Esta amnistía les ha causado una enorme indignación, tienen derecho a estar indignados, por qué no, pero con la amnistía fiscal fueron menos escrupulosos. Y es que el dinero no tiene patria.