Me gusta estar pegada a la actualidad, pero esta semana por varias razones no he tenido la tele de fondo como de costumbre. Sí, la tele. Esa caja tonta que a muchos nos hace sentir acompañados a lo largo del día.
Qué queréis que os diga, la radio me resulta una cosa anacrónica y parece mentira que lo diga yo, que he comido de ese medio buena parte de mi vida. El caso es que me entero en internet, eso sí que es moderno, de que hay voces que piden la retirada de Sálvame de las pantallas de Telecinco, y esta vez debe de ir en serio la cosa cuando el presentador oficial del espacio interrumpe la grabación de otro de los programas que conduce, para leer un comunicado en el que recalca la necesidad de aparecer cada tarde en nuestras casas, lo fundamental que resulta ese trabajo para 200 personas que hay en plantilla, y lo burdo que resulta el argumento de que no respetan los horarios infantiles, entre otras cosas.
Según J.J. Vázquez, detrás de esta embestida al programa hay organizaciones ultraconservadoras, pero lo cierto es que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) ha pedido a Mediaset que adapte los contenidos del programa al horario en que se emite, en diez días, o se puede enfrentar “a la apertura de un procedimiento sancionador por infracciones de carácter grave”.
La 'cadena amiga' ha sido tajante en la respuesta y se ha limitado a preguntar por qué ese mismo informe que acusa a ‘Salvame Diario’ no dice nada sobre los culebrones que en el mismo horario emite desde hace años su principal competidor, en referencia a ‘El secreto de Puente Viejo‘ y ‘Amar es para siempre’, de Atresmedia. Telecinco ha hecho gala de que la mejor defensa es un ataque, pero yo, que me lo veo casi todo a esas horas, tengo que decir que ninguno de estos contenidos es apto para niños.
Ahora, ¿cuántos niños están a esa hora delante de la tele? ¿Cuántos están viendo estos canales? Porque, que yo sepa, los niños ven los canales infantiles, ven dibujos en las apps de las Smart TV o en DVD y, en el mejor de los casos, están jugando con sus amigos en el parque de al lado de casa. Haz la prueba. Ponle Sálvame a un niño y fijo que te la monta.
Más allá de la conveniencia o no de los contenidos de Sálvame, que darían para un gran debate, la cuestión es que en este país se nos está yendo de las manos el asunto de clausurar, censurar o callar todo aquello que ciertos sectores sociales y políticos consideran inconveniente.
Tiene razón J.J. Vázquez al decir que “no sólo está en juego un programa de televisión”. Está en juego la libertad de poder elegir qué ver, qué decir y qué hacer cuando te salga de la peineta. A ver si va a resultar que nos quieren adoctrinar a golpe de mando, y en nuestras narices, y nos vamos a dejar más de lo que ya lo hemos hecho. Y, si no, que nos pregunten por la llamada Ley Mordaza. Esa que pretende que no digamos nada que pueda molestar a sus señorías y que no defendamos nuestros derechos a capa y espada.
Basta ya de prohibir, basta ya de mermar libertades, basta ya de tanto cinismo encubierto bajo supuestos mantos nobles. Y, sobre todo, basta ya de tanta cortina de humo y de tanta hipocresía, que no nos hemos caído de un guindo.
Dejen a los ciudadanos en paz. Dejen, al menos, que se olviden de sus problemas viendo lo que les dé la gana. Y dejen también que sean ellos quienes eduquen a sus hijos y les pongan en la tele lo que crean conveniente. Porque ¿Qué quieren que veamos? ¿Esos interesantísimos debates del congreso de los diputados a los que no van ni ellos? ¿Esas tertulias políticas de información sesgada que también parecen un patio de vecinos? ¿A una monja peleándose a gritos con un ex secretario de estado de comunicación?
Bastantes problemas hay por desgracia en España, como para poner la diana en un programa de televisión sea de nuestro agrado o no. Tenemos el mando a distancia en nuestras manos y eso quizá molesta, porque en nuestra tele y en nuestra casa mandamos nosotros.
Así que vamos a dejarnos de patrañas y que el ruido no desvíe la atención de lo importante. Somos ciudadanos con derechos y libertades le pese a quien le pese.